lunes, 26 de diciembre de 2011

Adios al año impar

    No me gustan los números impares, por desiguales, y este año ha sido impar y nos ha traído, si se me permite el chiste fácil, los sustos a pares. Pero ya le queda poco. Así que voy a hacer mi resumen particular como hacen los periódicos, pero breve y sin dar nombres, no sea que luego me citen en los juzgados por difamación. 

    El año impar nos ha traído los terremotos a la puerta de casa, ya no hace falta viajar a países exóticos para que  la tierra se abra a tus pies, Resulta que con estar en Murcia basta para que se te caiga un campanario encima. Por si fuera poco el temblor de piernas que nos produce el diferencial de la deuda con Alemania, ahora vamos a tener que preocuparnos también  por los temblores de  tierra.  Y hablando de Alemania, en lo que su señorita no se decida a aflojar el monedero y a ponerse de acuerdo con el pequeño Nicolás, vamos a seguir temblando unos cuantos meses más, preveo. 

   En este feo año de cifra impar los españoles decidieron cambiar de gobierno. Que sea para bien quisiéramos todos, pero una vez más me temo aguarles la fiesta, mientras nos sigan gobernando esos objetos, ni siquiera volantes, no identificados que sólo responden al vago nombre de "los mercados", el margen de maniobra del señor de barba blanca y pelo castaño al frente de la nave es menos que el de un petrolero en una bañera. 

   Esperemos que el año par y además bisiesto nos traiga tranquilidad financiera (es posible?) paz en Palestina  (uff...) y empleo para al menos la mitad de los parados de España, por pedir tres cosas "facilitas".Porque si nos ponemos complicados pediríamos  además que nos aclararan quién pagó los trajes del mandatario valenciano dimitido a su pesar, o que haya por fin luz y taquígrafos en el feo asunto aquel del señor todopoderoso que se alojaba en el Sofitel de Nueva York. Y por ahora podemos pasar sin los grandes detalles del caso del  yerno cuyo comportamiento no ejemplar le ha apartado de las fotos oficiales, pero ya reclamaremos más adelante, no se preocupen. 

    Lo que si traerá el año bisiesto será una Eurocopa, para que veamos si los chicos del Marqués nos vuelven a dar una alegría. Y elecciones gordas para el primer presidente negro de la historia y el primer presidente hecho padre durante su estancia en el Eliseo, a ver cómo se las arreglan los dos para seguir donde están. Dicen los creyentes en las profecías mayas o de cualquier género que el 21 de diciembre del 2012 se nos acaba la cuerda; ahora que somos siete mil millones de vidas apretujadas en cinco continentes y 23000 de ellas muriéndose de hambre cada día, lo cual no se si es para estar orgullosos o más bien pensar que la profecía nos la merecemos. 

    El año impar se llevó por delante al padre de todos los cacharros que empiezan por i........... (rellénese la línea de puntos)  y que se nos han hecho imprescindibles; no lloremos más de la cuenta, quizás el año par alumbre a un nuevo genio que nos teletransporte a la Edad Media o a la corte de Maria Antonieta para darnos un paseíto y volver al día de hoy tan frescos y con ganas de no cometer errores pasados, no estaría mal. 

    Y yo paro aquí la retrasmisión porque me voy a dar un respiro, para que ustedes descansen de mí y yo pueda poner mi cerebro a remojar. Estoy escribiendo estas líneas a la vez que veo por la tele por enésima vez "Sonrisas y lágrimas", que aunque me la se de memoria no deja de fascinarme también por enésima vez; y si sigo así, haciendo las cosas de dos en dos (por aquello de que me gusta lo par y no lo impar) se me van a fundir más neuronas de la que ya se funden cada día sin hacer esfuerzos y no quisiera, dada la edad en la que estoy entrando. Así que buenas noches, buena suerte y feliz año nuevo para todos. Nos leemos en el 2012!

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Consejos que nadie me pidió

    A mí me gusta dar consejos, incluso cuando nadie me los pide lo cual no deja de ser un defecto, o una manifestación del síndrome de la hermana mayor, que lo soy. Lo bueno de los que damos consejos gratis es que no nos importa nada que no nos hagan caso, y entre otras muchas razones que ya expliqué, el hacerme un blog me ha dado la oportunidad de repartir avisos y consejos a derecha e izquierda sin darle la murga a mis seres queridos.

    Aunque quería resistirme a volver a hablar de la Navidad, veo tal angustia vital en muchos amigos y conocidos ante la que se les avecina, que la consejera que hay en mí se ha puesto en marcha. Aquí tienen una pequeña lista de sugerencias para pasar  la Navidad, el fin de año, las uvas, el principio de la cuesta de enero y todo lo que acompaña, y salir indemne del intento. 

    Para empezar hay que ver el telediario de las nueve de mañana día 22: es el día en que entrevistan a todos los que han ganado el Gordo en la lotería. No hay que perdérselo porque es el mejor programa de telerrealidad que se emite sin tener que ponernos en Tele 5 y ver a Belén Esteban; y además  porque es tradición, hace gracia y se ve la evolución económica del país: hace unos años la gente salía con la copa de cava a la calle y anunciaba la lista de todo lo que se iban a comprar (el Mercedes, el apartamento playero, el Rolex) ahora la gente o no lo cuenta o se limita a un lacónico "pagaré la hipoteca" o "taparé algún agujero". Y la tradición es que el gordo le caiga a una peña de murcianos con residencia en la periferia barcelonesa que compraron las participaciones en un bar, vamos a ver si este año la lotería practica un poco más la España plural.

   Películas: ya dije en otra entrada de este blog que hay dos imprescindibles para estas fechas: "Qué bello es vivir" de Frank Capra y la española "La gran familia", que normalmente como este año el 24 cae en sábado nos la pasarán gratis en el "Cine de Barrio". Si se quiere cine en mayor dosis sugiero  aplicarse una  trilogía. Para mí la mejor de la historia del cine es "El padrino" y la que dice el director del Padrino  que en realidad es la mejor: "Toy Story". Se agradece la humildad de Francis Ford Coppola, y dicho sea de paso "Toy Story III" es un peliculón. 

    Lectura, siempre necesaria: la RAE acaba de sacar la edición completa de la poesía de Neruda, nunca está de más releerla. Si optan por la prosa, recomiendo dos de mis  lecturas recientes: " Riña de gatos. Madrid 1936"  de Eduardo Mendoza, para que vean como un catalán escribe sobre Madrid en un castellano que ya quisiéramos practicar los que presumimos de castellanos viejos. Y "El olvido que seremos", del colombiano Hector Abad Faciolince, una historia de amor a los padres como nunca se había escrito hasta ahora. 

   Cocina: ahora es el momento de intentar poner en prácticas todas esas recetas de los suplementos dominicales para hacer que el turrón no parezca turrón...Si alquien consigue hacer una espuma de turrón de Alicante que me lo explique, yo veo más fácil convertir el plomo en oro...

    Ocuparnos con intensidad de nuestros hijos al menos dos o tres tardes. Intensidad quiere decir que el programa de fiestas consiste en ver en el cine "Alvin y las Ardillas III", pasar después por el burguer de turno y al volver a casa jugar una partida de parchís completa sin dejar que nos coman las fichas para acabar antes. Para los que no tienen hijos este capítulo se puede poner en práctica con los sobrinos o con los hijos de los amigos. 

   Hacer un día de "huelga pijama": consiste en pasarse todo el día en casa sin ducharse, sin afeitarse, sin quitarse el pijama y viendo la trilogía del Padrino (por ejemplo) o comiendo una bolsa de patatas fritas detrás de otra. O ambas cosas a la vez. Para que el efecto sea mejor hay que desenchufar el teléfono y negarse a abrir la puerta.

   Hacerse a la idea de que "el amigo invisible" es un mal menor comparado con el paro, el sida, el hambre, los terremotos y la violencia machista. El que no se consuela es porque no quiere. 

   Y sobre todo, mucho relax, ese que yo receto a los demás pero soy incapaz de aplicarme a mí misma. Y que mañana le toque la lotería a los que lo necesiten mucho. Sean felices, que cuesta poco. 
    


martes, 20 de diciembre de 2011

Elogio de la fregona

    El viernes 16 de diciembre murió un señor llamado Manuel Jalón, gran desconocido hasta ese momento para mí y me temo que para casi toda España. Cuando en los próximos días la prensa y la televisión nos recuerden una y otra vez las personalidades fallecidas en el 2011, el señor Jalón tiene pocas probabilidades de figurar en una lista donde estarán Jorge Semprún, Elizabeth Taylor y Severiano Ballesteros, por poner sólo tres nombres escogidos entre los que me caen bien. Y si añadimos que su mérito era ser inventor, el hombre bajará aún unos cuantos puestos más en dicha lista por haber tenido la osadía de morirse el mismo año que la madre de todos los inventores: verbigracia, Steve Jobs. 

    Y eso que  Don Manuel Jalón no ha sido un inventor cualquiera, sino nada más y nada menos que el hombre que puso en circulación allá por 1956 algo tan útil, tan necesario y a la vez tan nuestro como la fregona. En realidad no la inventó completamente él, sino que perfeccionó y adaptó a las necesidades domésticas un artilugio que había descubierto en una de sus frecuentes estancias en USA; lo cual da muestra de su genio, porque copiar y mejorar lo que ya es bueno es un gran signo de inteligencia. 

    La fregona es un instrumento a simple vista banal que adquiere toda su importancia cuando lo echamos de menos. En las latitudes nórdicas que habito no era un instrumento habitual hasta que Vileda se hizo con su distribución comercial y lo promocionó allende los Pirineos. Yo les aseguro que hace veinte años, la primera vez que tuve que enfrentarme a un suelo por fregar armada de un palo con protuberancia horizontal y de un trapo andrajoso que yo misma tenía que mojar en un cubo, escurrir e instalar sobre el palo, me acordé por primera vez de la bendita fregona como quien se acuerda de Santa Bárbara y llegué a la conclusión  de que estos europeos que pretendían darnos tantas lecciones de modernidad en el fondo no estaban tan adelantados. Menos mal que Vileda vió las posibilidades del invento y se dedicó a exportarlo a toda Europa para que las adeptas fuéramos comprando fregonas con sus correspondientes cubos escurridores por todos los países donde hemos vivido. 

   Quizás las comparaciones  sean odiosas, pero no creo haber echado de menos el no tener un cacharro que empiece por i..................... (rellénese la línea de puntos a mayor conveniencia) tantas veces como he echado de menos la socorrida fregona, que he comprado y repuesto, insisto, por varias ciudades y países. Y siendo así, creo que el viernes pasado de haber sabido quién se estaba muriendo, debería haber acudido con una velita a la puerta de un Carrefour o similar, para mostrar mi duelo, como tanta gente que hizo lo propio e incluso entró en trance el pasado 5 de octubre delante de los chiringuitos de Papá Macintosh por los cinco continentes, incluidos los hambrientos. 

    Si el mérito consiste en haber cambiado la vida de la gente, que le pregunten a todas las señoras de la limpieza que antes se hacían kilómetros de pasillos o escaleras arrodilladas sobre una almohadilla forrada de plástico y metiendo la mano en el cubo ochenta veces al día para escurrir el trapo. Para agrandar aún más la figura de nuestro Leonardo da Vinci en versión riojana, señalemos que entre otros cacharros de plástico destinados al menaje hogareño, este señor fabricó y comercializó por primera vez la jeringuilla desechable. Abundando en el argumento comparativo, quizás cambiara más la vida de ciertas gentes necesitadas el repartir jeringuillas desechables para acabar con plagas y contagios y sobre todo con el Sida que los cacharros i................(rellénese) del Señor Jobs que sólo sirven para comprar cosas o hacer tonterías como escribir y leer este blog, por ejemplo. 

    Valgan estas líneas como obituario de este hombre nacido en Logroño y muerto no en olor de multitudes como hubiera merecido sino plácidamente en su casa, con sólo una portada del diario "La Rioja" en el que se preguntaban "Habrá fregonas en el cielo?" Pues como suponemos que es un lugar limpio y ordenado, seguro que sí, y si no las hubiere, seguro que hay un Mac o un iphone a disposición de los inquilinos para encargarlas...


sábado, 17 de diciembre de 2011

Ande, ande, ande!

    Mañana voy a celebrar la Nochebuena con mis amigos, porque  somos expatriados y cuando llegue el día D estaremos todos volviéndola a celebrar con nuestras familias patrias. Espero que no me quiten el gusto de cantar unos cuantos villancicos a grito pelado y con acompañamiento de botella de anís, que es como suenan bien. Ya lo dije en otra parte de este blog, a mí me gustan los villancicos, sobre todo si los canta Bing Crosby, y sobre todo si no me los imponen por megafonía callejera. Me temo que si voy a España estas vacaciones de lo segundo no me voy a librar. 

   Esa manía de aporrearnos los oídos con escolanías de niños gritones que cantan villancicos mientras nosotros vamos tranquilamente a comprar el pan o a tomarnos una caña,  nos ha quitado a todos con los años el gusto de oir y retener unas canciones que de pequeños cantábamos  con  pasión para regocijo de nuestros mayores ;hago un inciso: alguien de mis coetáneos ha intentado explicarle a sus hijos qué es una zambomba? y cómo hay que hacer para que suene? se cierra el paréntesis. Decía pues, que a fuerza de levantarnos dolor de cabeza con" los peces en el río", los alcaldes y concejales de fiestas han conseguido que asimilemos los villancicos a un hilo musical petardo al que no le prestamos atención: podrían intercalar el "waka-waka" entre los susodichos peces y "a Belén pastores" y ni nos daríamos cuenta. 

    Pues aquí estoy yo para hacer la reflexión que se merece, porque en  los villancicos abundan estrofas que no tiene desperdicio: 
- "esta noche es Nochebuena y mañana es Navidad, saca la bota María que me voy a emborrachar": se nos ve el plumero, de largo. 
- "arre borriquito, arre burro arre, date mucha prisa que llegamos tarde": este también nos retrata antropológicamente, y de ello se dió cuenta mi media naranja, un día que  llevábamos puesto  el disco en el coche para que no berrearan las criaturas y, evidentemente, llegábamos tarde a algún lado...
- del mismo "arre borriquito", les dejo esta estrofa imponente, sobre todo para estos tiempos, que se ve que ya se repitieron en el pasado: "en la puerta de mi casa voy a poner un petardo, pa reirme del que venga a pedir el aguinaldo, pues si voy a dar a todo el que pide en Nochebuena, yo si que voy a tener que pedir de puerta en puerta". Alegato contra la caridad cristiana. 

   Hay uno que empieza con "dime niño de quién eres", lo cual demuestra que lo del misterio del nacimiento de Jesús no dejó indiferentes a los creadores de nuestras canciones populares, sobre todo porque la explicación es aún más inquietante: "soy de la Virgen María y del Espíritu Santo"...ya decía mi padre con razón que San José sólo pudo haber uno en la historia... Dejo para el final mi adorado "los peces en el río" que es pura poesía de Rubén Dario (la Princesa está triste, qué tendrá la princesa...):
-"la Virgen se está peinando 
entre cortina y cortina
los cabellos son de oro
el peine de plata fina"

    Lo de adorado lo digo en serio, debería haber una ley que impidiera a Los Pitufos, Shayla Dúrcal o los Gipsy Kings hacer versiones de este monumento del cancionero popular. Y para monumentos del dicho cancionero dejo dos que marcaron mi infancia, uno por imposición de la tele de entonces, cuando no podiamos cambiar veinte veces de canal:


     Y otro por imposición de la madre de todas las multinacionales, que por algo lo será, y que tiene unos creativos publicitarios que valen su peso en oro:


    Y mañana, todo el mundo a cantar! Feliz Domingo. 

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Esperando al hada madrina

    A mi edad está claro que ya no debo esperar nada de los Reyes Magos, ni de Papá Noel ni de ninguno de los de su gremio. Ni siquiera espero que me toque la lotería, para empezar porque no juego, ni compro cupones de la ONCE, ni hago primitivas ni llamo a los concursos de la tele ni me inscribo en los de Internet. Para sosa,  yo. Tengo la convicción de que cuando la suerte consiste en estar viva y tener buena salud, un trabajo y unos cuantos seres queridos también con buena salud,  uno no debe tentar demasiado las otras suertes. Nunca he creído en los juegos de azar, ni jamás me ha tocado nada en una rifa; mi agnosticismo en este aspecto se extiende  a las monedas arrojadas a las fuentes, los deseos pedidos al apagar las velas del cumpleaños o al terminar las doce uvas y las novenas piadosas. Esas cosas les funcionan siempre a los demás, a mí sólo me ha funcionado en la vida el ser perseverante, que poco tiene que ver con la suerte, o si hacemos una trasposición de la famosa frase de Picasso sobre las musas, si viene la suerte, que me pille trabajando.

    Pero como soñar es gratis y a eso siempre me apunto, de vez en cuando para coger el sueño a las tantas, que son mis horas, me da por pensar: y si se me apareciera el hada madrina?  Porque en el fondo, a mí me gustaría ser fervorosa creyente de los Reyes Magos como lo son los niños, y puestos a creer, el formato hada madrina en su versión "Cenicienta" de Walt Disney me parece un personaje simpático.



    Y si algún día se aparece la bienaventurada, no le voy a pedir ser más alta, ni más joven, ni rubia de ojos azules, ni siquiera rica hasta decir basta: le voy a pedir ser una persona zen, porque evidentemente no lo soy ni lo seré nunca si de mí depende. 

    Me gustaría ser una persona capaz de quedarme un par de horas meditando sobre la insoportable levedad del ser, perderme por una carretera de montaña y no pensar en encontrar la salida sino en disfrutar del paisaje, leer revistas de jardinería o de nutrición, o dedicar cuatro horas por semana a hacer Tai-Chi. Me gustaría que la música New Age de las salas de espera no me provocara instintos asesinos, que los atascos de tráfico me sirvieran para reflexionar y que las colas de los supermercados no me subieran la presión arterial. Me gustaría poder ser un junco al que zarandearan los acontecimientos sin querer arreglarlos todos, ver un cuadro torcido en la pared y resistirme a enderezarlo, soportar impasible la mala educación o el incivismo sin que me hierva la sangre. 

Quisiera confiar en la enorme bondad del ser humano y no en su enorme estupidez, ser capaz de dejar el coche abierto y con las llaves puestas, y no preocuparme jamás de sacar la basura el día que toca o de que los niños hagan los deberes diciéndome que confío plenamente en ellos y en su madurez, que es lo que dicen los padres dimitidos, para qué engañarnos.   Quisiera algún año comprarme una flor de pascua por Navidad para contemplarla y que no se me muera a los dos días porque olvidé  regarla, tirar la agenda a la basura y creerme aquello de que para ocuparte de quienes te rodean primero te tienes que ocupar de tí misma.

    Me parece que si el hada madrina lee estas líneas, buscará sin dudarlo algún objetivo más asequible para su cuenta de resultados que convertirme a mí en una persona zen, tarea para la cual puede que haga falta algo más contundente que una varita mágica...

lunes, 12 de diciembre de 2011

Más cornadas da el hambre

    O eso era lo que decían los toreros de la España hambrienta de la posguerra, todos aquellos Manoletes y Antoñetes que se lanzaron a los ruedos en busca de una oportunidad que les sacara de la miseria y les permitiera comprarse una finca y un mercedes. En los años de la escasez, el Régimen se inventó aquello de "siente un pobre a su mesa" y aunque a mí no me consta que muchos pobres fueran recibidos en las casas ducales, al menos la frasecita le sirvió a Berlanga de argumento para una de sus obras maestras como fue "Plácido" (1961): véanla de nuevo, porque es una joya cinematográfica, y porque no tienen desperdicio las andanzas de un pobre hombre repartidor con su motocarro, intentando colocar una cesta de Navidad y juntar las pesetas que le falta para pagar la letra del motocarro y si queda algo, cenar en Nochebuena.

   El hambre,  que nos parece una sensación prehistórica, nos ha acompañado como argumento desde nuestra infancia:  cuando de pequeños le hacíamos ascos al potaje de vigilia  nuestras madres nos recordaban que en ese momento millones de chinos se morían de inanición (quién ha visto a los chinos ahora...) y si la abuela de turno tomaba el relevo detrás de nuestras madres, aprovechaba la coyuntura para recordarnos que ella pasó toda la guerra y parte de lo que vino después a dieta de caldo de gallina y pan negro. La misma cesta de Navidad tenía todo su significado en los tiempos de la austeridad forzosa, cuando el cordero, el jamón, el besugo y el cava eran productos que se consumían sólo una vez al año, cuando el turrón sólo se encontraba en las tiendas a partir de noviembre y cuando el protagonista de nuestros tebeos era un mendigo que se llamaba Carpanta y que soñaba con jamones que colgaban del cielo. 

    Si los humanos hubiéramos evolucionado como es debido, a estas alturas de casi el 2012 deberíamos hablar del hambre en pretérito pluscuamperfecto, pero resulta que no. Dense un paseíto por las estadísticas en tiempo real que produce una interesantísma página web llamada www. worldmeters.com y vean cifras como las de ayer: 915 millones de seres humanos que padecen de desnutrición, de los cuales mueren cada día unos 23000; y a su lado 1550 millones de seres humanos con sobrepeso, de los cuales 516 millones son declaradamente obesos. Lo escalofriante es que al ser cifras en tiempo real, el contador corre según las contempla uno, y la de los muertos por hambre aumenta cada medio minuto más o menos...

   Ahora que se va acercando la fecha en la que a todos se nos carga el hígado o nos da un ataque de acidez gracias, no a la Navidad sino a su temible fase previa  de cenas y comidas de amigos, empresa, equipo de fútbol o tertulia del bar, reflexionemos un poquito sobre las cifras anteriores. No se me asusten, no les voy a pedir que dejen de tomarse su chuletón de Avila por acordarse del Africa Subsahariana, no. Ustedes tómense su chuletón en paz y de paso,  saquemos adelante un plan bastante poco costoso a la vez que útil  para todos, los hambrientos y los muy saciados. 

   Y como soy de naturaleza machacona vuelvo a la carga con el amigo invisible: véase mi entrada "Las muñecas de Famosa se dirigen al portal" del 23 de noviembre. Visto que no nos libraremos de ello, porque todos tenemos siempre algún pariente o amigo  a quén la idea le parece divertida, pongámosles a prueba: esta Navidad regalemos a nuestros amigos invisibles un donativo en sus nombres destinado a cualquier ONG que se ocupe de la lucha contra el hambre; sugerencias: www.accioncontraelhambre.org, www.plan-international.org, www.caritas.org. Si el receptor del regalo se ofende,  será invisible, pero quizás no tan amigo. Si en todas las reuniones pre-navideñas pusiéramos en marcha esta práctica, acabaríamos con la plaga de velas, perfumadores, pañuelitos y corbatas que van a parar a las basuras y estoy segura que juntaríamos un buen pico que ayudaría a paliar el hambre en algún rincón del planeta, que con los tiempos que atravesamos puede ser incluso a la vuelta de la esquina. 

    Si después de Reyes este año sus parientes, amigos y colegas del trabajo ya no les dirigen la palabra, entonaré el "mea culpa" o mejor, entonaremos, porque no puedo despedirme sin hacer saber al mundo bloguero que esta idea, que la verdad considero bastante brillante, no es mía sino de mi santo esposo. Dicho queda. Buenas noches.

martes, 6 de diciembre de 2011

Discos solicitados

    En la España de "Cuéntame" donde crecí, había siempre una radio sonando de servicio permanente en las casas, a la cual se le hacía más o menos caso según las horas del día. Tal es así, que muchos de nosotros cuales perros de Pavlov aún segregamos jugos gástricos variados cuando oímos por casualidad la sintonía de "Elena Francis" que marcaba la hora de la merienda, o la de "La saga de los Porretas", que era la del desayuno. Yo fui niña de provincias, así que regresaba cada día a comer a casa, y a la hora en la que se recogía la mesa y se metian las cosas en el friegaplatos (puede alguien explicarme el salto cualitativo que dieron los electrodomésticos para pasar de llamarse "friegaplatos" a "lavavajillas"?) sonaban siempre los "Discos solicitados". 

    Los discos solicitados eran siempre los mismos, los solicitantes eran casi siempre novias con novio en Ceuta haciendo la mili o abuelas con nietecitos cumpliendo años. Raramente se dedicaba un disco a un padre o un hermano y escasas veces a las madres, que para eso tenían ya el día de la madre que, para colmo, era festivo y no se  emitían los "Discos solicitados". Los destinatarios tenían un alto porcentaje de probabilidades de oir la dedicatoria, porque como ya he dicho, todo el mundo oía la radio a todas horas. 

   De todas las melodías escuchadas aquellos años, dedicadas amorosamente por los españolitos de los setenta a su seres queridos, dos se me han quedado grabadas a sangre y  fuego y gracias a Youtube hasta se las puedo pasar aquí  para que las descubran los que me leen y son mucho más jóvenes que una servidora (existen?) y para que recuerden los de mi quinta. Aquí va la ganadora:



    Algún día la historia pondrá a Juanito Valderrama en el sitio que se merece. Y la segunda por orden de frecuencia, era este temazo de Perlita de Huelva, que a pesar de su nombre no viene del Parque Jurásico, porque sigue viva y coleando. Además, la canción   era parte de una campaña  de sensibilización de la Dirección General de Tráfico hacia los peligros de la carretera que, sorprendentemente, aunque viajábamos de ocho en ocho en un seiscientos, sin cinturon de seguridad y con la espalda de tu hermano pequeño como airbag, eran menos mortíferas que en los años que siguieron. Aquí la tienen:



    Lo que nunca entedí fue para qué las abnegadas abuelas dedicaban una canción para camioneros a sus nietecitos que cumplían seis años...Aquello me hacía sospechar un tanto de la veracidad de las dedicatorias, pero ya se sabe que en aquella España éramos todos tan ingenuos como para no descubrir que Elena Francis era un hombre.

   Se me ha ocurrido toda esta astracanada, porque aquello de los discos solicitados era una bonita forma de acordarse de los amigos y de las personas queridas. "Se puede hacer lo mismo en Facebook" oigo que me soplan...no es lo mismo, porque hay soporte visual por medio, es mucho más  concreto y de paso siempre hay veinte prójimos que lo marcan como "me gusta" o "comparten" o se lo mandan a otros veinte, o todas esas cosas que hacemos los que frecuentamos las redes sociales y me incluyo por la parte que me toca. Así que como no puedo dedicar un disco en la radio y dejar que la imaginación eche a volar, y quebrarme la cabeza pensando si el destinatario lo habrá oído o no, voy a usar mis poderes de bloguera para dedicarle un disco a una amiga que lo está pasando mal, o mejor dos discos, uno que le dedico yo:



   Y otro que es el que a ella le gusta escuchar: 



    Animo querida mía!

sábado, 3 de diciembre de 2011

Dios salve (sólo) al Rey

    A pesar de ser republicana no puedo evitar estos días sentir cierta compasión e incluso pena por nuestro Juan Carlos I, ese hombre al que meten en un quirófano cada tres meses y que, a la edad en la que se disfruta de los nietos y se pasa uno las tardes echando la partida con los colegas, le toca lidiar con la prensa y con la opinión pública mosqueada,  y todo provocado en buena parte por los miembros de su propia familia. 

   Yo debo corresponder al estereotipo de esos españoles que los sondeos de opinión llaman "juancarlistas" pues en pleno siglo XXI no le encuentro a la monarquía más mérito que el decorativo, si es que decorar puede considerarse un mérito. Ahora bien,  le reconozco a este hombre ciertas cualidades que nos han sido útiles en un periodo crucial de la historia de nuestro país, pero que llegado el momento en  que nos falte, su trabajo bien puede desempeñarlo  un presidente de república.    Para comprender al personaje y su contexto, recomiendo vivamente la lectura de dos libros de Paul Preston: "Franco" y "Juan Carlos. El rey de un pueblo". Son aparte de magníficos libros de historia, grandes retratos de la sociedad española de la primera mitad del siglo XX. 

   Juan Carlos llegó a una España que no conocía porque ni siquiera había nacido en ella y durante su infancia fue una marioneta de cuyos hilos tiraban por turno el dictador y su propio padre. Por cierto, ojalá Paul Preston se animara a escribir una biografía definitiva sobre Don Juan, donde nos aclare lo que muchos intuimos: que no era el garante de la democracia en España sino un señor al que le gustaba mandar (y mucho) y que le daba rabia que no le dejaran hacerlo en un país donde él consideraba que por derecho histórico le correspondía dar las órdenes. Y menos aún le gustaba que se lo impidiera un señor bajito, anodino, plebeyo y gallego. 

    El niño se hizo grande, y con escasos 37 años, mujer y tres niños pequeños, se puso al frente de un barco bastante a la deriva donde la tripulación hacía chistes sobre su cortedad mental y le llamaba Juan Carlos I el Breve. A una edad en la que los políticos de hoy día apenas son capaces de mandar un twitter o hilar cuatro frases seguidas en una entrevista, él hizo algunas cosillas dignas de interés como legalizar el Partido Comunista en un país donde los muertos de una Guerra Civil aún estaban calientes bajo sus tumbas o terraplenes, poner firme a un ejército acostumbradoa gritar y ordenar sin que les rechistaran, y sacar adelante un ordenamiento jurídico llamado Constitución (que no teníamos) que desde el día en que entró en vigor le convirtió en un mero figurante de la vida pública. Reconozcamosle al ciudadano Borbón las virtudes de la humildad, de mirar por el bien público y de ser moderno y además , parecerlo. 

    Los hijos ya sabemos todos que vienen a este mundo con la finalidad de tenernos en vilo el resto de nuestros días, los de Juan Carlos no son una excepción. Digamos que se han casado "regulín" y que los políticos le dan también algún que otro dolor de cabeza. Uno olía a naftalina y llevaba bolso de Loewe, ella le ha salido respondona y el que parecía el yerno perfecto resulta que, a pesar de que respetemos la presunción de inocencia, tiene trazas de ser un pesetero y un mercachifle. Será que la paga que le da el suegro, o mejor, que le damos todos los españoles le parece  poco. 

   Majestad, yo creo que dada su respetable edad y necesidad de vivir en paz los años que le queden (quiera el destino que sean muchos visto el panorama sucesorio)  debería dar un puñetazo sobre la mesa a la par de una buena colleja al yerno olímpico, al que además yo  castigaría a escribir quinientas veces con letra gótica "la avaricia rompe el saco". Les recordaría a los tres retoños que el día de mañana los Juancarlistas que somos muchos pediremos que se larguen, o que si se quedan, que se ganen la vida como todos. Y que si siguen haciendo de las suyas, los que firmaremos la petición seremos más de los que ellos se esperan. Y ya que les pagamos un sueldo de figurantes, pues que actúen como tales, o que aprendan de sus primos ingleses, que lo de limitarse a pasear lo hacen de miedo; porque los figurantes se pasean, cortan cintas y saludan, no montan chiringuitos para ganar pasta. 

   Y mientras tanto, que Dios le de larga vida sólo al Rey. Feliz Domingo.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Más barato que el Prozac

    Mi hija pequeña me recuerda esta mañana que hoy es 1 de diciembre y que aún no hemos comprado el calendario del Adviento, que no es algo que sale en el Canal Disney, sino un invento de países nórdicos donde en cada día del mes de diciembre y hasta el 24, hay una ventanita de la que sale una chocolatina. De repente me da un ataque de pereza infinita y se despierta el oso cavernario que quisiera vivir en mí en estos días del año, en los que a las cuatro de la tarde empieza a caer el sol, por las mañanas nos levantamos a oscuras, el termómetro comienza a bajar hasta cero y te dan ganas de ir por la calle preguntando si alguien nos cortó la luz del día por falta de pago. 

    Es difícil sobrevivir anímicamente a las primeras semanas del mes de diciembre, y que conste que a mi me gusta la Navidad (véase mi entrada del 23 de noviembre) y que no le tengo miedo a la dichosa semana de fiestas que sirve de colofón a los días cortos y tristes. Y que me queda alguna remota esperanza de que me toque la lotería en el único décimo que juego cada año, y que como no me gusta el turrón, no suelo engordar con las fiestas, aunque siempre acabo con acidez de estómago. Pero a pesar de mi optimismo básico y un tanto pueril, yo también necesito algo que me de un subidón para afrontar las noches eternas que duran hasta febrero (no se qué sería de mi si viviera en Suecia) y ya que prefiero el cine a las medicinas, aquí les presento mi píldora mágica, no cuesta nada probarla.



    Sí, sí, no se me echen a reir, la mal llamada en español "Sonrisas y lágrimas", vaya usted a saber por qué. No conozco otra película en la historia del cine americano que me ponga de mejor humor, me deje en paz conmigo misma y me haga cantar por la calle sus canciones. Gran misterio por resolver, sobre todo si se tiene en cuenta que trata la historia de una monja que sale del convento para ser niñera de los siete hijos de un viudo de buen ver y se acaba casando con él. Más simple, el agua del grifo...Ultimamente sólo "Mamma mía" ha conseguido un efecto parecido.

   Pero si no les basta con trailer del principio, prueben con este pasaje, al cual es imposible resistirse, salvo si se está hecho de piedra pómez:



   Aún tienen el cenizo encima? Aquí va otra muestra:



   Y si después de todo ésto aún necesitan una pastillita para levantar el ánimo, pues quizás lo que tengan no sea el mal de los días cortos invernales sino algo más gordo. Lo de esta película merecería ser estudiado en las escuelas de psiquiatría, porque conozco a varias personas sobre las que produce el mismo efecto de optimismo idiota que me produce a mí, y para muestra, vean lo que he encontrado navegando por Youtube:  la banda sonora sirve hasta para organizar un sarao en una estación de tren en Amberes, eso que los anglosajones llaman un "flash mob" (traducción literal: "muchedumbre esporádica o repentina") y que consiste básicamente en que cuatro tíos se ponen a bailar en medio de una calle y los transeúntes o salen corriendo para que no les filmen o se unen a ello.



   Lo dicho, optimismo a buen precio, seguramente, más barato que el Prozac.