viernes, 28 de febrero de 2014

Vida en estéreo

    Les pongo en situación antes de iniciar el relato. Esta mañana he viajado desde la ciudad que me vio nacer hasta Madrid. Trayecto en un autobús de línea, con todas  las comodidades posibles: asientos de cuero reclinables, wi-fi, película, puntualidad y ruta sin escalas. En dos horas, fresca como una lechuga en Madrid, me digo. 

    Tengo una vecina de asiento, señora de edad madura (como yo) que me pide educadamente paso pues su asiento es de ventana y el mío de pasillo; entra comiéndose un Donut a pesar de que hay un cartelito bien evidente al lado del  conductor que prohíbe comer y beber dentro del vehículo. Como vengo de pasar unos días de descanso en la apacible España provinciana me digo que hay que relajarse y no le presto mayor atención al quebranto de las reglas.

    Nos ponemos en marcha y le suena el móvil. Me entero por su conversación que ha venido a la ciudad a enterrar a su madre que estaba muy enferma. Pasan diez minutos y le suena el pajarito del Whatsapp unas cinco veces;  "tranquila Concha, acaba de enterrar a su madre, serán pésames". No meinteresa la película porque la ponen ya empezada (no entiendo muy bien de qué sirve poner una película ya empezada, la verdad) y decido conectarme con mi iPad a una wi-fi que no funciona.Treinta minutos de viaje: yo no me conecto a la wi-fi de pacotilla pero a  mi vecina ya le ha sonado el pajarito otras seis o siete veces, porque ella, evidentemente, tiene 3G. Cuarenta minutos de viaje: me entero gracias a otro par de llamadas telefónicas que se acaba de divorciar y que a pesar de todo se lleva muy bien con su ex-marido que en el fondo es un pedazo de pan. Minuto cincuenta de viaje:por culpa del divorcio ha tenido que darse de baja en el gimnasio donde iba porque ya no se lo paga el ex-marido "qué capullo!" Añade, aunque en realidad dijo otra cosa más gorda que no escribo aquí por decoro.Pero no habíamos quedado en que era un pedazo de pan?

   Una hora de viaje: pajarito de Whatsapp número veinte (por lo menos) y yo calladita sin protestar.
 Será que los churros que me he comido esta semana tienen un efecto relajante? El niño se ha quedado a vivir con el padre porque le pilla la universidad más cerca de su casa, "así que, chica, como si volviera a mis veinte años". Una hora y diez minutos de viaje, entre tanto ajetreo telefónico y de mensajería, saca del bolso un bocadillo de lomo embuchado y no digo nada, aunque en ese mismo autobús hace unos años el conductor me echó una bronca por darle una galleta Príncipe a uno de mis hijos, entonces de corta edad;  se ve que en esto de pasarse las reglas por la entrepierna aún hay clases: lo suyo era lomo de bellota y lo mío pastelería industrial. Por cierto, las migas del bocadillo van a parar a mis piernas, porque hay que seguir contestando llamadas. 

    Una hora y media de viaje: el pajarito parece que se ha calmado y en el frente telefónico me entero que se quiere llevar la cama de su madre a Madrid porque después de separarse se ha quedado sin muebles, que las Rozas es un sitio horrible para vivir y que el comedor de casa de su madre se lo ha quedado uno de sus hermanas a pesar de que a ella en su nueva casa de divorciada le vendría de perlas. Faltan quince minutos para llegar a Madrid y ya ni me importa que la película estuviera empezada ni que la wi-fi no funcionara, porque el entretenimiento (o la gaita gallega) la he llevado sentada al lado. 

    Un par de pajaritos Whatsapp  más y estamos en Madrid, la señora se despide de mí amablemente y sale de la estación pegada a su teléfono. Ni se imagina que va a ser protagonista, esa misma noche, de una página de un blog cualquiera. Ni tampoco que ha venido sentada al lado de un pitbull que, en otro tiempo de su vida y sin el efecto terapeutico del susodicho blog le hubiera mandado callarse y callar al pajarito en el minuto diez de viaje, y por supuesto le hubiera hecho notar que hay un cartel bien claro donde dice que en el autobús no se come. Creo que hay que estudiar seriamente el efecto sedante de los churros sobre las personas, tengo pruebas científicas que lo demuestran. Feliz fin de semana, y tengan cuidadito con lo que van contando por ahí desde sus teléfonos. 

miércoles, 26 de febrero de 2014

Vida de provincias

    Uno va y se compra un pisito en la ciudad donde nació, y donde afortunadamente, aún guarda no sólo recuerdos, olores y sabores, sino una buena panda de amigos, y unos cuantos parientes, en mayor o menor grado de cercanía. Eso lo hacían antes los emigrantes y lo llamaban comprarse una casa en el pueblo, y era el mayor grado de reconocimiento social al que se podía aspirar, junto con volver cada verano al volante de su propio Mercedes. Los tiempos han cambiado y la emigración tiene muchas y variopintas facetas (de las cuales yo, afortunadamente sólo he probado las mejores) . En mi caso, esa casa  no es tal casa, sino un modesto piso en una comunidad de vecinos, y no está en un pueblo, sino en una capital de provincia, de las medianas, aquellas que los madrileños visitan los fines de semana,
alabando sus piedras, sus calles peatonales y lo bien que se come por dos duros, para volverse el domingo por la tarde a su capital a tomarse sus relaxing cups de lo que toque.

    Cuando compré mi casa del pueblo, o mejor, cuando la compró el banco y empezó a vendérmela a trocitos, muchos me intentaron disuadir de la operación con argumentos pueriles como el hecho de que en las provincias nunca pasa nada y que me acabaría aburriendo, yo, que para aburrirme tengo que proponérmelo e incluso seguir un cursillo! Y se equivocaban  de medio a medio porque en las provincias pasan más cosas de las que esta humilde plumilla puede dar abasto a comentar. Y no me meto a contarles todo lo que la prensa local incluye en la página de sucesos, porque hay crímenes para todos los gustos y dignos de ser argumento de una serie de televisión: vecino mata a vecino de un hachazo; hermana se pelea con hermana a mordiscos; anciano cultiva marihuana y muere entre sus plantas, comunidad de propietarios secuestra al administrador porque sospecha que les está robando, y así sucesivamente.

    Lo que sí les cuento que hace dos días varias familias gitanas han invadido los juzgados de mi ciudad para reclamar que les devuelvan el dinero cobrado en exceso por mor  del tasazo de Gallardón; como siempre, los gitanos son los más informados de sus derechos, aunque sólo sea por todo lo que se los han pisoteado, y se ve que los gitanos de provincias, aún más y mejor informados.

    Y les cuento también que el día que llegué, en una plaza cercana a mi casa, la policía se pasó la tarde poniendo paz (y repartiendo algún palo de paso)  entre dos grupos de manifestantes unos radicales de derecha gritando improperios contra ETA y el aborto y otros, radicales de izquierda,
 gritando improperios contra la lentitud de la liberación de los presos de ETA y contra la nueva ley del aborto; y por supuesto, unos gritando contra los otros y dándose bien de leña  entre ellos. Cerré los ojos y pensé que en la España de los años treinta el griterío debía ser como aquel...qué miedo.

    Y ayer fui al cine con mi hijo a ver una película de George Clooney, "The monuments men" que sin ser una joya cinematográfica, me entretuvo durante dos horas y le enseño a mi heredero muchas de las atrocidades cometidas por los Nazis contra el patrimonio artístico de Europa. En París esta película se estrena el 12 de marzo, en mi ciudad de provincias ya la hemos visto. Para que luego digan que es aburrida...o que nunca pasa nada...Envidia cochina! 

lunes, 24 de febrero de 2014

En vivo y en directo

Esta es la última de nuestros queridos seres hormonales (gracias a mi amiga la empresaria por prestarme la definición). Se ponen en un vaso varios mejunjes más o menos bebibles, por ejemplo: leche, Coca-Cola, aceite de oliva, zumo de piña y unas gotas de tabasco, sal y comino, se revuelve todo y se lo bebe uno mientras se autofilma con un iPhone o similar. Después se cuelga la filmación en una red social, y el hecho de haberse tragado el potingue da derecho a nombrar al siguiente pavo que acometerá el mismo estúpido proceso. Y así hasta el infinito, soportando los ardores
y retortijones que la  bromita pueda acarrear, y dando gracias al cielo porque nuestro estúpido retoño que ha accedido  a seguir el juego no lo haya hecho en versión original, que consiste en lo mismo pero con mezcla de alcoholes varios y fuertes bebidos dentro de una bota militar o de un preservativo o directamente de la taza de un retrete. Qué les parece? En el Reino Unido, siempre tan avanzados ellos en materia alcohólica, la broma ya cuenta varios muertos. Se llama Neknomination, pero se podía beber "tontos reunidos bebiendo", el inglés es una lengua muy útil para darle un tono de modernidad a cosas que son bastante primitivas.

     Y cuando por fin se haya desarrollado la campaña de concienciación social para parar semejante desvarío, da igual,  estos chavales dependientes de las pantallas y los universos táctiles más que de la teta materna, se inventarán otra aberración para seguir haciendo lo que más les gusta: salir en una imagen y contar sus vidas en ellasNosotros no lo entendemos, y creo que hacemos mal, como no entendemos que no les guste leer, pero lo uno y lo otro son el signo de los tiempos, y cuanto antes aprendamos a digerirlo menos disgustos nos llevaremos. Siempre que digerir no signifique pura y limpiamente comulgar con ruedas de molino.

    Andy Warhol justificaba muchas de las locuras que veía, e incluso que protagonizaba diciendo que todo el mundo tenía derecho a quince minutos de fama y gloria en su vida. La televisión y su invasión permanente de nuestros hogares cambió de arriba a abajo lo que nuestros abuelos llamaban la vida de puertas adentro, la telerrealidad dejó esas puertas adentro inutilizadas e inclusos puestas en evidencia.
Y desde que existe Facebook, ya no queda resquicio de la vida humana que no sea materia de emisión, radiodifusión, comentario en la plaza pública. A nosotros nos molesta y nos asusta, a nuestros herederos les parece lo más normal del mundo, y lo que no se puede contar a través de las ondas, casi mejor que no ocurra.

    Hace unos días me llegó una foto de un anuncio de un periódico donde un señor de un pueblo sevillano decía que le había cambiado el colchón a su hermano y se había tomado una tapita de queso, y que lo publicaba en el periódico porque él no tenía Facebook ni Twitter, pero que le parecía que él también tenía derecho a publicar cosas que no le interesan a nadie.Era desternillante y tenía el hombre más razón que un santo. Lástima de mi torpeza congénita que me impide subirles aquí la foto, yo desde luego si quiero que se sepa de mis cosas tendré que contarlas de viva voz, porque se ve que con las técnica he topado! Y de paso, les ruego disculpen en ésta y quizás alguna entrada más los errores de la separación de párrafos, puntuación y demás despistes, porque tengo que escribir en el teclado táctil y se me resiste...como todo lo que lleva una tecla, o una pantalla.


viernes, 21 de febrero de 2014

Ava y el avestruz.

    Una vez sobrepasado el ecuador de mi vida, si hay algo que echo de menos de mi infancia, e incluso de esa adolescencia que recuerdo vagamente  es la posibilidad de hacer el avestruz cuando vienen mal dadas. Considero muy útil la estrategia del avestruz, a la cual, si somos  adultos hechos y derechos ya no tenemos derecho a recurrir. No me digan que no es un placer cuando las circunstancias vitales se ponen feas, o en determinados momentos, cuando todo el mundo nos pide cosas y atenciones varias, cuando nos damos cuenta que tenemos esa edad-empanada en la que cuidamos de nuestros hijos y a la vez de nuestros padres (y si me apuran de vez en cuando hasta de algún hermano) no me digan que no sería maravilloso poder meter la cabeza bajo tierra y decir simplemente "no estoy". Pues si no se han parado ustedes a pensar en ello ya se lo digo yo: sería tan maravilloso como imposible que se produzca!

    Yo, que ya me he hartado en estas líneas de pregonar a los cuatro vientos que no soy una persona Zen y que no conseguiré nunca serlo, quisiera ser algo más que Zen. Quisiera ser una de esas personas-impermeable, que caminan por la vida sin amigos ni parientes de los que preocuparse, sin que les afecten ni los monzones asiáticos ni las plagas de langosta, o que les afecten tanto o tanto menos como los dolores de cabeza de la vecina de arriba. Una vez conocí a un tipo así, que se pasaba la vida en su sofá leyendo novelas de Dostoievsky y de Maupassant, después de haber renegado de familia y conocidos, y encontrado un trabajo que le permitiera ganar el dinero justo para no tener que salir mucho de casa; que vivía sin teléfono móvil y usaba el correo electrónico sólo por razones profesionales y que probablemente no tenía miedo a morir solo. Un raro, me dirán ustedes; quizás sí, pero miren por donde era una persona afable, aparentemente serena y de aspecto bastante normal. Cabe pensar que quizás el equilibrado fuera él y los desenfrenados nosotros.

    Y con esto llego a donde quería llegar:  me estoy acabando una biografía fantástica de Ava Gardner, escrita por un periodista cinematográfico llamado Lee Server, bastante buen conocedor de los entresijos de la industria de Hollywood. El personaje ya es de por sí fascinante, y su vida ni les cuento;  y me ha dejado de piedra el final, donde una Ava vieja pero no marchita, a pesar de todo el whisky que había bebido, de lo que había fumado  y a pesar de todos los hombres que se había trajinado, decide que ya está bien de darle gusto a todo el mundo (incluidos los espectadores de sus películas) y se encierra en un apartamento de Londres rodeada de perros y al cuidado de una vieja ama de llaves. Palabras textuales suyas, en una de las pocas entrevistas que concedió en los años de encierro (desde 1970 hasta 1990): "por fin puedo darme el gusto de hacer el avestruz".  Dicho por alguien que tuvo a sus pies a Frank Sinatra, Howard Hughes, Robert Mitchum y Luis Miguel Dominguín ("de qué sirve acostarse con Ava Gardner si después no puedes contarlo") es bastante más llamativo que dicho por una servidora.

    El libro: "Ava Gardner. Love is nothing" de Lee Server. Las películas: maravillosas todas, pero me quedo con "Mogambo" y "La condesa descalza". El avestruz: un bicho repugnante de plumas y dos metros de altura... pero qué suerte la suya poder meter la cabeza bajo tierra de vez en cuando!  Los que no somos Ava Gardner no podemos.




lunes, 17 de febrero de 2014

Irse y no hacerse

    Suiza es un curioso país, donde le piden opinión a la ciudadanía hasta para fijar la altura que tienen que tener los retretes públicos. Todo pasa por ser materia de referendum en este país, y ya sabemos que ésta, la del referendum,  es un arma que carga el diablo, incluso cuando los que participan son los civilizados suizos. Esta vez les preguntaron si querían acabar con la libre circulación de los ciudadanos de la Unión Europea (ese club al que no quieren pertenecer)  por su país y contestaron que sí.  Con su pan se lo coman; aunque es un tanto incómodo el resultado, porque este forúnculo de país está colocado en pleno centro de Europa, allá donde se cruzan todas las carreteras,  todos los ferrocarriles y todas las cordilleras; y encima son ricos. 

   Son ricos de tradición, como otros somos de tradición mentirosos, o cantantes; porque los primeros millones los hicieron con la primera Gran Guerra, continuaron siendo custodios de todo lo que los nazis expoliaron por Europa; y siguen su tradición de dinero dudoso guardando todos los millones que se escapan por las rendijas de la corrupción y de los sistemas financieros corruptos. No debe ser casualidad que Urdangarín haya decidido irse a vivir allí, no...

    No me parece Suiza un país "molón", como decía Chus Lampreave en el dichoso anuncio navideño de Campofrío. En realidad, ninguno de los nuestros es un país molón, porque toda Europa ha dejado de ser tierra de acogida y no queremos que nadie venga, y menos aún, que se "hagan". Nos seguimos tragando esa leyenda que dice  que los inmigrantes vienen a nuestros países a tener hijos, operarse de varices y juanetes y a cobrar el paro sin doblar ni un meñique. Me aburre tanto este tema, que por una vez me voy a ahorrar esas estadísticas también aburridas y que tanto me gusta propinarles: vayan ustedes mismos a consultarlas en la página web de Eurostat (www.eurostat.europa.eu). Solo les digo que la carga financiera y material que representa la inmigración europea para todos nosotros es del 0'7 del PIB  europeo. Cifra que creo que, a pesar de la crisis nos podemos seguir permitiendo. Porque aunque se arreglen la dentadura y cobren de nuestras maltrechas arcas públicas, a cambio barren nuestras calles, recogen nuestras basuras, descargan los contenedores en nuestros puertos, cosechan toda la fruta de nuestros invernaderos y empujan las sillas de ruedas de nuestros abuelos. 

    Puede que tengan cuatro a cinco hijos cada uno que, por supuesto, van a nuestras escuelas y los curan nuestros pediatras; pero teniendo en cuenta que dentro de nada la población europea mayor de ochenta años será un grupo más numeroso que la de los menores de veinte, no veo yo mal que se queden entre nosotros, aunque sólo sea para ver  por las calles más niños y menos arrugas. Consultando mi propia hemeroteca me doy cuenta que ya en noviembre del 2011 publiqué una entrada al respecto ("Que se queden") . Ya ven, ni escribiendo un blog a modo de terapia me puedo quitar de encima mis fijaciones ni ser menos machacona de lo que ya soy sin blog...

    Nosotros, los de los países venidos a menos, no queremos que nadie se haga de los nuestros, y mientras tanto, algunos de nuestros ricos, se hacen de países macarras, como Depardieu, que se ha hecho moldavo; o los futbolistas se cambian de pasaporte para poder ir donde les paguen más y les lleven a la copa del mundo. Me temo que nuestros pobres emigrantes vienen a parar  aquí simplemente esperando sobrevivir, que ya es menos que vivir, y sin más exigencias a cambio.

    Europa se hace vieja y se agrieta por los cuatro costados, enzarzándose en batallas absurdas como esta de impedir que la gente viaje y se instale donde quiera y pueda ganarse honradamente la vida. Y encima tenemos una  institución llamada Parlamento Europeo, que se supone que es la que nos defiende a los ciudadanos ante los gobiernos, que en pocos meses, si Dios no lo remedia va a ser un hervidero de racistas, xenófobos y extremistas antieuropeos de toda calaña. Por si no le bastara con ser un cementerio de elefantes. Si seguimos así, este continente poblado de viejos achacosos necesitará todo un ejército que nos ayude a empujar los andarines que nos harán falta para caminar y para entonces, los que empujan ya se habrán ido a otra parte donde les quieran más y les traten con más respeto.

jueves, 13 de febrero de 2014

Un día para quererse

   Mañana es San Valentín. Espero coincidir con la mayoría, y a ser posible con la totalidad de mis lectores en que es una cursilada de día, aunque el pobre San Valentín no tenga culpa de ello, ni de la marea de corazones rojos que invaden nuestros escaparates, semáforos, paneles anunciadores y demás ventanas al mundo. Y supongo que dedicarle al evento una entrada de mi blog y con ello, unas cuantas neuronas, de las que ya cada vez  me van quedando menos, es un lujo que no debería permitirme. Pero  me doy cuenta que no estaría nada mal dedicarle un día del calendario al amor con todas sus letras, ya que se los dedicamos a las enfermedades raras, a la protección de los fondos marinos y a la lucha contra el tabaquismo, entre otras muchas maldades que cometemos los humanos. Lo malo es que dedicarle un día al amor implica profusión de corazones, regalos horteras  y cursilerías, que deberían estar prohibidas por real decreto. Francamente, no estaría mal dedicarle un día al año al hecho de querer y ser querido, ahora que somos todos tan propicios a no querer. Ejemplos? Se los doy. 

   Empecemos por los suizos, que son un país mal amado de todos los europeos, porque lo tenemos ahí en medio de todas nuestras carreteras y de todas nuestras montañas y fronteras. Por fin se han dado cuenta que no les queremos y han decidido que eso de la libre circulación nos lo guardemos para nosotros; porque ellos quieren nuestros ahorros y dineros importantes a evadir, pero a nosotros no, y menos si venimos de países gandules y derrochones. Como los ánimos están levantiscos, la Comisión Europea rápidamente les ha respondido que se queden ellos con todos los estudiantes Erasmus que nos mandan (que tampoco los queremos) y que ya les devolveremos también el rosario de su madre cuando lo encontremos. 

    Cataluña no quiere ser España, a pesar de que España y buena parte de sus españoles se empeñan en que tienen que querernos (a veces me pregunto por qué) y mientras deciden de qué manera rara van a ponerle fin al matrimonio forzoso, o mientras deciden si no sería mejor dejar al matrimonio forzoso como está, tienen mareadita a la población, cuyo sector inteligente entona aquello de "ni contigo ni sin tí tienen mis males remedio"...Que conste que algunos matrimonios forzosos hasta dan buen resultado con los años. 

    La Infanta Cristina se defiende ante la justicia invocando la confianza y el amor a su marido, a pesar de que en su fondo sospechara que un poco mangante sí que era; pero tanto querer le ha granjeado el desamor de la población (que probablemente le importe poco) y el de su augusto padre, que si la quiere como todo padre quiere a su hija, tiene que aparenta en público que no. El ministro Wert no quiere a nuestros actores y directores y no va a la ceremonia de los Goyas, lo cual a toro pasado es como para darle la razón, visto el bodrio de ceremonia y vista  la mediocridad de las películas de esta añada, flojita ella. La cuestión es que cuando eres ministro de algo tienes que querer a los de ese algo, porque para eso te han puesto.

    Si sigo con la lista tengo para toda la noche, porque no quererse es lo más fácil, y quererse, en muchos casos, muy complicado.Y si hace dos años me descolgué con San Juan de la Cruz, poeta del amor donde los haya, aunque fueran los suyos unos amores un poco particulares (el amor divino...admito que no es simple, no); este año les dejo con un soneto de Quevedo, que aunque por su cara de broma, sus anteojos exagerados y haber pasado a la historia como un señor amante de las palabras retorcidas, parece que también era amante de las mujeres y para mí, el mejor poeta amoroso del Siglo de Oro:

DEFINIENDO EL AMOR

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida, que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido, que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo,
enfermedad que crece si es curada.

Éste es el niño Amor, éste es tu abismo:
mirad cuál amistad tendrá con nada,
el que en todo es contrario de sí mismo.


   Leanlo un par de veces, merece la pena; y luego a quererse, primero a uno mismo, luego al prójimo y si queda algo, al resto de la humanidad. Lo de querer a  los animales ya saben que no es lo mío, pero les concedo al menos el beneficio de la duda. De lo que no hay duda es que hay que quererse todos los días del año, sin esperar a San Valentín y su ejército de cursilerías.

domingo, 9 de febrero de 2014

Cortos de palabras

    Hace unos días ha llegado a mis manos un estudio publicado en Francia,  sobre el uso del lenguaje entre los escolares de quince a dieciocho años. A los franceses no les importa gran cosa con quién se acuesta el presidente; pero si hay algo sobre lo que no bromean es sobre su idioma y su ortografía; cosa que nos diferencia profundamente de ellos, pues en España somos más tolerantes ante un "haber" sin "h" que ante la posibilidad de que Rajoy sea pillado echando una cana al aire con Paz Vega, o con Ane Igartiburu, y ya ven que les doy dos ejemplos para que ustedes se queden con el que prefieran. 

   Según el estudio de marras, los escolares franceses que presentan un uso del lenguaje más fluido, escriben con menos faltas de ortografía y tienen un vocabulario más amplio son aquellos que leen, aunque no sea más que media hora al día. Me dirán ustedes que es de cajón, pero lo innovador es que el estudio establece una graduación de mejor a peor, mostrando con cifras como a medida que aumenta el consumo de horas de ordenador, de teléfono móvil y de televisión, disminuye el conocimiento de vocabulario. La conclusión de los investigadores es que, por primera vez, la pertenencia a una determinada clase social o el nivel de estudios de los padres, es un factor menos decisivo a la hora de expresarse bien que el hecho de pasarse el día pegados a las pantallas. Y que la diferencia cuantitativa en cuanto al número de vocablos conocidos entre los lectores, y los consumidores de telerrealidad (los peores de todos) es de seis a uno. Se dan ustedes cuenta? el niño que lee, aunque sean cuatro páginas diarias, tiene un vocabulario seis veces más amplio que el que se pasa la tarde enchufado a la MTV o siguiendo las peripecias de "Quién quiere casarse con mi hijo"...A mí me parece un drama.

    Ahora que tanto nos preocupan los recortes en la educación y que nos solivianta que nuestros hijos no hablen inglés como los ingleses, no parece que le prestemos tanta atención a una cosa tan elemental como defenderse en la propia lengua, que al fin y al cabo es con la que tendrán que andar por el mundo. Y mira que es fácil arreglarlo, porque si hacemos caso del estudio de los franceses, basta con apagar televisiones, ordenadores, tabletas y móviles y obligar a nuestra prole a leer al menos veinte minutos al día, algo bastante más barato que cualquier aparato electrónico e incluso que cualquier abono o tarifa plana de lo que sea.

    También es verdad que si no hacemos nada, esos que hablan con monosílabos, conjugan mal los verbos y escriben cosas como "ke psa tio, ke no te vto oy" serán dentro de veinte o treinta años los que gobiernen, y para entonces les parecerá que la ignorancia reinante es lo normal, y quedaremos sólo unos cuantos vejestorios que usaremos palabras como "quicio" (de la puerta), "balde", "otrora" o "filípica", y les he escogido estos ejemplos porque los empleo yo. Es más, lo del quicio de la puerta lo usé hace unos días en mi trabajo y un colega más joven me pregunto que qué era aquello. Yo, por hacerme la graciosa le dije que buscara en su teléfono inteligente (para eso es inteligente, no?) una canción que empieza con "apoyá en el quicio de la mancebía" y que así lo entendería. Mi colega me miró con cara de pena...Aquí les dejo la canción, que por lo visto al jovenzuelo le sonaba tan extraña como el himno nacional de Mozambique, aunque a mí me parezca un clásico.


     Pero en lo que llega el terrible momento en el que todos hablaremos mal y escribiremos peor y encima nos parecerá lo normal, pasaremos por una fase de transición en la que los adolescentes actuales (mis hijos, por ejemplo) tendrán que andar por la vida buscándose las lentejas sin saber usar su idioma y sin aprovecharse de sus habilidades lingüísticas para mejorar sus expectativas profesionales. Y como además los españoles somos duros de oreja, el inglés que consigamos meterles dándoles "conocimiento del medio" en inglés de Albacete tampoco será suficiente. Digo yo que si no quieren leer el Quijote o la Regenta no hay que obligarles, pero cualquier otra cosa, ya sea novela erótica o policiaca violenta puede que sirva mejor que los dichosos mensajes de texto. Porque desde luego, obligarles a que se empapen de los clásicos y que busquen en el diccionario las palabras que no entienden es una batalla tan perdida como pretender que lleguen vírgenes al matrimonio.

martes, 4 de febrero de 2014

El espíritu santo empresarial

    Mi trabajo consiste en escuchar atentamente durante varias horas al día, y les aseguro que a veces oigo cosas que, sin proponérselo, son verdaderamente graciosas, cuando no grotescas. Justamente, es en esos días en los que me digo que para escribir un blog o un reportaje en un periódico, o incluso para hacer una película, no hace falta más que andar por la vida con las orejas y los ojos bien abiertos.

    Aquí les dejo la última perla escuchada hace unos días: "el paro crece y seguirá creciendo en Europa porque nuestros jóvenes, contrariamente a otras partes del mundo, nunca han recibido una formación empresarial, ni se les ha fomentado el espíritu de empresa desde pequeños". Los que soltaron esta gracia eran un grupo de sabios doctores y catedráticos universitarios, varios de ellos economistas, acompañados de algún que otro politicastro; ya ven, lo mejor de cada casa. Está visto que en las alturas intelectuales, burocráticas y políticas ya no saben  a quién echar la culpa ni para donde mirar, ni de qué portería sacar balones fuera para justificar lo injustificable: que 26.400.000 millones de europeos no tienen trabajo no porque no quieren, sino porque no pueden. Tengo ciertas dudas que creando una generación de tenderos sin fronteras la cosa mejore.

    Ahora que, lo de sacar empresarios de la nada es materia hasta para crear programas de televisión: o sino que se lo digan a esas personas que en España han puesto un negocio en pie gracias al dinero recogido por el programa favorito de nuestra reina Sofia y que han quebrado pocos meses después, aumentando sus problemas y deudas que ya eran muchas antes del préstamo televisivo. Y todo por darle un tono de cierta modernidad a aquello tan antiguo de "peor es tener que pedir". Me pregunto si en esta emisión de la cadena nacional, cuyas intenciones son buenas, no habrá alguna mano negra del gobierno para mandar un mensaje claro: pidan ustedes por televisión, al vecino, al prójimo o a quien les de la gana, porque en nuestra caja (y en las de los bancos)  ya no hay nada que rascar. Insisto, parece ser que la reina no se lo pierde ni una tarde, esperemos que si su yerno pesetero y su propia hija salen condenados del lío en el que se han metido (algo deseable si se demuestra que fueron culpables) no tengamos que ver a Su Majestad saliendo en "Entre todos" pidiendo para que Urdangarín ponga un puesto de altramuces que le ayude a pagar sus deudas. Algo que, dicho sea de paso, ya hizo Lola Flores hace años cuando pedía una peseta a cada español para pagar sus deudas con hacienda; yo a Lola se la hubiera dado, a los Borbones, ni agua!

    El espíritu santo empresarial desciende de los cielos muy de cuando en cuando para ungir con sus bendiciones a ciertos elementos del género Amancio Ortega (por poner un ejemplo cercano) y pare usted de contar. El resto de la tropa laboral se limita a cumplir horario y hacer lo que les mandan y llegar a fin de mes más o menos saneado: lo que ha sido toda la vida ser un trabajador, que ahora parece que hasta está mal visto con esta obsesión por el "emprendimento"...que también tiene tela la palabrita! Quizás sea cierto que al gobierno y a los que gobiernan al gobierno, les venga mejor ponerle una tienda a cada parado y sacarlos así de esa Seguridad Social que intentan cargarse; y convertirlos a todos en autónomos para que, de paso, el día de mañana cobren una pensión birriosa; no debe ser muy difícil la jugada, sobre todo si la televisión ayuda. Lo difícil es crear una población instruida, con estudios superiores y que hable idiomas, para que puedan ganarse las lentejas en su país o donde les de la gana. Crear empleados a tiempo completo, contrato indeterminado y sueldo digno es bastante más difícil que crear empresarios de pacotilla que se arruinarán a la primera de cambio;  parece que con los ladrilleros de las décadas anteriores no hemos tenido bastante ejemplo.

    El paro debería ser un problema de conciencia para nuestros gobernantes, que no lo es, y no se resuelve fomentando el espíritu empresarial; como Franco no resolvió su herencia obligando a muchos escolares a estudiar la formación del Espíritu Nacional. Y a día de hoy, 1.830.000 hogares con todos sus miembros en paro: son muchas tiendas que inventar y subvencionar...

sábado, 1 de febrero de 2014

Una noche de invierno

    Hace unos días, caminaba por mi barrio en compañía de una buena amiga. Les pongo en situación: un día de diario en una ciudad del norte de Europa. Son las nueve de la noche y en la zona residencial donde vivimos no hay màs paseantes que nosotras y aquellos a los que no les queda más remedio que sacar al perro a que haga sus necesidades. Hace frío, tres o cuatro grados apenas y comienza a caer esa neblina nocturna que te empaña las gafas, te carda el pelo y poco a poco vas sintiendo que te va calando los huesos, y si me apuras, el alma. 

    Mi amiga y yo hemos cenado ya, cada una con los nuestros, gracias a que en estos países los horarios laborales son razonables y permiten a las familias juntarse para cenar y todavía tener tiempo para otros menesteres antes de dormir. Hemos quedado a las ocho y media ya cenadas, porque aunque vivimos a trescientos metros la una de la otra, pasan las semanas sin encontrarnos y tenemos que echar mano de estos encuentros en la tercera fase para poder vernos las caras, porque para las de nuestra generación, ver y tocar aún importa, y no nos podemos resignar a hablarnos por Skype. 

    Esta amiga que esa noche camina junto a mí, ha sido una compañía de largo recorrrido en mi vida. Nos conocemos desde hace más de veinte ańos y aunque las dos tenemos muchas vueltas en el cuentakilómetros (y ella, además, unas cuantas vueltas más al globo terráqueo) esa vida de las que las dos intentamos disfrutar todo lo que podemos, nos empuja a encontrarnos una y otra vez; siempre con el mismo cariño, siempre con la sensación de que el tiempo no pasa por nosotras, a pesar de que hemos llegado a estar hasta seis años sin vernos. 

    Caminamos sin prisa y sin rumbo por las calles desiertas de nuestro barrio y apenas son las nueve y media cuando ya tenemos la lengua estropajosa de tanto hablar. Nos ponemos al día de nuestras cuitas, cada una con nuestra visión particular de las cosas, que no puede ser más dispar, porque ella hace muchos años emprendió el camino del yoga y la meditación (creo yo que con éxito) y yo moriré encanecida y con una úlcera que yo misma me provocaré  por ser un espíritu revuelto. Entre las dos hemos juntado en estos años dos maridos, cinco niños, cuatro casas y varios cambios de residencia y de país, varios títulos académicos, dos oposiciones ganadas a pulso y seis lenguas habladas en nuestros hogares. Y lo más importante: hemos acumulado surcos de sabiduría, que es la manera más poetica que conozco de nombrar a las arrugas. Con tal bagaje, no hay que ponerle guion a nuestras conversaciones, que saltan de cómo asar los pimientos a los impuestos que se pagan por las herencias, pasando por los trastornos menopáusicos, el horror del tráfico y la guerra de Siria.

   Seguimos caminando y hablando hasta que el cuerpo nos pide un brebaje caliente que nos tomamos en el único bar abierto que hemos encontrado; tila y manzanilla para las señoras, aunque yo me quedo con las ganas del gin-tonic que en circunstancias parecidas me hubiera tomado hace  años, y que aquí  me ahorro porque hace frío y porque en estas latitudes no lo saben preparar y te clavan un dineral por una pócima infame servida en un vaso de cerveza. Cuando llega la hora de pagar y recogernos a nuestros aposentos, mi amiga dice "es una maravilla poder envejecer a la vez que tus amigos", y ahí se nota que es una persona Zen, porque yo cuando hablo de envejecer sólo se me ocurre que es (con todas mis disculpas por la palabra soez) una mierda. Ahora bien, doy gracias a quien corresponda por envejecer acompañada y no sola. 

    Vuelvo a mi casa antes de las once, como una niña buena. Los pequeños duermen y los grandes no tardarán mucho. Ustedes se diran que a quién se le ocurre salir a pasear de esa manera en una noche de enero...pueden ustedes llamarlo paseo, yo lo llamo Realismo Mágico, y si tuviera talento literario en vez de escribirlo en un blog, me serviría de argumento para hilvanar una novela, García Márquez lo hacía...