viernes, 25 de octubre de 2013

Tranquilizantes de última generación.

   No teman, no voy a escribir del asalto a la casa de Bárcenas, y eso que se merece que le den algún susto y que, francamente, como allanamiento de morada me parece de lo más original que he visto y oído. Ni tampoco de la Doctrina Parot, porque lo mismo van ustedes y se piensan que soy una terrorista más si les digo que la ley, y el derecho internacional están para respetarlos, porque sino acabarán los propios terroristas por  sentirse cargados de razón, que no la tienen. Ni siquiera les contaré de mi puño y letra que hoy  nos hemos desayunado con 72.000 parados menos, y el gobierno quiere que nos lo tomemos como una buena noticia cuando aún quedan cinco millones y medio por recolocar.

   No voy a escribir sobre las escuchas telefónicas de los norteamericanos, aunque está claro que hasta que la todopoderosa Angela no se ha sentido vigilada, ellos no se han sentido culpables de nada. Me pregunto qué interesante conversación pueden haber escuchado en el teléfono de una señora que sólo vive para trabajar, que va al supermercado ella misma, y que està casada con un profesor de química.

    Ni hablaré (aunque sé que hay muchos que me esperan a la vuelta de la esquina) de la muerte de Manolo Escobar; para empezar porque no me gustaba y para seguir, porque Manolo Escobar no se va a morir nunca mientras siga habiendo por el mundo una panda de borrachos dispuestos a cantar "Que viva España" a las cuatro de la mañana. Y ya que estamos con la cosa noctámbula, tampoco escribiré sobre la vida peligrosa de nuestros jóvenes, que van a sitios donde se juegan la vida por tomarse una copa, porque sólo un año después del Madrid Arena, casi se organiza la misma en una discoteca de Córdoba. Con cuántas piedras más habrá que tropezarse para aprender?

    Y si no puedo escribir de todo ésto, ya me dirán ustedes qué me queda..Menos mal que no soy periodista y no tengo que escribir al dictado de la actualidad, porque últimamente la actualidad es fea y en algunos casos hasta desagradable. Si yo fuera la persona Zen que no soy, me dedicaría a buscar entre todas esas imágenes que algunos de mis amigos que sí son muy Zen me mandan vía Facebook para desearme que pase un buen día, para decirme que el amor es lo único que importa en esta vida, o para contarme que las mujeres somos geniales y  todo lo que el Dalai Lama opina sobre las mil y una facetas de la vida humana. En las últimas semanas también me llegan muchas imágenes de gatitos y perritos y cachorros de variados animales, que no sé muy bien cómo interpretar, pues la verdad, nunca pensé que las crías animales tuvieran un efecto sedante...hay gente para todo.

    Así que como de la realidad fea y antipática que nos rodea hay que escaparse, no me gustan los animales y no soy una persona Zen, les dejo mi pequeña lista de tranquilizantes, todos de libre acceso en comercios y pantallas táctiles, a mí me sirven, ya me contarán ustedes:
-lecturas recientes: los sonetos de Shakespeare, y no lo digo para darme el pisto que los he leído, prueben. Y cualquiera de las novelas de Jaime Bayly, que son intrascendentes y a ratos parecen el "Hola", pero tienen el mérito de estar bien escritas.
- música: toda la discografía de Pink Martini, que desde que los vi este año en directo estoy enganchadísima. En plan decadente: Dean Martin o Mina (cuántas veces seguidas puede escuchar un ser humano "grande, grande, grande" sin caer en la hipnosis? ) en plan moderno: Tony Zenet o Charlie Winston, por sugerencia de mi santo esposo, que está mucho màs a la última que yo. Y en plan clásico, mi último descubrimiento tras años de negar su belleza:  los "Lieder" de  Richard Strauss para soprano y orquesta.
- cine: del de ahora poco o nada, del de antes un par de comedias de Billy Wilder: "1,2,3" y "Sabrina".
- televisión: ver de nuevo y de un tirón las tres temporadas de "Downton Abbey" en lo que estrenan la cuarta en abierto o pillo un sitio Internet donde verla, aunque sea cometiendo una ilegalidad.
- ejercicio: de 5 a 7 kilómetros tres veces por semana; al alcance de todo el mundo y, mano de santo, oiga. 

    Y en pocos días, caña y pincho con los amigos, churros para desayunar y cochinillo asado para festejar (lo que sea). Y que viva el colesterol! Y les dejo la canción de Mina, que es adictiva, les advierto.


miércoles, 23 de octubre de 2013

Toma pan y moja!

    Hace unos días, "Un país para comérselo" (ese programa de RTVE que lo ves y te entran ganas de cenar de nuevo) le dedicó un capítulo a mi tierra. Me dió mucho gusto ver a Ana Duato zampándose un Hornazo a dos carrillos en la plaza de un pueblo y mojando pan en los huevos fritos con Farinato que le habían cocinado los lugareños. Que qué es el Hornazo? y el Farinato? Algo tan brutal que casi es mejor no describirlo y dejar que lo vean ustedes con sus propios ojos, vayan ustedes a cualquier página gastronómica de  Internet y se informan, que tampoco hay que contarlo todo, caramba! Porque yo, de lo que quiero hablar hoy es del pan, que en otro tiempo fue considerado el primer alimento del hombre y ahora es demonizado no sólo por toda esa generación de médicos gordólogos que aconsejan a sus pacientes quitarse el pan de la dieta diaria en vez de comprarse unas zapatillas para correr; sino también por la literatura paramédica que tanto vende ultimamente. 

    Hace poco he leído en la prensa que un cardiólogo de Milwaukee, que atiende por William Davis, se está haciendo de oro con una nueva dieta basada en suprimir el trigo en cualquiera de sus formas, y ha escrito un libro que aún no se ha traducido al castellano, pero que cuando se traduzca se llamará algo así como "el pan perjudica seriamente su salud", del cual lleva vendidos millón y medio de ejemplares en USA en menos de un año. El doctor Davis nos dice que el pan no sólo engorda (hasta la fecha este era su único defecto) sino que además es una especie de veneno para el organismo que  descontrola la secreción de insulina, atasca la vesícula, altera el ritmo cardiaco y los ciclos del sueño. Menos mal que, con la excepción del sabio Doctor Marañón, no me fío mucho de los médicos metidos a escritores, porque si no, la glotona que habita en mí daría paso a la hipocondríaca, y la tostada con aceite mañanera desaparecería de mi vida.

    No dudo que habrá quien haga caso a estos agoreros, y para demostrarlo, una vez más recurro a las estadísticas, sobre todo a esas estadísticas idiotas que yo suelo encontrar en Internet y tanto me gustan: el consumo de pan en España alcanzó su punto más bajo en el 2011, con 45 Kgrs. por habitante al año. Para que se hagan una idea, en los años sesenta estaba en torno a unos 55 Kgrs. Las mismas estadísticas idiotas dicen que el consumo de pan  se está recuperando gracias a la crisis, porque es un alimento barato (lo será en España, puntualizo, aquí una barra cuesta dos euros...) y porque cunde mucho en la cesta de la compra y sobre todo, en las meriendas infantiles. Parece ser, que las madres de la crisis se han acordado de repente que ellas merendaban en su infancia un pedazo de barra con cuatro cuadrados de chocolate "La Campana" en el interior, y  han dejado de comprar galletas con la silueta de Bob la Esponja, que tiene más porquería dentro y encima son más caras. Eso sí, espero que hayan encontrado en el mercado patrio una solucción alternativa al chocolate de "La Campana",  al que sólo le salva la nostalgia que pueda producirnos,  porque era bastante malo!

    La Iglesia Católica nos acostumbró a pedir por "el pan nuestro de cada día" y yo, que ya abandoné hace muchos años el acto reflejo de la plegaria, sigo pidiendo en mi subconsciente que no me falte mi ración de pan diaria: 250 gramos, no más, según los expertos nutricionistas, para evitar engordes innecesarios. Me temo que hay muchos días que los sobrepaso. Y peor será aún dentro de unos días más, cuando me de una vuelta por mi ciudad, que está situada en esa parte de España que desde el siglo XVII se llama "las tierras de pan llevar". Les ahorro los detalles de las hogazas de pan de mi tierra, grandes, rotundas, con esa miga espesa y blanca que vale igual para acompañar jamones y chorizos que para reconstituir la Sexta Flota navegando por un plato de cocido; que las compras el lunes y el jueves sigues comiendo de ellas, y cuando se endurecen sin remedio, aún valen para hacer gazpachos, salmorejos y migas varias. Ni les cuento los kilómetros que tendrán que hacer mis piernas en noviembre para poner remedio a tanto pan. Quizás algo de razón tenga el doctor Davis y el pan sea perjudicial para las articulaciones. Buen provecho!

domingo, 20 de octubre de 2013

Los infrecuentables

   Erase una vez un viejo continente llamado Europa, donde la gente estaba acostumbrada a solventar sus diferencias a bombazos, y así fue al menos durante veinte siglos de su historia. En la última de estas peleas, provocada por los delirios un loco bajito, bigotudo y racista, murieron varios millones de personas, y se organizó un genocidio de proporciones colosales, cuyas consecuencias estamos padeciendo, en otras partes del globo, hasta el día de hoy. Unos años después de esta última contienda, un avispado luxemburgués, llamado Robert Schuman y un francés no menos clarividente, de nombre Jean Monnet,  concluyeron que buena parte de las disputas tenían su origen en la lucha por las materias primas, así que pensaron que creando un mercado único que las aglutinara, y poniendo en sintonía las dos grandes potencias productoras del carbón y el acero, se podría comenzar a pensar en una unión europea de cierto calado que terminara con tanta guerra inútil. 

    No les sigo contando el cuento porque me lo sé como el Padrenuestro (o quizás mejor) ya que he tenido que estudiarme con profundidad este capítulo de la historia en varias ocasiones, y por motivos varios; si les pica la curiosidad, ya tienen ustedes la Wikipedia. La moraleja del cuento es que desde 1950, fecha  en la que estos dos prohombres pusieron en marcha su invento, Europa ha disfrutado del más largo periodo de paz de su historia, y  ha sumado a su club a muchos países, como el mío, Grecia, Portugal, o los muchos países de la antigua esfera soviética,  que han atravesado zonas de oscuridad y han pedido ser miembros de la Unión Europea para que se les reconociera de puertas para fuera la impecable convivencia democrática de sus ciudadanos, requisito ineludible para ser miembros del equipo UE. Y la fundación Nobel así lo reconoció el año pasado y nos dieron un premio que, modestamente, creo que todos los europeos nos merecemos...hasta ahora.

   Porque ahora resulta que, por culpa de unos desalmados que se dedicaron a jugar con nuestros ahorros en las bolsas del mundo entero (quién se acuerda ya del carbón y el acero...) el personal se está alborotando y lo que es peor, está perdiendo la memoria, y está dispuesto a votar en las elecciones (las que sean) a unos nuevos locos con delirios igualmente peligrosos que hace sesenta años, igualmente racistas y lo que es peor, que aparentan una normalidad democrática que no es más que una careta que se quitarán en cuanto lleguen al poder  y comiencen a gobernar pasándose los parlamentos por la entrepierna. Y por supuestos, convencidos de la superioridad de la raza Aria, y de la obligatoriedad de eliminar a los de otro color, otra orientación sexual, otro credo y vaya usted a saber cuántos "otros" horrores más. Me da igual que se llamen Front national, Amanecer Dorado, Falange Española Renovada, Lega Nord, FPO, British National Party, Vlaamse Blok y no sigo porque me asusta lo larga que se está haciendo la lista. 

    Y me  preocupa que hasta hace poco, los europeos estábamos de acuerdo en que esta gentuza era infrecuentable, y ahora  muchos coquetean con ellos y con sus peligrosas ideas para pescar en río revuelto y no perder votos, sin pararse a pensar con quién se están juntando, o a quién están copiando: los infrecuentables se han convertido en respetables, y es ahí donde reside su peligro. Me aburre repetir un discurso que ya escribí el 9 de mayo del 2012 ( véase "Y a éstos quién va a pararlos?") con unas imágenes de la película  "Cabaret" como apoyo. Esta semana he vuelto a ver "Cabaret" en la filmoteca (para evitar a los que comen en los cines la filmoteca es una buena solucción) y me ha vuelto a estremecer la dichosa escena como ya lo hizo hace años.  Miren ustedes, yo tengo hijos, no son de raza Aria (y aunque lo fueran) y  sólo  por ellos tengo el deber de luchar por un planeta más limpio, no sólo ecológicamente limpio, sino sobre todo limpio de quien todavía piensa en el Siglo XXI que la palabra "raza" se nos puede aplicar por grupos a los humanos, o que puede ser un argumento electoral...Que tengan ustedes una feliz semana, de todas formas.

jueves, 17 de octubre de 2013

Cambio de armarios

    Hace unos días vi en el Telediario una noticia curiosa; Y antes de seguir hago un paréntesis: hace unos días vi un Telediario, que es algo que no hago casi nunca por dos razones. La primera porque todos los informativos de las televisiones cuyos idiomas entiendo son todos la voz de su amo (del que gobierna) excepto los de la BBC; y la segunda y más importante, porque ver el Telediario todos los días, y aún peor, estar esperando a que lleguen las nueve para verlo, es un síntoma alarmante de vejez; y de estos síntomas servidora huye como de la peste, aunque luego tenga otros achaques. 

    Como les iba diciendo, vi un telediario donde, como de costumbre daban una noticia simpática antes de que apareciera  María Escario a hablar de fútbol durante otra media hora; La noticia era el cambio de temporada y la llegada de los primeros fríos, que obligan a mucha gente a efectuar el consabido cambio de ropa en los armarios. Como en España, otra cosa no tendremos pero originalidad para buscarnos la vida nos sobra, resulta que hay unas señoras (en el paro, presumo) que van por las casas ofreciendo sus servicios para efectuar el engorroso cambio de armarios con distintas tarifas que van desde el simple cambio de ropa, hasta el llevar a la tintorería la que hay que limpiar, arreglar o ajustar la del invierno anterior e incluso asesorar al cliente sobre el contenido del armario y aconsejar que es lo que merece la pena guardar o no. Se imaginan si tuvieran que cambiarle los armarios a Angela Merkel? Me pareció muy buena la ocurrencia de las señoras en cuestión, aunque me pregunto quién recurrirá a sus servicios en un país en el que tres cuartas partes de la población está a dos velas, y los que no lo están ya tienen quién les cambia los armarios. 

    No crean que el asunto me tiene sin dormir, pero lo de recoger camisetas y bañadores y sacar a la palestra pantalones de pana y abrigos, es una operación que todos los españolitos hemos visto hacer a nuestras madres y que, me temo que, inconscientemente, repetimos todos ahora que somos los amos de nuestro hogar, aunque ya no sea tan necesario. Y es más, me atrevo a decir que debe ser una manía patria, fomentada por la pequeñez de los pisos en los que nos criamos las gentes del sur, porque por estas latitudes nórdicas que habito, donde los metros cuadrados de vivienda son generosos, lo de sacar y meter ropa de verano o de invierno es una tarea superflua. Hace años, sin embargo,  la operación "cambio de armarios" era una auténtica maniobra militar planeada al milímetro por nuestras madres, que nos secuestraban en casa durante toda una tarde para probarnos todo tipo de prendas, aplicar rodilleras o coderas, subir o bajar dobladillos y efectuar las trasmisiones correspondientes de mayores a pequeños, porque como no existía Zara, les puedo asegurar a los más jóvenes del lugar, que los pantalones Lois (orgullo de la industris textil nacional) los zapatos Gorila y las faldas escocesas tenían en nuestras casas familiares  más vidas que un gato. 

    En este mi hogar ya hemos procedido diligentemente al cambio de armarios hace unas semanas, porque el cambio climático sólo se apiada de los países pobres y simpáticos, ya se sabe; en los demás hace frío y llueve a la que te descuidas y generalmente a primeros der septiembre. La buena noticia es que podemos ver por calles y parques esos árboles que de repente se vuelven rojos como tocados por una varita mágica y que a mí, año tras año consiguen hipnotizarme cuando paso a su lado. Por muy mayor que me haga y pretenda estar de vuelta de todo, nunca dejará de sorprenderme y maravillarme la sucesión de las estaciones, y los colores cambiantes que las acompañan. Y la mala noticia es que dentro de pocos días nos van a cambiar la hora, para nuestra desdicha, y todos tendremos ganas de convertirnos en osos y pasar el invierno en nuestra caverna. Vayan preparándose y saquen del armario la mantita para arrebujarse en el sofá...yo esa también la recojo en verano. Las manías se heredan, a veces.

lunes, 14 de octubre de 2013

Para todos los públicos

    A mí me gusta el cine, supongo que como a mucha gente, pero lo que me gusta de verdad es IR AL CINE (con todas estas mayúsculas) y eso, ya no me queda claro si le gusta a tanta gente. Entre otras cosas, porque los dueños de los cines, los gestores de las productoras, los que administran la cultura y el público mismo en muchos casos, han hecho todo lo posible para que no vayamos: precios por las nubes, proyecciones que a veces dan asco, sonido que te perfora los tímpanos y está pensado para una proyección en asilos de ancianos sordos, circuitos reducidos para el cine de autor, versiones dobladas (en España) y venta de todo tipo de porquerías comestibles y bebibles que hacen ruido por sí mismas, obligan a hacer ruido a quienes las comen y las beben y dejan la sala como un estercolero, hay quién de más?

    Pues yo, a pesar de todo, voy al cine con gusto; es más, si por mí fuera mi única salida semanal sería para ir al cine, como las solteronas de la posguerra. El cine me ha dado mucha de la cultura que (creo que) poseo, me ha abierto la mirada y los horizontes de par en par, y me ha hecho soñar despierta como ninguna otra manifestación artística que yo conozca. E insisto, cada vez que voy al cine (y cada vez voy menos porque mi vida, como la de todos los de mi franja de edad es complicada) me digo que me compraré una pantalla de metro y medio cualquier día de éstos y que me pondré películas en mi casa...Aunque sé positivamente que no lo haré, porque comprarse una pantalla y un proyector significa aprender a usar ambas cosas y si no me he comprado un teléfono inteligente hasta que un desgraciado me robó mi viejo Nokia con teclas, imagínense todo lo que tiene que llover para que yo me meta en un Media Markt y salga con el proyector bajo el brazo!

    Me fastidian varias cosas de las salas de cine, aunque sin dudarlo, lo que más me fastidia es el público, sobre todo ese que llega tarde y pretende sentarse en la mitad de la fila de en medio, dando por hecho que todo el mundo se va a levantar; o aquellos a quienes sólo les falta encargarse una paella y un cuarto de pollo asado para comérselo según ven la película, a la vez que sorben con profundidad y empeño hasta la última gota posible del vaso de refresco, y que por supuesto lo dejan tirado todo por el suelo cuando se marchan; por no hablar de los que van al cine a hablar, de cosas miles que poco tienen  que ver con la película, de los que tienen el Whatsapp abierto que emite silbidos cada medio minuto o de los que sentados detrás de tí cruzán y descruzan las piernas sin parar propinándote la consiguiente patada en los riñones. Si a ésto se le suma el precio de la entrada, el del parking y lo que hay que pagarle a la niñera de turno para que se quede cuidando a tu prole, verán ustedes que el cine es un capricho bastante caro que, si uno no es cinéfilo, da bastante poca satisfacción a cambio de muchas incomodidades. La otra opción es ir permanentemente a la sesión de las tres de la tarde (las cinco en España) que es la que yo contemplo para mi jubilación.

    Todos estos inconvenientes los soportábamos antaño en aquellas proyecciones domingueras clasificadas "para todos los públicos", donde ya sabíamos que ir al cine implicaba muchas otras cosas que no eran estrictamente ver una película. Los padres nos llevaban a los hijos para tenernos un par de horas quietos y callados, los novios iban para besarse, los abuelos para salir de casa y las madres de familia para ver a los actores de Hollywood que, consideraban ellas, que eran lo que les hacía falta como hombre y que, justamente  no encontraban en casa. Y haciendo memoria, me doy cuenta que en aquellas sesiones de cine para todos, vimos muchas joyas cinematográficas, con menos ruido y menos molestias que a día de hoy. Aunque, por otra parte, lo del cine "para todos los públicos" ha desaparecido, porque lo que le gusta a los niños no nos gusta a los mayores y viceversa. O lo que está pensado para críos (véase, muchas de las películas de Pixar) nos gusta más a los padres y a ellos les va más la violencia gratuita de vengadores, comandos militares y juegos del hambre o la insoportable cursilería de las sagas de vampiros de nuevo cuño y musicales de colegio, que a nosotros nos horrorizan.

    Viene a cuento todo este rollo porque este fin de semana he visto "The Butler" (que espero que en España hayan tenido la decencia de traducir simplemente como "El mayordomo" ) una película más que decente y sumamente entretenida, en compañía de mi familia, en una proyección de media tarde donde, a pesar de ser una película para todos los públicos, el público era mayormente maduro (de mí para arriba) con la excepción de mi hijo adolescente, el único de la sala. Y con la excepción de una pareja de jóvenes en torno a los veinticinco que hicieron todos los ruidos posibles mientras se pegaban un banquetazo de Nachos con salsa de Huacamole y que, por supuesto, abandonaron a medio comer tirados por el suelo con su salsa incluida. A mi hijo le encantó la película y ahora lo quiere saber todo sobre Kennedy y Martin Luther King, a la pareja de guarros espero que no les haya gustado nada, porque así por lo menos podremos confirmar lo que hemos dicho más arriba...

    Y si quieren saber de cine, no me sigan a mí, sigan a mi amigo el lúcido bloguero, que él si que sabe! www.cinealdesnudo.com.

  

miércoles, 9 de octubre de 2013

Reunión de padres

    Habrá quien se pregunte donde me he metido desde hace una semana, y puede ser que los lectores habituales piensen que he sido abducida por mi nuevo teléfono inteligente; pues de eso nada. He estado enzarzada con asuntos varios que me han tenido la cabeza ocupada y el tiempo dividido, y entre estos asuntos, priman los académicos, como buena madre de dos escolares que soy. En esta época del año toca entretenerse con un asunto llamado "reunión de padres" que consiste en ir al colegio por la tarde-noche y apenas salidos del despacho; allí se pasa uno unas horas, te dejan sin cenar, te aprietan los zapatos que llevas puestos desde las ocho de la mañana, y con suerte consigues enterarte medianamente de quienes son los profesores de tus hijos. Estos profesores, amablemente te presentan su asignatura, el programa de la misma para todo el año, la hora de la semana en la que te reciben y atienden a ruegos y preguntas miles de unos padres que, por lo general, somos bastante pelmas. Al final de la sesión vuelves a casa al borde del coma diabético (de hambre) y cargada de dudas y de informaciones que a veces más que tranquilizar son motivo de taquicardia. Como mi santo esposo, además de santo es profesor, él a veces tiene que volver a uno de estos saraos en calidad de profe y no de padre, con lo cual por el mismo precio se lleva sesión triple...

    Cuando pienso en estas reuniones donde, por desgracia, tampoco nos libramos del Power Point, con turnos de preguntas donde se plantean hasta dudas de trigonometría y se intercambian direcciones de correo electrónico o páginas web donde encontrar temarios y fechas de exámenes, no puedo por menos pensar en unos instantes en mis propios padres y en el colegio de monjas donde me eduqué. Pienso en esos padres que se portaron ms que decentemente conmigo como padres pero a los que no imagino volviendo a casa como volví yo ayer cargada de papelotes y notas manuscritas donde se hablaba de gramáticas francesas y alemanas o de física nuclear. Es más, reto a cualquiera de mi edad a que me demuestre que sus padres conocían de antemano y con detalle las fechas de sus exámenes y los programas de sus asignaturas: no hay quién. Y ya no hablemos de las monjas, bastante más preocupadas cuando se reunían con los padres en sacarles los cuartos que en explicarles el programa de matemáticas de 2° de BUP. Lo único que explicaban con todo lujo de detalle era lo mal que nos portábamos.

    Ser padre de unos escolares de siglo XXI no es nada fácil y ya ni sé cuantas entradas he escrito en este blog sobre este sujeto. No insistiré de nuevo en la dificultad de gobernar a unas criaturas que ya viven gobernadas por Internet y el teléfono móvil. No sé muy bien si preocuparse cada día por sus deberes, por lo que hacen y no hacen,por los cuadernos que pierden y los exámenes que no repasan es el mejor servicio que podemos hacerles. No sé si estamos criando una generación de asistidos que se están acostumbrando a andar por las calles y a salir de noche ms pronto que nadie, pero que se echan a temblar ante el primer bache que encuentran por el camino, comenzando por los deberes. Insisto: no lo sé, y además creo que no lo sabe nadie. 

    Cada uno somos como somos y yo como madre soy del género "encimera" (no de cocina, sino de estar encima) y especialmente "encimera" con la cosa escolar. Tengo argumentos para ello: con la mala pinta que tiene el mundo últimamente, estos pisos que nos compramos en plena burbuja y que ahora no valen ni la mitad, nuestros sueldos sometidos a hachazos permanentes y unas pensiones que quién sabe si llegaremos a cobrar algún día, si es que alguna panda de chorizos de guante blanco no se las ventilan antes. Con todo ésto, digo, lo único que les vamos a dejar a nuestros hijos es una buena educación, en sus múltiples facetas. Y esa buena educación, cuando se trata de ecuaciones de segundo grado, del Cantar del Mío Cid y de los verbos irregulares ingleses, se requiere estar encima. Nuestros padres no lo hicieron, porque en muchos casos tuvieron que atravesar el desierto de la posguerra sin saber dividir por más de dos números. Muchos de nosotros hemos llegado un paso más adelante y me atrevo a decir que es casi un deber moral el procurar que nuestros cretinos herederos lo sean un poco menos el día de mañana.

    Ayer noche, después de mi segunda reunión de padres en menos de una semana me lancé sobre los sonetos de Shakespeare, que me ayudan a coger el sueño desde hace una semana, y leí el que les dejo a continuación (sólo les dejo la mitad) como si una mano inocente lo hubiera puesto en mi camino:

"Al tiempo que tú menguas crecerás
en uno de los tuyos, al que dejas;
la savia que, de joven, sepas dar
será tu propiedad cuando envejezcas.
En ello hay sensatez, belleza, aumento;
sin ello, necedad, vejez, estrago".

    Siempre hay que volver a los Clásicos...

miércoles, 2 de octubre de 2013

Mi móvil y yo (segunda parte)

    Evidentemente, con el título de esta entrada, no les queda a ustedes más remedio que leerse la primera parte ("Mi móvil y yo" 19 de junio de este año) si quieren  reirse un poco, que es el fin de muchas de mis entradas aunque algunas, reconozco que son más bien para llorar. Viene a cuento hacer una segunda parte porque todo lo que yo vaticinaba en la primera que me iba a ocurrir, ha ocurrido: se acabó mi historia de amor con mi viejo Nokia con teclas y heme aquí recién llegada al mundo táctil, que no es aquel en el que la gente se toca,  sino en el que cada uno toca una pantalla, que es bastante menos interesante. Y todo ello, sin que el pobre Nokia se haya muerto, sino que me lo han robado! Que ya hay que tener ganas de robar un teléfono de seis años, sin Internet, ni cámara fotográfica, ni nada de nada.

    Y ahora viene lo bueno: dónde me han robado el móvil. En el Metro? En la cola del supermercado?   En Zara mientras me probaba unos pantalones? Pues no, me lo han robado en un concierto de música clásica, en un teatro; para los que no vamos a misa, se me ocurre que ésto es lo más parecido a que te lo roben en una iglesia; o incluso peor, pues como bien me indicaba ayer una amiga, dentro una iglesia a veces hay gente muy necesitada.  Se ve que hay ladrones melómanos, en el fondo es un alivio pensar que hay quien roba escuchando a Beethoven.

    Y mi llegada al mundo táctil no ha sido gloriosa porque lo de las pantallas táctiles no está en mi ADN (aunque yo creo que no está en el ADN de nadie) y porque no entiendo muy bien por qué fabrican estos cacharros multiusos que sirven para mil cosas pero que, justamente, lo que peor hacen es llamar y dejar que te llamen.Yo antes era capaz de coger el teléfono con una sola mano y mandar un mensaje a la vez que le daba vueltas a la cazuela; con el modelo que obra en mi poder desde ayer, necesito las dos manos para poder contestar cuando me llaman y aún así llego tarde; lejos de ver ésto como un adelanto, me parece que mi calidad de vida telefónica ha descendido unos cuantos enteros. El amable vendedor de la tienda, viendo mi cara de asombro ante las múltiples funciones del cachivache que he comprado muy a mi pesar, intentó darme un cursillo acelerado; y cuando digo acelerado significa que me explicó todas las funciones básicas en dos minutos...olvidando la más básica de todas ellas: qué hay que hacer para llamar, o para descolgar cuando te llaman...significativo, no creen?

    Así pues, dense por satisfechos que he encontado media horita para poner estas líneas que, de paso, me sirven de desahogo, porque desde hace tres días vivo pegada a una pantalla táctil, toqueteandola sin descanso e intentando saber qué hacer con ella sin sentirme una perfecta idiota. Porque los vendedores insisten en que estos teléfonos no llevan manual de instrucciones porque se aprende a usarlos de manera intuitiva, cosa de la que discrepo. No creo que exista una persona menos intuitiva para las máquinas que una servidora, aunque no me considero un caso perdido para la humanidad, porque la intuición me ha servido en ciertas ocasiones determinantes de mi vida para tomar decisiones de las que no me arrepiento (estudiar mi carrera, hacerme funcionaria, casarme, vivir donde vivo, elegir ciertas amistades); lo que nunca imaginé es que la intuición era fundamental para saber usar una máquina que, en principio, sirve para telefonear!..aunque haga de todo menos eso.

   No diré más, esta noche toca comenzar un nuevo libro y no quiero que el cacharro Samsung (ya está salí del armario) que reposa en mi cuarto me robe ni un minuto más de mi tiempo preciosamente reservado para leer. Buenas noches.