domingo, 30 de junio de 2013

Bodas y banquetes

    A estas alturas de mi vida me maravilla seguir teniendo bodas que celebrar y que éstas no sean aún de sobrinos ni de hijos de amigos, porque con esa franja de edad aún no he empezado. Ayer sábado fue la penúltima, porque tal como veo el panorama a mi alrededor no será la última, visto que hay nuevos factores propiciadores de bodas que concurren, a saber: comienzo a asistir a las segundas bodas de varios de mis amigos y a las bodas de mis amigos homosexuales, que tanto en mi país de origen como en el que vivo, pueden casarse. Me alegro por ellos y no tanto por mí, si eso supone una nueva oleada de festejos que me espantan. Y dejo claro que los festejos me espantan en general, ya sean bodas, verbenas de barrio o fiestas de disfraces. Una es así de rara.

    Pero no busquen en estas lineas un alegato contra el matrimonio, porque soy una firme partidaria. En la vida, uno tiene que firmar contratos para casi todo, y el matrimonio es uno de ellos, éste con un gran aliciente: lo firmas con otra persona con la que además puedes compartir otras emociones ... (rellénense a gusto los puntos suspensivos) y de vez en cuando también, se comparte la crianza de otros seres humanos llamados "hijos", una experiencia alucinante y agotadora a partes iguales.  Este contrato, muchas veces lleva aparejadas una serie de responsabilidades más complicadas que pagar una mensualidad o permitir el acceso a tu contador del gas para su lectura, lo cual lo hace también más interesante. Se suele firmar pensando que va a durar toda la vida (distancia a la cual no llega ni la más surrealista de las hipotecas basura) y supone un cambio en la vida propia que no siempre es fácil de asimilar.   El matrimonio es una prueba de madurez, no apta para pusilánimes ni flojos de espíritu, y a pesar de poner todo nuestro empeño en la buena marcha del mismo, a veces sale mal, claro que sí, y es por todo lo anteriormente descrito por lo que deshacerlo resulta una experiencia altamente estresante. Y quien diga que divorciarse es fácil, miente como un bellaco.

    Soy una militante pro matrimonio desde hace casi veinte años, los mismos veinte años que no han conseguido hacer de mi una abnegada esposa, a pesar de todo. Y
si he defendido y defiendo el matrimonio para los homosexuales es precisamente porque creo en sus virtudes y beneficios, y no veo por qué razón hay que privar al prójimo, sea de la acera que sea, de ellos...aparte del detalle insignificante de que se trata de un derecho civil, vaya. 

    Como les decía, me ha venido todo este chorro de ideas a la cabeza porque ayer estuve de boda. Una vez pasados por alto los inconvenientes de los preparativos y contestadas las preguntas habituales (lloverá? me harán daño los zapatos? entraré aún en el traje que me compré para la boda anterior? ) queda el poso de bienestar que produce ver a dos personas dispuestas a pasar el resto de su vida juntos y proclamarlo a los cuatro vientos y con papeles por medio; en un mundo dominado por el embrutecimiento general, las cosas simples y hechas con el amor por bandera comienzan a ser perlas cultivadas que hay que atesorar. A mí, particularmente me ha quedado un cierto dolor en las pantorrillas (hay que ver la cantidad de horas que uno pasa de pie en las bodas) y la idea cada vez más clara de que el que decidió que las mujeres estábamos más atractivas subidas en unos tacones era un negrero esclavista  reencarnado en guardián de Auschwitz...como poco. Y me ha quedado la firme convicción de que casarse sigue siendo algo  atractivo para la mayoría del personal, digan lo que digan los descreídos y escépticos que están de vuelta de todo. Los que lo prueban, repiten y los que no lo han probado no le hacen ascos incluso a muy altas horas de la existencia. Digo yo que el miedo a la soledad algo tendrá que ver con todo ésto: hay muy pocos humanos que hayan perdido el miedo a morir solos!

    Y aunque ya se que me van a echar ustedes el rollo ese de que amor y matrimonio son dos cosas diferentes y que puede haber el uno sin el otro y que el amor está por encima, y todas esas cosas que todos repetimos en voz alta, casi siempre con la boca chica;  después de ir a una boda, sólo se me ocurre dejarles de regalo mi soneto preferido de todos los sonetos que del mundo han sido, llámenme cursi si quieren, están autorizados.


Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
LOPE DE VEGA

jueves, 27 de junio de 2013

Divagaciones de una noche de verano

    Por razones que no me voy a detener a explicar, y que son profesionales (aviso a las mentes perversas) me estoy pasando la noche en blanco. Una noche de verano, corta en sus horas sin luz y no muy cuajada de estrellas, porque está nublado. En los ratos perdidos el sueño empieza a pasarme factura y mi otro yo, ese ser que se te desdobla cuando estás medio dormido o medio borracho, me muestra imágenes de mi vida con más o menos desorden.

    Se me aparece mi abuelo, que pensaba  que yo era la más lista de sus nietos, además de ser la primera. Tenía muchos nietos, algunos tanto o más listos que yo, pero a él le cegaban mis humildes logros académicos y probablemente pensara que en el mercado mundial de las nietas y nietos la suya mayor (yo) era la reina del mambo. Esa inyección de autoestima que recibí durante muchos años me hizo mucho bien en mi infancia y adolescencia, quizás sólo ahora me de cuenta. 

    Se me aparecen las monjas de mi colegio de monjas. Ahora que la vida me ha colocado en un lugar donde la gente que me rodea ha recibido una educación cosmopolita y exquisita, bilingüe o trilingüe, y moderna para su tiempo; y ahora que veo los colegios a donde van mis hijos, y los hijos de mis amigos, y la cantidad de cosas que pueden aprender, elegir aprender e incluso elegir no aprender, me pregunto cómo una provinciana educada en un colegio de monjas (de monjas rebrincadas añade siempre mi madre)  como yo, puede haber llegado hasta aquí. 

    Se me aparecen las playas de mi infancia, porque ya estoy hartándome de no tener verano: Santander, Torremolinos, Fuentebravía, Punta Umbría...Ahora llenos de ladrillo impertinente y en aquel entonces llenas de balones de Nivea que caían de un helicóptero que sobrevolaba la orilla. Curioso, en aquel entonces la gente se echaba al agua para cazar un balón de Nivea...se moverían ahora de su toalla por tan poca cosa? Lo dudo.

    Se me aparecen mis campamentos de verano, mis desayunos domingueros con churros fríos, y mis primeras cañas bautizadas con gaseosa y bebidas apresuradamente en los primeros veranos con libertad vigilada para beberlas. Si sueño con un supermercado, veo filas interminables de botellas de Casera, que no entiendo aún como no se ha convertido en una bebida más de moda: quita la sed, refresca, es barata y no tiene ni una caloría. No sé cómo se venden millones de latas de ese mejunje tostado con sabor indescriptible que se llama Red Bull y no se venden millones de botellas de Casera, que es infinitamente mejor.

    Se me aparece mi padre diciéndome que hay que estudiar idiomas (y cuánta razón tenía);se me aparece el portero de casa de mis padres, que no me dejaba subir en ascensor porque decía que era pequeña;se me aparece la kioskera de mi barrio, que las malas lenguas decían que había sido mujer de vida alegre antes que kioskera. Veo pasar por mis ojos, que apenas se mantiene despiertos, una sucesión de ciudades que he conocido con mochila y a donde quisiera volver sin ella : Munich, Milan, Siena, Carcasona, Ljubiana,  Salzburgo...tendré tiempo de verlas algún día sin  tener que comer bocadillos de queso en lonchas en todos los bancos de sus parques? Las veré con los mismos ojos? 

    Ya ven ustedes que, como decía Goya, el sueño de la razón produce monstruos. La falta de sueño produce apariciones y visiones confusas, como todas éstas que les acabo de propinar en estos párrafos de desvarío. Mañana, que a estas horas de la madrugada ya es hoy, será otro día y lo más probable es que me arrepienta de haber escrito toda esta sarta de tontadas. En los años sesenta se permitían este tipo de experimentos literarios, y claro, los tipos que se empleaban en ello (Cortázar y compañía) derrochaban el talento literario que a mí me falta. Tomense pues, la entrada de hoy como un experimento, una licencia que me estoy permitiendo a cambio de poder permanecer relativamente espabilada a ciertas horas en las que hasta yo, de vocación vampira, suelo estar dormida.

    Y tan dormida estaba que ayer después de escribir la entrada olvidé colgarla...Lo dicho, sin talento literario y encima más torpe que un cerrojo! 

martes, 25 de junio de 2013

Recordando a Calimero

    Calimero va a cumplir el próximo 14 de julio, cincuenta años. Y para los no enterados y bastante más jóvenes que una servidora,  que quizás no sepan quién es Calimero, aquí tienen un video de presentación:



 
Se acuerdan? Calimero era ese pollito negro que se pasaba la vida con un cascarón en la cabeza a modo de gorro y diciendo al final de cada episodio aquello de "esto es una injusticia, amiguitos?" Tanto se nos quedó la cantinela a los de mi generación que a los quejicas y plañideros de entonces les decíamos "no seas Calimero". No fue mal aprendizaje para darnos cuenta de una enorme verdad: que la vida es, fundamentalmente, injusta. No se si las generaciones futuras podrán evocar a Pocoyo para explicar ciertos comportamientos, porque de lo poco que he visto del personaje, me parece que no da mucho juego. No como el tontorrón de Calimero y su frasecita, a quién he podido recurrir para consolarme cuando Pepita, que copiaba como una bestia en los exámenes y no le daba un palo al agua, sacaba mejores notas que yo, o cuando Elenita ligaba a pares a la puerta del colegio, a pesar de ser culibaja y dientona; o cuando te presentabas a un puesto de trabajo y no te cogían a pesar de llevar el mejor currículum posible, o cuando dejabas el coche diez minutos en doble fila y la multa inevitablemente te caía a tí y no al que se había aparcado delante...y así hasta el hartazgo porque, señoras y señores, la vida es una sucesión de injusticias que nos van sucediendo sucesivamente, así que mejor aprender a tolerarlas.

    Ojo! Y también conviene aprender a luchar contra las muy gordas y que atentan contra nuestra dignidad como personas (ahí el pobre Calimero nunca tuvo mucho éxito) o como simples ciudadanos. Porque injusto es que se persiga de esta manera a pobre Edward Snowden, por desvelar algo que ya intuíamos (que a todos nos espían gracias a Internet); como injusto es el tratamiento que se le está dando a la Infanta Cristina: injusto para la ciudadanía, claro, con quien la Agencia Tributaria no tiene tantas contemplaciones. Injusto es que Bárcenas (ese señor con un abrigo como el de Marlon Brando en "El Padrino") siga libre y cogiendo taxis a todas horas como altamente injustos son los sufrimientos del pueblo sirio porque los países civilizados que se tiran en paracaídas a la menor oportunidad sobre cualquier república bananera, en esta ocasión no se atreven por miedo al gigante ruso. Sigo? mejor no, a estas alturas del párrafo, a Calimero ya le habría dado una lipotimia.

   Yo siempre he sido más del género rebrincado que del Calimero, y si no fuera porque soy funcionaria pública (primero) madre de familia (también) y  ya voy  adquiriendo cierto sosiego gracias a la edad y al deporte (el Yoga no me ha dado resultado) me dedicaría a desinflar por las noches las ruedas de los todoterrenos, que no sirven para nada en las ciudades más que para atropellar niños y decapitarlos; o pincharía con un lápiz ciertas frutas en los supermercados que vienen de ciertos países a los que no deberíamos comprarles ni un tomate; o le tiraría toda la basura a mis vecinos a la puerta de su casa y sin bolsa, porque desde hace años aún no se han aprendido los días que hay que sacarla y nos tienen la acera hecha un estercolero. Como ya no puedo ser gamberra reivindicativa me dedico a escribir un blog, que  descarga adrenalina y no te mete en líos con la ley.

   Y volviendo a Calimero y su sentido de  justicia, tenía el pollito otra frase que no se hizo tan famosa con los años pero que también era cierta: "nadie me quiere porque soy pequeño y negro". Pues mira Calimero, gracias a que en la historia ha habido personajes como Mandela, la frase ya no es tan cierta, pero miren ustedes qué fastidio,  también a éste, a quién creíamos inmortal, se le está apagando la vida poco a poco. Ahora sí, pueden repetir conmigo:  "esto es una injusticia, amiguitos".

domingo, 23 de junio de 2013

Todos queremos más

   Después de ver las revueltas de los brasileños y este chiste publicado por la prensa local (la mía) le doy razón al estribillo de la canción: todos queremos más. Aquí tienen el chiste: 



    Me parece que es bastante gráfico, pero para beneficio de los que me leen y no entienden francés, una pequeña explicación: vemos a unos brasileños reclamando su derecho a tener hospitales y escuelas y la policía recomendándoles, cachiporra en mano,  que se atengan a lo que les corresponde como brasileños: bailar la samba y jugar al fútbol! Me parece no sólo gráfico sino aleccionador, que es lo bueno que tiene el humor gráfico, cuando es bueno. 

    Se me ocurre que de aquí a no tardando mucho, podremos dibujar la misma viñeta con dos manifestantes delante del aeropuerto de Ciudad Real, o de los muchos parques de las ciencias y ciudades de las artes de España, o de las obras de circunvalación de cualquier capital pidiendo volver a recuperar su derecho de mandar a sus niños a una escuela mínimamente digna, o de curarse en un hospital también mínimamente equipado con cargo a la seguridad social para la que han cotizado durante años...Qué nos apostamos?

    El ya mal llamado Tercer Mundo se está convirtiendo en un polvorín donde los países no son emergentes sino efervescentes; donde muchos han abandonado la pobreza, pero eran tantos los pobres y tan profundamente pobres, que aún quedan muchas capas sociales por abandonar el subsuelo de la miseria y salir a la superficie. A éstos les fastidia que los dirigentes se olviden de ellos para construir estadios de fútbol, celebrar megaeventos deportivos o crear centros comerciales a dos pasos de favelas y chabolas que no pueden desaparecer porque no hay donde colocar a todos sus ocupantes. Es como si la cuota de los que pueden progresar socialmente se hubiera llenado y ahora tocara dedicarse a la grandilocuencia: Brasil podrá organizar todos los eventos que quiera, ser un país BRIC, reclamar un puesto entre los grandes y convertir Sao Paulo en una de las ciudades más caras (y más peligrosas) de América; podrán tener una señora presidenta que cuenta entre las mujeres con más poder del planeta,  explotar enormes yacimientos de petróleo y ser una democracia más o menos estable;  pero Brasil está lleno de pobres  que quieren dejar de serlo o, por lo menos, creer que algún día lo conseguirán. Hay alguien que se atreva a decirles que no tienen  derecho?

    A todos los gobernantes le gusta presumir de sacar a sus poblaciones de la miseria y para ello, el capitalismo es  a la economía lo que la democracia al estado de derecho: el menos malo de los sistemas. Lo malo es cuando se les olvida que hay ciertas cosas que a los ciudadanos les importan incluso por encima del fútbol, la samba y la cirugía estética: los brasileños quieren hospitales  y escuelas, y en eso no se diferencian mucho de nosotros, que también estamos pidiendo a gritos que no nos  quiten los que ya tenemos; la única diferencia es que en Brasil ahora hay dinero para financiarlos y en España no, porque ya no lo gastamos hace tiempo en museos inútiles y otros saraos arquitectónicos y aeroportuarios. Y ni siquiera tenemos la samba para consolarnos...Feliz domingo.

miércoles, 19 de junio de 2013

Mi móvil y yo

  Empezamos con una imagen, les presento a mi móvil:



   Tiene cinco años, me costó cien euros de entonces que me parecieron un escándalo, pero que pagué religiosamente porque tenía prisa: cerraban la tienda y media hora antes, mi anterior móvil se me había caído en el retrete de mi trabajo...ríanse a gusto, pero parece que es un accidente bastante frecuente, lo que pasa es que nadie lo cuenta.  Este Nokia de apariencia banal y que otrora fue de alta gama,  jamás me ha dado un problema, y durante cinco años  me ha prestado el útil servicio de llamar y ser llamada, que es para lo que yo quiero un teléfono móvil; pero desde hace unas semanas noto que se me está muriendo, la batería ya no carga y hay alguna tecla que otra que se rebela y que hay que apretar con saña. Miedo me da, porque voy a tener que comprarme otro y esta vez, el vendedor no tendrá piedad de mí y no parará hasta que no me ponga en la oreja uno de esos teléfonos inteligentes que me asustan porque considero que son bastante más inteligentes que yo.

    Este móvil que mi hijo no se atrevería a exhibir delante de sus amigos me tiene en un sinvivir. No es que yo le tenga apego, es que me espanta comprarme un cacharro nuevo y por ende, aprender a usarlo. Alguien me dijo el otro día que yo tenía un teléfono "Vintage", que no se si era una ironía, porque ésto de usar la dichosa palabrita para todo lo que está sobado o es de segunda o tercera mano se presta a muchas interpretaciones. A ver si le encontramos una traducción castiza a la palabreja, yo propongo "viejuno"; ya me dirán ustedes. Y mientras tanto, aquí estoy dándole la extrema unción a mi Nokia de hace cinco años y mándandole buenas vibraciones para que, al menos, aguante el verano, que no se yo. Será por mi querencia a ser la eterna estudiante, pero me da la sensación que en septiembre seré más receptiva al duro proceso de aprender a usar el dichoso nuevo móvil.

    No se crean que soy una partidaria acérrima de lo viejuno y que no soy capaz de encontrarle las ventajas a los adelantos de la técnica: simplemente tengo stress tecnológico porque no soy nada intuitiva para las máquinas y pretendo aprender a usar los aparatos leyéndome las instrucciones, algo que me ha dado bastante buen resultado en la vida (lo de leer lo que  escriben los que saben) pero  se ve que he llegado a un punto en el que con lo táctil he topado. Y para las pantallas táctiles no hay instrucciones, sólo intuiciones, que yo sólo he desarrollado en la vida para saber lo que me conviene y juntarme con quien debo,  pero no para usar electrodomésticos.

    Y fíjense que este pasado fin de semana he comprado un Kindl, paso que jamás pensé que iba a dar...un libro electrónico! al que no le veo más que ventajas y una por encima de todas: yo que me he quebrado las vértebras desplazando maletas llenas de libros por toda Europa, ahora puedo pasearme con un aparatejo que apenas pesa unos gramos y que puede contener hasta 1100 libros en su interior...no es cosa de brujas?  Ahora que, también reconozco que apenas comprado lo puse en manos de mi santo esposo y yo sigo enfrascada, como desde hace ya varios días en la lectura de "Conversación en la Catedral" (versión papel). Acabaré por comprarme otro más porque esto del Kindle es como la tableta, el teléfono y tantos otros aparatos que empiezan por "i" minúscula: son como el cepillo de dientes, cada uno el suyo.

    No se si tengo remedio, pero esta mañana, mientras compraba un libro para regalarle a una amiga que se vuelve a España, me preguntaba cómo haremos de ahora en adelante para regalar libros  a quienes los aprecian, que como son buenos lectores todos tendrán un Kindl... se convertirán los libros de papel en un regalo envenenado? Será posible que yo sea tan antigua? O debería decir "vintage"?
  

lunes, 17 de junio de 2013

El país perdido, el país encontrado

Los expatriados, cada uno de nosotros, dejamos un país llamado España en un momento determinado de su historia y de la nuestra. Lo que nos encontramos, o nos encontraremos a la vuelta, depende en buena medida de lo que dejamos y cómo lo dejamos.

    No es el mismo país el que dejaron los Indianos en busca de fortuna a finales del siglo XIX que el que apresuradamente, y por la puerta de atrás abandonaron  los exiliados republicanos en 1939. Y no era éste el mismo país que se perdía en un horizonte de vías del tren y rodeados de maletas con olor a chorizo de los emigrantes de los años cincuenta camino de Suiza o de Alemania. Poco tiene que ver el país que yo dejé atrás en 1989 (más por deseo de aventura que otra cosa) con  que el que abandonan ahora jóvenes y no tan jóvenes por deseo de ganarse la vida de alguna manera, la que sea. Supongo que hasta aquí estamos todos de acuerdo. Ahora queda por ver lo que se han encontrado los que volvieron y por especular con lo que nos encontraremos los que algún día, y de alguna manera siquiera intermitente, volveremos.

    Cuando yo empecé a vivir fuera de España, sin mucha idea de si aquello perduraría en el tiempo o no, echaba de menos cosas muy concretas: el sabor de los churros por la mañana, el olor del jazmín en primavera, el poder tomarme una caña y no forzosamente medio litro de cerveza, las tiendas abiertas hasta las ocho, los taxis que se cogían en marcha por la calle...También es verdad que según en el país en el que iba viviendo (hubo varios) la nostalgia se centraba en unas cosas más que en otras, y que incluso recordaba con añoranza en unos países cosas de otros y no del mío propio, pero en fin, ya saben ustedes, los seres humanos somos unos eternos insatisfechos. Si para mí el olor del churro era la madalena de Proust, para el que se había largado de su país donde trabajaba en una churrería por dos duros, el olor de la pizza probablemente sería mucho más sugerente, se me ocurre. Y así con tantas otras cosas: el que trabaja en un pozo de petroleo en Arabia Saudita, aunque se gane la vida más que bien,  probablemente eche de menos un buen alcornocal lleno de árboles donde llevar a pastar las vacas, aunque te paguen una miseria por ello.

    Es verdad que la distancia todo lo cura y todo lo deforma igualmente; y en la distancia que dan veinte años de expatriación, España no era sólo fritanga y bares; también era para mí la libertad de la gente después de muchos años de silencio, la alegría permanente, el amor a la familia, a los amigos y a la buena conversación, la creatividad sin límites, la música y el sol sin medida. España era Almodóvar (que ahora ya no es) o Tàpies (que ya no está) o Suarez (que si está pero no se da cuenta); era la luz y el sonido, la piedra de los monumentos y el azul del mar; el jamón de Pata Negra y la Selección Nacional que no hacía más que  perder partidos... y lo  poco que nos importaba. Y ahora qué?

    Pues ahora ya se lo digo yo, el que vuelve a España, aunque sea sólo por 48 horas como me ha ocurrido a mí recientemente, y pretende llevarse de vuelta a su lugar de expatriación un olor o un ruido de este país de nuestras entretelas, se lleva el  de un gallinero  maloliente y alborotado...donde todas las gallinas están descabezadas. En la novela que me estoy leyendo, una joya que me faltaba en mi lista de libros inolvidables ("Conversación en la Catedral" de Vargas Llosa) hay una frase que da pie a 750 páginas de diálogo, donde un protagonista le dice al otro: "pero dígame Ambrosio, en qué momento se jodió el Perú?". Eso mismo me pregunto yo sin ser el Zavalita de Vargas Llosa y sin que mis interrogantes den lugar a gloriosas páginas de la literatura: en qué momento se nos jodió España?

sábado, 15 de junio de 2013

Hermanos, hermanas

    Yo tenía una hermana pequeña. Una escritora no tan conocida empezó un libro diciendo "yo tenía una granja en Africa"; el libro se vendió bastante, de aquello hicieron una película y la escritora, danesa que era a pesar de tener una granja en Africa, se hizo famosa. Si algún  día esta colección de pensamientos inconexos se convirtiera un libro (cosa que no creo que ocurra) podría guardar la frase y empezarlo diciendo "una vez, yo tuve una hermana pequeña" . 

    En realidad, yo tengo dos hermanas: una pequeña y otra más pequeña. Si existe el síndrome de la hermana mayor como dicen los psicólogos, yo lo debo tener elevado a la enésima potencia: siempre me he sentido la mayor, o más mayor que los demás en cualquier composición que se tercie: la hermana mayor, la prima mayor, la cuñada mayor y hasta la amiga mayor. Podré echarle la culpa a alguien? Porque no se crean que la cosa es muy cómoda para andar por la vida; una se siente siempre responsable de los pequeños, de los medianos y a veces hasta de los iguales, a los que siempre vemos como pequeños.Han sido muchos años llevando las llaves de casa al colegio, apagando la tele antes de acostarnos cuando nuestros padres salían a cenar o abriendo paso en operaciones tan tontas como traer un novio a casa o llegar a casa a las cinco de la mañana con una copa de más. Mi hijo mayor me preguntó hace poco cuales eran las ventajas de ser el mayor de los hermanos y tuve que remitirle a su padre porque a mí no se me ocurría ninguna. 

   Con todo y con mucho más, creo firmemente que tener hermanos y hermanas es una de las mejores cosas que te pueden pasar en la vida, siempre que no te llames Caín! Y creo que puedo afirmar (porque varios amigos en esa situación lo corroboran) que ser hijo único está lejos de ser un chollo, incluso en el caso de ser heredero de un gran patrimonio. Ya me dirán ustedes sino, porque cuando describen a un amigo muy cercano dicen "es como un hermano para mí"...los estereotipos lingüísticos, lo son por algo.

    Y sí, yo tenía una hermana pequeña, y hablo de ello en pretérito porque en este sábado que se está acabando, no ha dejado de ser mi hermana pero en cierto modo sí ha dejado de ser pequeña. Aquel personaje que yo llevaba de la mano al colegio, a la que le  cortaba el pan para el bocadillo y le cerraba la puerta de mi cuarto porque no me dejaba estudiar; aquella a la que tuve que sobornar alguna que otra vez para cambiar turnos de fregado de platos y que me sobornó a mí también cuando empezó a hacer de las suyas para que no se enterara la autoridad parental de alguna que otra trastada; aquella que me llamaba a gritos desde el balcón para que subiera a cenar avergonzándome ante mis amigos de los que me despedía en el portal y me pedía cinco duros para ir a kiosko a por regaliz rojo, ella, sí, acaba de cumplir cuatro decenas de vida...una cuarentona más en el contador! Me siento envejecer por días a pesar de mis denodados esfuerzos por no hacerlo. No somos nadie. Cuántas veces no lo habré dicho ya en estas líneas? Feliz domingo. 

domingo, 9 de junio de 2013

Gracias a la vida, caramba.

   Ya avisé vía Facebook que la última entrada me había salido un tanto macabra, y el que avisa no es traidor.Los amables lectores que me mandan comentarios por una u otra vía así me lo han recalcado y me dicen que en mi obsesión por la muerte, o mejor, por escapar de ella, empiezo a parecerme a Woody Allen, lo cual no se si tomármelo como una crítica o como un halago...Comienzo entonces con una canción,  con la cual  les dejo toda una declaración de intenciones:



    Y con la letra en subtítulos, por si queda alguien que no se la sepa o  no la haya cantado alguna noche al amor de la lumbre, o del Karaoke. Por cierto, cuando buscaba el video en Youtube he visto una versión cantada pôr Raphael, no saben lo que he tenido que reprimirme para no ponerla a continuación!    Y como yo no tengo la lírica de Violeta Parra (que escribió la canción y aunque me llamen macabra, se suicidó) ni la voz de Mercedes Sosa para cantársela, aquí les dejo una nueva lista de pensamientos profundos de los que yo me gasto para que vean que lo mío con la muerte es una huida a la desesperada, y que lo que me gusta es el planeta tierra y los terrícolas, porque desgraciadamente no creo en nada sobrenatural y no me puedo consolar con el reino de los cielos, en cualquiera de sus versiones.

    Le doy gracias a la vida por varias cosas, algunas muy prosaicas, otras fundamentales. La letra de la canción  podría hacerla mía, pero de paso añado que le doy gracias a la vida, en estos días precisamente, por no ser alérgica, visto el estado en el que se encuentran mis pobres amigos que sufren con el polen, las gramíneas o cualquier otra planta copuladora. Igualmente,  por darme un estómago agradecido y poco exquisito, que puede alimentarse de gazpacho y churros hasta el final de sus días; para cuando me bajen el sueldo, como a todos los funcionarios del mundo mundial, digo yo que tener gustos baratos será una ventaja.

    Doy gracias a la vida porque no me gustan los coches, que me parecen simples instrumentos para llevarte de un lado a otro, y que cuando te gustan y te gastas un pastizal en ellos resulta que te arruinan en gasolina y corren a unas velocidades que están multadas en toda Europa entonces, para qué comprarlos? Y con las mismas doy gracias por ser viajera impenitente y porque no me da miedo el avión, que no se qué sería de mi en ese caso! Y porque este verano podré irme de vacaciones, por dos motivos: porque tengo trabajo (6.200.000 de mis compatriotas no lo tienen)  y porque puedo pagármelas (algunos cientos de miles más de esos millones de parados tampoco pueden) es como para celebrarlo, no creen?

    Doy gracias a la vida porque casi cada día encuentro un mensaje en mi teléfono, alguien que me llama, que se interesa por mis cosas,  una novedad en Facebook de mis conocidos, o una persona humana con quien compartir un chascarrillo o incluso con quién tomar un café: tener amigos que se llama. Parece de perogrullo, pero en este mundo virtual de pantallas en el que vivimos, si no los cultivamos, acabaremos perdiendo hasta a los amigos, que no los reparten gratis a las puertas de los colegios, hay que ganárselos.

    Doy gracias a la vida porque por causas que no vienen al cuento mis hijos no van a heredar ni mi eczema ni mis canas y porque crecen sanos y fuertes, una obviedad si ustedes quieren, pero díganselo a esos miles de padres que andan por el mundo con esos niños que tienen enfermedades raras en las que la poderosa industria farmaceutica (tan solidaria ella) no se piensa gastar ni un céntimo: casi tres millones de afectados sólo en España...

    Quieren unas cuantas razones más? Pues gracias a la vida por tener familia y no pelearme demasiado con ella, por haber conocido a mis abuelos e incluso a un bisabuelo, porque mi matrimonio ya ha durado más que la lavadora que compramos al casarnos. Por haber conocido París, Roma y Nueva York;  por preferir el pescado a la carne, por amar el cine y porque me gusta leer.  Por ser capaz de correr veinte kilómetros una vez al año, por no fumar, por apreciar un buen vino, por haber visto a Julie Andrews cantando en un escenario de Broadway antes de que se retirara; por no haber comprado acciones preferentes ni haber firmado una hipoteca basura y por ir al trabajo con alegría, como los enanos de Blancanieves...Hagan ustedes su lista como la he hecho yo, ya verán que subidón. Por cierto, mañana es lunes, feliz semana para todos.

martes, 4 de junio de 2013

Bailaré sobre tu tumba

    Vive Dios que me espanta la muerte. No se cuantas veces lo he dicho ya. Y no me gusta nada que tenga que ver ni de lejos con ella: ni los vampiros y sus historias, ni las películas de miedo o de catástrofes naturales donde hay cadáveres a mansalva. Frankestein y el Conde Drácula sólo me resultan simpáticos y soportables en la versión televisiva de la familia Addams y Halloween me parece una fiesta idiota. Por no hablar de las sesiones de espiritismo, las historias de muertos vivientes y hasta me repele el himno de la Legión: " novios de la muerte"...No tengo palabras.    No me gustan los cementerios y aún menos los velatorios, a los que sólo voy si me queda claro que a quién voy a dar el pésame le reconfortará mi visita. Los funerales me horripilan y todo lo que tiene que ver con lápidas, esquelas, ataúdes y ritos adyacentes me provoca ardores de estómago. El único rito funerario que me ha interesado en la vida es el de los antiguos egipcios, que nos dejaron con ello un legado artístico maravilloso.

    Les cuento todo ésto porque, fuera de temporada, el periódico local me hace llegar en un cuadernillo central un suplemento sobre toda esta materia que me horroriza. Debe ser un lapsus climatológico: hacía tanto frío la semana pasada que se creían en Todos los Santos. Venciendo todo tipo de aprensiones me puse a leer el susodicho cuadernillo en el cual he aprendido alguna que otra cosa curiosa que hasta ahora no sabía porque siempre huyo de este tema como del Maligno.  Por ejemplo, la utilidad de las cenizas del muerto, visto que la incineración gana adeptos día a día. Las cenizas, además de poder esparcirse en los  lugares más insólitos del planeta tierra pueden emplearse de mil maneras: desde crear una joya con ellas (versión postmoderna de la reliquia medieval), incorporarla dentro de un CD y (agárrense) servir como tinta para hacerse un tatuaje: no hay mejor manera de llevar el recuerdo del muerto que  a flor de piel.  

    A pesar de que la incineración ya es por sí misma una opción ecológica, hay quien ha vivido con la preocupación medioambiental y la quiere llevar a sus últimas consecuencias en el momento de la muerte: ataud biodegradable, merienda en el velatorio con galletas Bio y conducción del cadáver al cementerio más cercano en una especie de triciclo de pedales; gente consecuente hasta sus últimas voluntades. He aprendido también que la gente le da mucha importancia a la banda sonora de su funeral y que deja muchas instrucciones escritas al respecto. Como las modas cambian, los clásicos "My way" de Frank Sinatra, o "I will survivre" de Gloria Gaynor han dado paso a nuevas listas de éxitos encabezados por Adele y su "Someone like you". Si quieren ver la lista entera pueden consultarla en www.dela.fr/top50-musique-funeraire. Ya veran, ya.

    Las nuevas tecnologías también han llegado al ámbito funerario y parece que ya existen cementerios con código QR incorporado en las lápidas. Ya saben, esos dibujitos negros como hormigueros que si Usted escanea con su teléfono inteligente (Ustedes, porque yo no tengo) le dan información gratuita o le remiten a una página web del difunto.

    He de reconocer que el folleto acabó por cautivarme porque daba todo tipo de información sobre las ultimas tendencias funerarias (hay quien es víctima de las modas hasta para morirse) y los últimos adelantos técnicos en la materia. Obviamente, todo era publicidad para una compañía de seguros que al terminar las seis o siete páginas del cuadernillo te remitía a una dirección de Internet donde por módico precio se podía suscribir un seguro de entierro como los que toda la vida se vendieron en los pueblos con el argumento de que usted no podía cargarles con ese muerto (valga la expresión) a sus herederos, sólo que esta vez con un marketing mejorado. En lo que a mí respecta, no seré yo quién deje instrucciones sobre este particular, que me provoca escalofríos sólo pensarlo: que hagan conmigo lo que quieran. Y visto lo visto, le doy la razón a mi padre cuando nos decía que, de poner un negocio, había que decantarse por las pompas fúnebres: según él era un negocio al que nunca le faltarían clientes; pero qué listo era, caramba!

   Y una cancioncita de propina:



   

domingo, 2 de junio de 2013

Sonría, por favor

    Me cuenta una colega del trabajo que acaba de pasar una semana en Madrid, después de algo más de un año sin pisar España y que ha encontrado a la gente muy agresiva y poco amable. Me permito recordarle a mi colega que ese país que ella lleva tantos meses sin visitar, tiene al 27 % de su población en paro, a los que no están parados, rezando todo lo que saben para no llegar a ello y mientras tanto, soportando que les bajen el sueldo y les recorten sus prestaciones sociales sin derecho a moverse en la foto...Creo que un poco de mala leche hasta se impone! Y de paso, le he recomendado un excelente artículo del "País", sección "Negocios", del pasado domingo 26 de mayo, lo firman dos señores catedráticos de economía y se titula "Son constitucionales siete millones de parados?" (Luis Garicano y Jesús  Fernández-Villaverde). Para que luego nos acusen a los expatriados de no preocuparnos por nuestro país y no saber lo que están pasando. Milagrito me parece que sólo tengamos algún episodio de malos humores, y alguna que otra respuesta impertinente, lo que está pasando es como para tomar La Bastilla, o lo que toque...

    Sale Mariano por la tele y dice que con la operación emprendida por la Agencia Tributaria para saber lo que estos expatriados tenemos fuera de España (ay ese formulario 720 que nos ha quitado el sueño durante tres meses!) no se ha recaudado ni mucho menos lo que se esperaba y que sólo  131.411 personas humanas con DNI español han cumplido con su obligación, de las 200.000 que tenían previstas. Espero que alguien le haya explicado al Señor Presidente que los que hemos rellenado ese formulario diseñado por Satanás, somos casi todos funcionarios, honrados y atrapados por la transparencia de nuestras nóminas, y que probablemente los Botín, Alcocer, Koplowitz y compañía no se hayan molestado en desempolvar sus escrituras  ni contarnos ni la mitad de lo que guardan más allá no de los Pirineos, sino más allá de las Bermudas. O qué esperaban? Ingenuos...

    Hoy, 3 de junio, a 18 días del verano, primer día primaveral en la ciudad donde vivo, que se dice bien. En esta misma semana un grupúsculo de metereólogos franceses nos cuentan que el verano va a ser inexistente allá donde normalmente hay verano y que para disfrutarlo tendremos que alquilarnos un apartamento en los Fiordos noruegos, que es donde de verdad subirán las temperaturas...No estoy muy convencida y creo que hay que decir que estos metereólogos, por muy científicos que sean, y  después de la manta de agua y de frío que llevamos soportada durante el mes de mayo (también en Francia) hacen que Nostradamus con sus predicciones parezca un cruce de Fofito y Julie Andrews en "Sonrisas y lágrimas". Conocerán acaso aquello de la mentira piadosa?...

   No se si acabaremos todos en los Fiordos, pero mientras tanto, parece que en Roma no cabe ni un alfiler de turistas, a pesar de que el Vaticano ya haya repartido la alineación goleadora para los próximos años. Me lo cuentan amigos cercanos que han pasado allí un fin de semana no hace mucho. Hartos de hacer colas por todas partes, se fueron a una heladería cercana al Vaticano a comprar un helado y acallar las voces quejumbrosas de sus niños. Se encontraron con que lo que era una supuesta cola era una familia española con diez hijos! (que en total hacen doce personas a despachar). Existe todavía ese fenómeno? Qué pasará si el padre se queda sin trabajo? Cuántos paquetes de Pan Bimbo consumen a la semana? Y cuántas lavadoras ponen? Si soy yo la que estoy en Roma no se me van así como así sin darme las estadísticas, pero mi amiga se limitó a ensalzar el buen comportamiento de la prole numerosa ante sus propios hijos...qué terribles somos las madres cuando se trata de poner ejemplos con los hijos de los demás.

    Y ante el panorama de estas cuatro historias donde no se sabe si la cosa es para reir o llorar, me encuentro ayer con mi vecina, que después de varios meses peleándose con las secuelas de un tumor feo que le quitaron y con los venenos que le dieron para matarlo, se ha echado a la calle de nuevo, con su peluca recién estrenada que me ha enseñado con orgullo y, aún mejor, con una sonrisa luminosa y todas las ganas del mundo de pasearla. Moraleja: para llorar ya tenemos varios motivos varias veces al día, así que, sonrían, por favor.