domingo, 27 de diciembre de 2015

La prueba del langostino congelado

    Cuando uno deja de ser niño, las Navidades a veces son un fastidio. Es más, uno de los síntomas de la edad madura es lo que se despotrica de la Navidad, bien es verdad que muchas veces más como una pose que como un sentimiento verdadero. Todos nos quejamos de las comilonas interminables y de los kilos que cogemos, pero nadie hace dieta esos días o lleva su cena a un comedor social. A todos nos revientan los villancicos a modo de hilo musical, pero a poco que nos den pie nos arrancamos a cantarlos. El amigo invisible nos repatea pero secretamente esperamos que, este año, por fin, acierte. La familia nos resulta una presencia atosigante pero nos alegramos de tenerla, y de no ser uno de esos alemanes solitarios que se tuestan al sol de Tenerife porque no tienen otro plan mejor. Quieren más ejemplos? Puedo seguir, pero creo que se los imaginan. 
   Yo no pido grandes cosas por Navidad: estar con los míos sin resultarles atosigante (que puedo serlo si me lo propongo) compartir muchas cañas en los bares con mis amigos, ver muchas películas en mi casa, leer con avidez, beber y comer sin remordimientos y pasar horas en mi casa del pueblo, ya saben, esa que no es una casa ni está en un pueblo. Como mis expectativas son bajas, casi siempre se cumplen! 
   Entre tanto exceso etílico, gastronómico y familiar, he llegado a una importante conclusión: la gran prueba de fuerza navideña (al menos en la España interior) es sobrevivir al langostino congelado. Ya saben, esos que compran nuestras madres y suegras porque les ha asegurado el pescadero que los de este año son fantásticos y no parecen congelados. Los pescaderos castellanos, afirmo, deberían meterse en política, tal es la habilidad que han desarrollado para mentir como bellacos y enbaucar a señoras mayores un año sí y otro también. El langostino congelado es y parece congelado aunque venga vestido de lagarterana, y venga del océano que venga; y es factor de intensos debates y a veces hasta de discordias en las mesas navideñas, donde hay una nueva generación de españolitos que han crecido con Arguiñano y Master Chef y ya no se tragan eso de que "ni parecen congelados". 
    Ya saben , en vacaciones entradas cortas y conclusiones certeras: familia que sufre unida el langostino congelado, permanece unida. Así sea.

martes, 22 de diciembre de 2015

Que la fuerza nos acompañe

    Llámenme ingenua pero yo, contrariamente a la prensa nacional, y a mi madre y sus amigas, no estoy en absoluto preocupada por el resultado de las elecciones y al contrario, contemplo con enorme interés todo lo que se nos viene encima; creo que el parlamento se va a convertir en un lugar interesante, el rey Felipe va a justificar por primera vez el sueldo que le pagamos todos los que votamos (y pagamos) y con un poco de suerte, los jóvenes aprenderán de una vez lo que es la democracia, esa que creían ellos que es gratis y la reparten con el Pan Bimbo. 

    La lotería no me interesa lo más mínimo porque como ya les he contado varias veces en varias entradas navideñas de este su blog, no juego; no por convicción moral sino por distracción y por no tener el hábito de hacerlo; y porque creo que en la vida ya me ha tocado unas cuantas veces, así que para qué forzar la suerte. Así que, este tema, finiquitado también. 

   Para celebrar que ya casi estamos de vacaciones, ayer me eché a toda mi familia al hombro y algún añadido y me fui a ver "Star Wars VII", acontecimiento que llevaba ansiosamente esperando, mucho más que el cambio de gobierno y el Gordo navideño juntos. Por el camino le hice un resumen a mis familiares menos abducidos por este serial, nos tragamos una cola de casi una hora y cuando nos sentamos en las butacas del cine y empezaron a desfilar esas letras amarillas que tanto han contado para los niños de mi generación, creí que ya, sin ayuda de la Yihad islámica, estaba en el paraíso,. Y ni les cuento las dos horas que trascurrieron a continuación, gracias a las cuales, lejos de salir desencantada puedo afirmar que he vivido el mejor momento cinematográfico de este año. Ya ven con qué poco me contento. Y por lo que leí en la prensa los días pasados, a Pablo Iglesias le debe haber sucedido tres cuartos de lo mismo, pues  empleó el único día libre que va a tener en mucho tiempo en ir a ver esta película. Vayan a ver el séptimo episodio de lo que los de mi quinta conocimos como "La Guerra de las Galaxias" (antes de que llegara el inglés arrasándolo todo) lleven a sus hijos y a sus amigos y parientes, y si hay quien se resiste, cuéntenles que se van a quedar fuera de todas las conversaciones en las interminables sobremesas navideñas, o amenácenles con ración doble de langostinos congelados, que tanto da.

    Yo como ya he conseguido ver mi película favorita, considero que ya estoy en paz conmigo misma y con los deberes cumplidos, y deseo que la fuerza me acompañe para este último tramo del año y que acompañe a todos aquellos que la van a necesitar. No, no, no piensen que en esta mi particular plegaria navideña me estoy acordando de los políticos, del Rey o de las madres de familia y sus horas en las cocinas de Nochebuena. Me acuerdo de los refugiados, que siguen acampando en muchas esquinas de nuestras ciudades, con este frío y esta humedad, y encima hay quien les acusará de terrorismo. Me acuerdo de los niños de la escuela de mi amigo Claudio en Haití, que está pasando la Navidad con ellos y vigilando que todos los fondos que mandamos para construir cocina y sanitarios y para que coman caliente una vez al día han llegado a buen puerto. Me acuerdo de los parados que siguen y seguirán parados sin remisión porque en el fondo ningún partido atina a dar con la solucción a esta peste. Me acuerdo de los enfermos muy enfermos que quizás sepan que esta será su única Navidad; de los niños que trabajan cosiendo balones Nike y ropa para Primark y de los policías que mueren haciendo un trabajo por el que cobran en un mes lo que un broker en unas horas. Y me acuerdo de mi padre, que le gustaba mucho la Navidad, principalmente porque era muy glotón. A todos ellos, los que están y siguen peleando, no sólo Feliz Navidad, sino principalmente, como los caballeros Jedi: que la fuerza nos acompañe.

 
 
    La vamos a necesitar. 



domingo, 20 de diciembre de 2015

Extraño domingo de Adviento.

    Hoy es 20 de diciembre. En mi calendario de Facebook, el cumpleaños de Merce, a quien felicito como se merece en sus tantas primaveras y aviso que le diga a su padre y hermano que ponga doble ración de pimientos rebozados, porque ya casi estoy al caer en ese bar donde mis amigos y yo rehacemos el mundo más o menos cada cuatro meses. En el calendario gregoriano, es el cuarto domingo de Adviento, que si recuerdo bien era aquel en el que en la homilía relataban el pasaje del nacimiento de Jesicristo y la misa era más larga y todos nos quejábamos por ello. En el calendario de las horas de sol, nos acercamos peligrosamente a ese momento del año en el que se hace de noche a las cuatro y media en punto y yo me pregunto, parafraseando mi propio blog, que qué habré hecho yo para merecerlo; como nota amarga, añado que el 21 que es mañana, empieza oficialmente el invierno... Es un domingo previo a las vacaciones de Navidad, lo cual significa que mis escolares estudian como leones y eso me deja cierto margen para tocar el piano, y estirarme cuan larga voy dejando de ser en mi sofá para leer ese periódico que compro (en papel, oiga) cada domingo y que la mayoría de las veces acabo leyendo el lunes. hasta aquí todo normal.

    Pero no es un domingo cualquiera, es el que Mariano eligió, como último día posible para distraernos a los españoles de lo que deberían ser nuestras preocupaciones oficiales de estas fechas: comprar los regalos del amigo invisible, la lotería, prepararnos psicológicamente para los langostinos congelados con los que madres, suegras y cuñadas nos castigan cada año sin remisión, ver  (y criticar) el anuncio de Campofrío, celebrar una comida navideña en el trabajo que casi siempre acaba mal, reservar vuelos y tarjetas de embarque, y buscar en Internet recetas de cocina en el capítulo "como simplificar las cenas de Navidad" aunque luego no las pongamos en práctica. Pues nada, que el gobierno y su prócer a la cabeza decidieron que este año, como regalo, nos iban a quitar todas esas milongas de la cabeza y añadirnos una nueva en forma de urna electoral y de incertidumbre de quién gobernará nuestros destinos una vez que se nos haya pasado a todos la resaca y la acidez del cava, el pavo y los turrones; y las mutaciones genéticas de los langostinos congelados, que debe ser lo mínimo que provocan.
 
    Hoy, 20 de diciembre es ese día, que yo he pasado en mi casa tranquilamente, yendo a comprar el pan y mi periódico habitual; invitando a comer a la antigua cuidadora y ángel de la guarda de mis hijos durante más de diez años, a quien le he atizado un roastbeef que, por culpa de Internet y sus recetas, se ha quedado demasiado crudo.  Que por qué les cuento ésto? pues porque la noticia común a todos los periódicos digitales que he leido esta tarde  es el empeño por contarnos cómo pasaron ayer el día los candidatos a las elecciones, qué comieron y a qué se dedicaron cuando está prohibido dar discursos y hacer promesas. Para mí que el que mejor aprovechó el día fue Pablo Iglesias, que se fue a ver "Star Wars", que es el plan que me ha faltado a mí hoy porque quiero acompañar a mi hijo, que aún no puede ir porque tiene que estudiar unos dibujos endiablados con rayas para todos los lados que a mí me parecen los planos de la Estrella de la Muerte (por seguir con "Star Wars")  y él dice que son enlaces químicos. Por eso se lo cuento; a ver si yo, que me molesto en escribir cien entradas de blog cada año y amenizarles a ustedes algunos ratos no voy a poder escribir de lo mismo que los periódicos, de vez en cuando. 

    Ahora voy a preparar la cena, y me voy a pegar a la televisión como no lo hago nunca, porque resulta que este 20 de diciembre puede ser el principio de un nuevo momento histórico, o más de lo mismo. Que aunque no vamos a tener un presidente de gobierno con coleta, sí puede que lo tengamos gobernando la oposición, y que votar, hoy, como siempre por otra parte, tenía toda la razón de ser. Y que,  aunque los sacapechos oficiales de las redes sociales ya nos mareen con aquello de estar orgullosos de nuestro país y de lo demócratas que somos y lo bien que lo hacemos, a mí me resulta inaudito que a una hora del cierre de unos colegios electorales que se abrieron a las nueve de la mañana, sólo haya votado el 58'4 de la población electora (36 millones, que se dice bien). Y que de los casi dos millones de residentes ausentes, sólo el 3% hayamos conseguido que nuestro voto llegue a tiempo, si es que ha llegado, que me quedan mis dudas. Nuestra democracia aún es de baja calidad, para qué engañarnos, y lo que cabe esperar de un parlamento hecho trocitos de colores es que vuelvan el debate, el consenso, la oratoria y la necesidad de pactar. Lo contrario, ya han visto ustedes a dónde nos ha llevado.

    Con los langostinos congelados ya me ensañaré otro día, porque sino, como dirían en épocas pretéritas Tip y Coll, "hablaremos del gobierno!". Feliz noche electoral.


martes, 15 de diciembre de 2015

Dos señores cabreados

    Esta vez, también soy yo uno de esos miles de indecisos (el 31% del censo a día de hoy) que no sabe qué hacer con su voto; aunque por mor de mi extranjería, haya tenido que decidirlo hace dos días, bastante poco convencida, en el fondo. Desde hace semanas me he tragado toda la información electoral que he podido digerir en los cuatro o cinco periódicos que me leo al día; todos los debates electorales y las entrevistas con los futuros candidatos incluidas las de Bertín Osborne. No esperé hasta la pelea a garrotazos de anoche porque me temía que si esos dos señores que ayer decían debatir y que, en realidad no hicieron más que enfurruñarse, tenían que esclarecerme el camino, acabaría votando en blanco, cosa que no pienso hacer porque una de las pocas cosas en las que aún tengo fe ciega es en la democracia y en la certeza de que un hombre, un voto.

    Muchos de mis amigos, parientes y conocidos siguen empeñados en decirme que  no conozco la realidad española porque no vivo allí, no se si esperando que desista de mi empeño de votar y a veces dudo si me creen cuando afirmo que me importa, y mucho lo que le ocurra a mi país; la verdad es que hace años que he decidido no entrar al trapo de ese debate. Conozco España mejor que muchos políticos en campaña, con la salvedad de unas poquísimas provincias. A pesar de 25 años de expatriación, sigo siendo contribuyente fiscal, no he dejado de votar ni una sola vez de las que me han correspondido; me gasto allí durante las vacaciones (prácticamente el único momento en el que gasto) lo que gano aquí y es más, trabajo en una institución internacional donde una de mis tareas es defender a capa y espada la lengua española que, visto lo visto, es una de las pocas cosas de nuestro patrimonio nacional que   no nos pueden esquilmar esta panda de gobernantes chorizos que tenemos. Sólo me queda decir algo así como "me duele España", pero eso ya lo dijo Unamuno hace más de un siglo y con más autoridad que yo.

    Pero en el fondo sí, me duele España, aunque le pese a quienes me acusan de hablar desde la placidez del exilio voluntario. Me duele esa España hecha de gente buena y lo suficientemente inocente como para pensar que los gobiernos arreglan la economía, algo que a día de hoy depende de fuerzas e intereses que están muy lejos de nuestros gobiernos, meros capeadores del temporal. Me duele esa España llena de jóvenes con títulos universitarios inservibles, que creen saber mucho de algunas cosas y muy poco de casi todo y que, a pesar de lo que se diga, siguen sin saber inglés. Me duele la España de los hospitales decrépitos, la de los profesores mal pagados, la de los banqueros chupones y los viejos estafados por las preferentes, la de los investigadores que se van a USA a poner en práctica lo que aprendieron en otra España que era más considerada con el saber científico. Me duele la España de los museos faraonicos, los campos de golf a granel y las costas alicatadas hasta la marea alta. 

    Y aún con todo ese dolor, ayer vi, en compañía de mi heredero, que sólo es español al 50% pero interesado como el que más, a dos señores cabreados discutiendo en la televisión que pagamos todos como si estuvieran peleando por un paquete de canicas en el patio de un colegio. Me duele que esa televisión a la que contribuyo, no le dé cancha a otros señores más novedosos que, quién sabe, a lo mejor traen ideas que merece la pena considerar para el desaguisado que estos dos y sus predecesores llevan veinte años cultivando. 

    Vayan a votar el domingo a pesar de todo; miren que es la única oportunidad que tienen durante cuatro años de ser gobernates por un día y piensen,  un momento antes de meter la papeleta en el sobre, hasta qué punto les duele España. Quizás sea una buena manera de salir de la indecisión.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Algo más que la Voz

    Cuando ustedes lean estas líneas con el primer café de la mañana, estaremos celebrando los cien años del nacimiento de Frank Sinatra, que vino al mundo en New Jersey un 12 de diciembre de 1915; si ustedes me conocen un poco, después de cuatro años escribiendo  este blog, imaginarán que no iba a dejar pasar fecha tan señalada. 

    Frank Sinatra fue algo más que La voz; en realidad, según Ava Gardner, la mujer que le quiso con mayor apasionamiento,  la voz no era lo mejor de su cuerpo serrano, aunque para los que no pudimos llegar tan lejos como Ava Gardner (insisto, lean su espléndida biografía "Love is nothing" de Lee Server, yo la tengo hasta subrayada) fue un cantante como quizás no ha habido otro, dentro de una generación donde los cantantes masculinos eran fabulosos: Bing Crosby, Dean Martin, Tony Bennet, Jacques Brel, Domenico Modugno o Charles Aznavour; todos ellos están, para mí, dentro de su genialidad, un escalón  por debajo de Frankie, sin duda. Frank Sinatra era además un actor más que pasable y un gran bailarín, y tenía un auténtico talento natural para la música, pues muchos de los excelentes arreglos de sus canciones eran suyos, arreglos que hacía sin ser capaz de leer una sola línea de pentagrama, y con un tímpano que tenía perforado desde que nació. Cuando veo lo que yo me peleo con los pentagramas de mis partituras de piano, con resultados más que mediocres, me digo que el talento existe y está casi siempre mal repartido. 

    Además, Frank Sinatra es parte de la banda sonora de mi vida: mis padres bailaban sus canciones, creo que ya les conté que  mi abuelo me regaló un tocadiscos cuando tenía cinco años y que para estrenarlo puse como treinta veces en la misma tarde "this boots are made for walking", canción que hizo famosa a Nancy Sinatra, su hija. Que en una de las cogorzas más épicas que recuerdo de mis años universitarios acabamos en un bar perdido cantanto "Strangers in the night" porque daba la casualidad que el pianista era nuestro profesor de geografía; que fue uno de los primeros discos que me compré con mi dinero en uno de mis primeros viajes a Londres y que lo guardo como oro en paño, y que una vez hace casi 25 años, conocí a un chico que tenía en su piso de soltero una foto de Frank Sinatra con el difunto rey Balduino y Gina Lollobrígida y que esa foto aún hoy adorna las paredes de mi casa, supongo que me entienden... Como para no hacerle un homenaje a Frank! Si fuera creyente de las de verdad, hasta le rezaría una novena. 

    Frank Sinatra cantaba como los ángeles (sabrá alguien cómo cantan los ángeles? ) y lo hacía siempre acompañado de unas fabulosas orquestas junto a las cuales los Bisbales y Alboranes de hoy día serían apenas capaces de hacer un acorde. Hizo suyas canciones que no lo eran y que nadie ha cantado como él, como el "my way" de Claude François o el "New York, New York de Liza Minnelli; amó y fue amado por unas mujeres espléndidas (Ava Gardner, Lauren Bacall y Kim Novak, casi nada) y probablemente  era un mafioso y consiguió que nos olvidáramos de ello.

    Y ahora les dejo con mis Sinatras favoritos, la primera, una canción de Cole Porter que nadie ha cantado como él, y mira que hay versiones:


    La segunda, "send in the clowns", cuyo autor, Stephen Sondheim la escribio para ser cantada por una mujer en una comedia musical, de la que nadie se acuerda, al contrario que la canción, inolvidable:
    
Y la tercera y última, como no podía ser de otra forma, "Strangers in the night"


    Podría ponerles como media docena más de vídeos y canciones, pero este formato no me lo permite. Como es un fin de semana de invierno y anuncian lluvia (incluso en la Península) descúbranlos ustedes mismos...No hay otro como él.

martes, 8 de diciembre de 2015

En torno a mi propio nombre

    Hoy es mi santo, que viviendo en el extranjero es como decir que hoy es martes, porque eso de celebrar el nombre propio es una costumbre sureña, que apenas algunos italianos tienen en cuenta y unos pocos españoles aún siguen conservando. Una cosa de familias decadentes, para qué vamos a negarlo.

    Les escribo a ustedes desde la penumbra nórdica de las cuatro y media de la tarde que parecen las ocho, y me doy cuenta que llamarse Concha y vivir más allá de los Pirineos es una proeza. Porque, claro está, servidora se llama en realidad Concepción y no sólo, pues por mi fecha de nacimiento aún me tocó esa bonita ley franquista gracias a la que todas las mujeres llevamos el María puesto por delante en el DNI. Ni les cuento la cantidad de paseos que me doy a las oficinas de correos a recoger cartas certificadas que los carteros no me entregan porque el nombre no coincide; los problemas con las tarjetas de crédito donde sólo cabe el "María", nombre bajo el cual no me reconozco y tiendo a esquivar; los billetes de aviòn que parece que le estoy comprando a una hermana mía cuando soy yo la que vuelo...Llevo así 25 años de exilio y cada día que pasa me pregunto si no hubiera sido más útil ir a un notario desde el principio y que me pusiera "Ana" o "Carla", o "Elena", que son nombres cortitos, que se pronucian igual en todas las lenguas y admiten pocas variantes. 

    Abundando en el tema, "Concepción", e incluso "Concha" es un nombre viejuno donde los haya. Acabo de lanzar un concurso en un chat de Whatsapp que tengo con varias y numerosas amigas españolas, regalando una cena a golpe de jamón del bueno (en mi casa siempre es bueno) a quien sea capaz de enumerarme tres conchas que no sea yo y sean más jòvenes que yo misma: me he dado centa que 1965 debió ser una barrera infranqueable para ciertos nombre con origen virginal, porque todas las Inmauladas, Asunciones, Socorros, Ascensiones y similares son todas más viejas que yo. Incluso diría que mucho más viejas que yo. Han pasado ya varias horas desde que lancé el reto y me da que el premio va a quedar desierto!

    Y siguiendo con nombres viejunos, de esos que ya nadie lleva puestos encima, les diré que en mi querida tierra castellana somos especialistas en largarle esa cruz a los hijos para que la lleven de por vida, afortunadamente cada vez menos. Pero que aún les puedo contar que conozco personas con nombres esdrújulos que son de mi quinta (algunos de ellos compañeros de colegio o universidad) y que se pasean por el mundo firmando como Ceferino, Serafina, Atanasio, Raimunda, Josefa, Saturnina, Bienvenida, Telesforo, Bonifacio, Eleuterio (que además me lo encontré hace poco y es funcionario de prisiones con ese nombre tan de presidiario famoso) Abelardo, Alipio, Teodoro o Resurrección. Y a los pobres ni les queda la esperanza de que regresen ciertas modas retro y los niños vuelvan a llamarse como ellos, como sí ha ocurrido, por ejemplo,  en Francia.

    Hay que pensarse mucho el nombre que le pone uno a los hijos, no vaya a ser que lo lleven cargando toda la vida. El día de mi santo se pasó con estas reflexiones y por cierto en mi caso reflexionaron poco, porque Concha es aún mi señora madre y Concha era mi abuela. Y el concurso que convoqué por Whatsapp ha quedado sin vencedor aunque a mi querida amiga Nieves le voy a dar un premio de consolación, porque ha participado con ahínco y además me ha mandado un video bastante retro (tanto por la canción como por los que la cantan) que me ha encantado. Ya sabes Nieves, mi jamón (cuando llegue) te espera! Un poco de paciencia.


jueves, 3 de diciembre de 2015

Silbando a trabajar!

    Hoy me han dado lo más parecido a una condecoración que recibiré en toda mi vida, pues la administración para la que trabajo premia la fidelidad de sus funcionarios cuando cumplen veinte años de leales servicios. Hoy me ha tocado a mi, y he recibido una medalla falsamente dorada con orgullo y gratitud a partes iguales, sin un ápice del escepticismo que me habita normalmente y con agradecimiento a la mano que me da de comer...Que es la misma que me ha dado la medalla. 

   Llevo veinte años trabajando en el mismo lugar, con toda la eficacia de la que soy capaz, procurando hacer lo que me mandan sin dar que hablar (aunque hablo mucho cuando trabajo) y aceptando lo que no me gusta protestando lo justo. Me doy cuenta que en todos estos años he sido sorprendentemente obediente, discreta en lo que he podido y sólo me he encabritado cuando me ha dado la impresión que mis derechos de mujer trabajadora (y por ende, madre de familia) se ninguneaban. he conseguido viajar, hacer amigos por encima de frecuentar colegas, conocer personas interesantes, estrechar ciertas manos que de otra manera nunca hubiera estrechado y estar a muy pocos metros de donde se toman decisiones importantes. Puesto todo junto y aplicada la metáfora contable que tanto le gustaba a mi padre, tengo más en el "haber" que en el "debe", y me alegro. Mi empleador ha pagado mi fidelidad con una chapa y un bonito discurso, yo agradezco poder trabajar en un lugar donde la fidelidad aún es un valor contable. 

    Dicho todo lo anterior, me pregunto y me angustia pensar cuánta gente anda por el mundo empleada en unas empresas que jamás les agradecerán los servicios prestados o peor aún, que han padecido en sus costillas y en su vida cotidiana las consecuencias de un empleador abusivo y nefasto. Cuánta gente transita por las calles cada mañana camino de unos trabajos alienantes, repetitivos y en muchos casos desprovistos de la mínima dignidad, por los que cobran salarios misérrimos que tampoco dan para pagar las facturas a fin de mes. Y cuánta gente ya no trabaja, sino que deambula de una oficina a otra entregando currículums, haciendo entevistas y pasando de una cola a otra para que alguien les deje demostrar lo que valen a cambio de unos euros escasos. Y cuánta gente no trabaja ni ha trabajado nunca, a pesar de que peinan canas y no saben lo que es cotizar a la seguridad social, o acumular derechos para una  pensión que jamás van a cobrar. Como me pregunto cuántos de esos 27.000 empleos que dice el gobierno que ha creado en noviembre son empleos de verdad, de los que te permiten pagar el supermercado, tener una familia y al menos vivir de alquiler? Me da que muy pocos, porque en este siglo XXI, que es el de los nuevos pobres, le llaman empleo a cualquier cosa que se parezca a los recados que yo le hacía a mis padres en verano y a cambio me doblaban la paga. 

    Y hoy, más que ningún otro día, me he dado cuenta lo que significa tener un trabajo digno y, sobre todo, no tener la sensación  cada día que te levantas de que te están estafando y comiéndose tu vida a bocados sin pagar por ello el precio necesario. Casi casi que la medalla se la tendría que dar yo a mis empleadores y no al revés! Porque puestos a repartir medallas, hay miles de trabajadores que la merecen más que yo y sin esperar veinte años por ella: los que barren las calles y vacían las papeleras; las puericultoras de las guarderías, los médicos que hacen guardias sin cobrarlas, los cuidadores de ancianos y minusválidos mentales, los trabajadores que limpian hospitales, escuelas, aeropuertos, estaciones...Y por encima de todos, los maestros, aquellos que se encargan de que nuestros herederos, entre los 6 y los 18 años se conviertan en ciudadanos, que es más importante que ser simplemente personas. 

    Así que no sé si veinte años no son nada o son muchos; ni si dentro de otros veinte años seguiré afirmando todo lo que hoy declaro de esta manera, como cantaba la difunta Lina Morgan "agradecida y emocionada" pero mañana, yo, como los siete enanitos...Dentro vídeo!



miércoles, 2 de diciembre de 2015

Ensimismados

    Como ha llegado diciembre, los días han dejado de existir y solo hay noches eternas que duran desde que nos levantamos hasta que nos acostamos de nuevo. Son muchas horas de interior y de luz eléctrica (esa que en España con solo nombrarla provoca más miedos que la Agencia Tributaria) que a lo único que contribuyen es a que leamos aún más los que ya leemos mucho. A los que no leen nada no parece que les afecte la falta de luz natural, porque sus cacharros con pantalla están todos retroiluminados.
     Ultimamente caen en mis manos revistas, recortes y lecturas varias sobre el poder de la meditación, el "mindfulness" (que por lo que entiendo viene a ser como rezar el rosario pero sin rosario) la introspección y la preocupación desmedida por el bienestar personal y la conciencia del propio yo. Lo leo todo con atención, por curiosidad intelectual y porque pienso que un poco de introspección, y de intentar dejar de arreglar los problemas de todo el mundo y no acordarme que me  hacen falta unas medias grises o que me duele la cabeza,  no me vendría mal. Después de varias lecturas y de llegar de nuevo al convencimiento de que nuestras abuelas con sus rosarios y novenas fueron grandes precursoras de todos los mantras, yogis y orientalistas varios que han venido después, llego yo misma a la conclusión que el ensimismamiento llevado a la enésima potencia, tiene algo de malsano.
     Me da que la cultura del crecimiento personal, el autoconocimiento y la búsqueda espiritual han llegado a un punto en el que ha sobrepasado sus límites. En tiempos pretéritos se dedicaban a ello monjas de clausura, frailes y eremitas que vivían retirados del mundanal ruido, de sus miserias y sobre todo de sus parientes. Ahora lo de retirarse es tarea difícil, sino imposible, y los que pretenden vivir en instrospección y comunicación consigo están todo el día mirando su página Facebook y mandando Tuiters; una introspección de pacotilla, diría yo. Los ensimismados, viven dentro de una madriguera personal en la que se está de maravilla: no hay que cumplir con horarios (o con los mínimos) no hay que quedar bien con nadie, no hay que respetar los deseos, a veces incómodos de los cohabitantes y sólo hay que cumplir con las apetencias propias porque si hay alguien que entiende a la perfección aquello de "la caridad bien entendida empieza por uno mismo" es el ensimismado de turno. Los ensimismados son como unos genios de la lámpara maravillosa que, sin necesidad de salir de la lámpara para cumplir los deseos de nadie, se han quedado dentro, olvidados del mundo y, según mi modesta opinión, confundiendo la luz con el deslumbramiento.

    He leído mucho ultimamente un blog (los blogueros solemos ser solidarios entre nosotros) que escribe una tal Pilar Jericó  y a veces aparece en "El País"; se titula "Laberinto de felicidad" (www.pilarjerico.com) y tiene el mérito de explicar con palabras sencillas y llamando al pan, pan, muchos de los mitos de la búsqueda de la felicidad; y de modo científico, porque es psicóloga, cosa que yo no soy. Ella asegura que "la rumia mental", que es eso que a mi me pasa y que se me pasa solo a veces gracias al jogging y a este blog, es necesaria tanto o más que ese estado de paz interior que las modas introspectivas nos proponen y que es casi imposible de obtener más que metidos en una caja de pino y camino del cementerio. Finalmente, analicen la palabra: "ensimismados" contiene dentro "en-sí-mismos"...No me convence.

jueves, 26 de noviembre de 2015

...Como el valor al soldado

    Hace unos días cuando escribia con miedo y pesadumbre sobre el tiempo presente, una de mis lectoras, que me conoce desde niña me animaba recordàndome que yo era (porque ya no creo serlo ahora) una mujer valiente. Si rebusco en mi profusa memoria, recuerdo siempre mi terror por los bichos de plumas, los tiros y petardos y hasta por los cabezudos de las fiestas patronales; no recuerdo nunca haber  sido especialmente valiente, quizàs algo echada hacia adelante y animosa, que no es lo mismo. También recuerdo que en unos años de mi vida en los que tuve que tomar ciertas decisiones laborales y personales, tenía siempre a mi lado a una querida amiga italiana que me llamaba "soldattino di piombo", supongo que no necesitan ustedes la traducción. Lo que no me explico es cómo he conseguido engañar a tanta gente durante tanto tiempo...Yo soy una gran miedosa.
    Una gran miedosa a quien los acontecimientos están sometiendo a una dura prueba, porque quizàs hace veinte años podía permitirme el lujo de ser valiente e incluso temeraria, cuando me paseaba de un país a otro con una cazadora de cuero y una mochila vieja; ahora, mis circunstancias, que son las de muchos como yo, me han hecho dejar de ser valiente para ser simplemente prudente, y ahogar mis miedos en la copa de vino de por las noches y en el café mañanero, para no transmitírselos gratuitamente a mis seres queridos, que ya llevan lo suyo y que aún (dos de ellos) tendrán que pasar miedo para hacerse grandes. Esta mañana se me ocurría todo ésto mientras veía a los padres depositar a sus hijos en los colegios después de pasar cuatro días encerrados en casa por culpa de la amenaza terrorista y del miedo colectivo, claro.

    Yo de valentía ando muy justita, y las dosis que me quedan las iré administrando de aquí en adelante porque creo que me van a hacer falta: para volver a pisar un centro comercial, un cine (adosados por desgracia, casis siempre a los centros comerciales); para montarme en el metro sin mirar mal a todo aquel que lleva una sudadera con capucha, una barba larga y una mochila; y sobre todo, para montarme en trenes internacionales, aviones trasatlánticos y toda esa serie de actividades viajeras a las que le dedico con entusiasmo casi todo mi tiempo libre. En este momento, hasta ir a la peluquería se me aparece como una actividad peligrosa, y así no se puede vivir. Para alguien como yo, que no frecuenta las iglesias, no reza, y no practica el yoga ni la meditación (por falta de tiempo, no de ganas) y no tengo psicoanalista de cabecera no quedan muchos métodos de superar estos miedos más allá de la autosugestión.

    Para comenzar con ella, he leído hace unos días en la prensa que sólo la soledad es peor que el miedo, y que las personas que se sienten solas y sufren por ello tienen las defensas más bajas y se enferman a menudo. Vaya! creo que en ese punto tengo el clavo ardiendo donde agarrarme, pues no creo sufrir de soledad y estar bien rodeada por personas a las que quiero y, creo yo, que me quieren; será por eso que paso el invierno sin apenas un mal catarro, mis leucocitos deben estar bastante contentos y me defienden adecuadamente. También he descubierto el humor negro como fuente de bienestar, cuanto más negro y más corrosivo mejor, porque tiene un poder exorcista que otras formas humorísticas no tienen. Les aconsejo a los aficionados con conocimientos básicos de francés, que busquen las caricaturas de un cierto Pierre Kroll en la web...impagables!


    Y para terminar con estas líneas exorcistas del miedo, les dejo con una cita de Arturo Pérez Reverte, que no es para nada uno de mis escritores favoritos y que suele ponerme bastante nerviosa con muchas de las cosas que dice, pero que ha acertado de pleno cuando ha dicho hace unos días que "hay que temer sobre todo a los que no temen más que a Dios". A ciertas personas se nos supone el valor, como al soldado...Y no es verdad.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Tan simple como decir "te quiero"

    En esta semana de miedo, de desconfianza, de decepción ante el género humano y de perspectivas nadas halagüeñas, me da que sólo el amor, el que podamos repartir y el que podamos recibir merecen la pena. Tal es así que, a todos los muchos amigos y parientes que me han llamado, mandado mensajes, y preguntado vía Facebook y otras redes por el estado de sitio de la ciudad que habito, les he dado el parte de guerra y les he dicho que les quiero, no sea que me pase algo y no me de tiempo a decírselo másr. 

    Es importante decir "te quiero", no sólo al que pensamos que será nuestro compañero o compañera para la vida, no sólo a tus padres, ni a tus hermanos. Es importante decir "te quiero" a todas esas personas que de verdad queremos como si fueran parte de nuestra familia, de nuestra vida, como si estuviéramos dispuestos con ellos y ellas a comprarnos una casa  a medias, tener un hijo y hasta pagar sus deudas de juego;  algunos (por suerte) tenemos una lista grande de personas a quien decir "te quiero". Y me temo que no se lo decimos lo bastante, pero es un error subsanable.

    Quizás si nos dijéramos que nos queremos más a menudo de lo que lo hacemos, nos evitaríamos hasta alguna que otra guerra. Las personas malqueridas suelen ser tristes, resentidas y propensas a la violencia, aunque es verdad que entre los propensos a la violencia yo no descarto que de vez en cuando se cuele alguno a quien si le hayan dicho que le quieren, pero vaya, todas las reglas tienen su excepción. Mi madre asegura que los resentidos (y en su particular visión del mundo, las resentidas) son aquellos a quienes nadie les ha dicho nunca "cuánto te quiero" o "qué guapa eres"...de lo segundo discrepo, de lo primero no. 

    Y entre los numerosos malqueridos de nuestro planeta, hay muchos a quienes no sólo no les dicen que les quieren en sus casas y en sus entornos familiares; hay muchos seres humanos malqueridos por sus colegas del trabajo (algunos hasta se lo merecen, también es verdad) sus vecinos, el tendero de la esquina, el policía que les fríe a multas, el ministerio de hacienda y el dueño del bar donde desayunan. Hay incluso grupos enteros de seres humanos malqueridos por otros seres humanos, que les niegan el pan, la sal, y la tierra en la que habitan. Hay niños que vienen al mundo destinados a vivir en un grupo de malqueridos, a crecer entre ellos, empapándose de un poco de amor familiar a cambio de mucho odio y mucho resentimiento contra otros prójimos, que les maltratan y les niegan, de muchas maneras, sus derecho a crecer como personas. Esos niños malqueridos se convertirán en adultos violentos y resentidos y la noria seguirá girando en el mismo sentido; sin que por ahora se nos haya ocurrido cómo pararla...Simplemente diciendo "te quiero"? Yo probaría.

    Mañana, la ciudad en la que vivo, practicamente en estado de sitio, aborda un tercer amanecer en silencio, sin tráfico, sin atascos, sin transportes, sin niños que van al colegio ni adultos que, como yo y como los siete enanitos, van silbando a trabajar. Yo misma voy a ir mañana a trabajar de cualquier manera menos silbando, no sé si me entienden. Y mis hijos están encantados de no ir al colegio, como lo estaba yo un 20 de noviembre hace cuarenta años  de no ir porque había muerto Franco. Yo ni me daba cuenta entonces de lo que aquello significaba; ellos son un poco más mayores y espero que sí se den cuenta y, de todos modos, yo les digo "te quiero" cada día al menos una docena de veces! Díganselo ustedes también a los que quieren de verdad e incluso a los que quieren solo un poco, el mundo sólo puede mejorar con ello.

sábado, 21 de noviembre de 2015

Libertad vigilada (y van dos)

    Hoy debería poder escribir otra entrada con otro título, y no simplemente la segunda parte del precedente. Hoy tenía que comprarle un anorak a mi hija, que se le ha quedado pequeño el del invierno pasado y reponer mi cesto de frutas y verduras en el mercado ecológico donde me abastezco cada quince días, más o menos. Mañana pensaba ir con toda mi familia a cuestas a ver la última de James Bond, porque en mi familia todos somos fans de las películas de James Bond y porque a los adolescentes, aunque lo nieguen a muerte delante de sus amigos, aún les gusta ir al cine con sus padres. También hemos cancelado natación, gimnasios, paseos por el centro a pesar de la lluvia y prefiero no completar esta lista con la lista de cancelaciones que llevamos soportada en esta semana. Más se perdió en Cuba, que diría mi madre...

    Vivo en una ciudad que hoy se ha levantado con un aviso a la población de poner los pies en la calle lo menos posible y ayer, cuando salía de mi trabajo, vi una columna de tanquetas y camiones del ejército cargados de soldados armados hasta los dientes desfilar por delante de mis atónitos ojos. Sinceramente, ni en mis peores pesadillas pensé que viviría en un lugar donde estas cosas pasaran, y eso que, por circunstacias personales, he pasado ciertas temporadas en otros lugares donde ésto era un fenómeno casi cotidiano; aunque en aquel entonces me decía que no era mi lugar de residencia y que pronto o tarde me marcharía de allí.

    Moraleja: la libertad no es gratis, señoras y señores; tiene un precio y es una mercancía preciosa que, muchas veces nos arrebatan sin preguntarnos y que nos devuelven a cambio, también en algunos casos, de sangre, sudor y lágrimas. Desde hace varios días vivo en libertad vigilada (y desde ayer añadiría que temerosa) y ya sé definitivamente que no me gusta. Y para que todos vivamos con libertad, sin meterle el dedo en el ojo al prójimo y sin impedir que ese prójimo viva tan libre como nosotros, hace falta menos rezar y más reflexionar (ya ni sé cuantas veces lo he repetido en esta semana) y hace falta que el mensaje de la libertad, y del precio que hay que pagar por ella le llegue a unos cuantos. Me permito hacerles una pequeña lista. 

   Que la libertad no es gratis lo tienen que saber nuestros hijos, de los que somos responsables hasta cuando somos irresponsables; los que no quieren votar porque "total para qué"; los que sacan la basura a la calle el día que no toca y los que dejan a su perro defecar por las aceras. Lo tienen que saber los musulmanes, pero no más ni menos que los católicos, entre cuyas huestes también los hay del género enfurecido, que quizás se han calmado desde hace unos siglos, pero que quemaron vivo a Miguel Servet por decir que la sangre circulaba por las venas. Lo tiene que saber los que mandan cazabombarderos a tirar bombas sobre los hospitales y las escuelas tanto como los que se pegan a sí mismos una bomba y se explotan pensando que esó los hará libres. 

    El precio de la libertad es fluctuante, y está escrito junto a la cotización del petróleo, en las panaderías y en los ayuntamientos, en las escuelas que nos faltan y en los profesores que no nos da la gana pagar como se merecen para que, a cambio, enseñen a usar esa libertad que todos damos por adquirida. El precio de la libertad nos recuerda que la pobreza es mala consejera y la religión, el opio del pueblo (Marx, hasta ahora no ha habido manera de quitarte la razón) que quien solo teme a Dios es alguien a quien temer, que las armas se compran y se venden con más facilidad que un kilo de tomates y que de aquellos barros de Irak y de Afganistán nos siguen llegando estos lodos que nos enfangan.

    Que la libertad no es gratis lo tienen que aprender las mujeres con velo y las que hacen topless en la playa, los que hacen cola en el paro y los que recogen dividendos a fin de mes; los niños de las Favelas de Río y los de la Quinta Avenida de NY; los policías que se juegan la vida para proteger la tuya pero también los que sacan la porra antes de preguntar; los políticos honrados y los corruptos; el Papa  y el último Imán de la última mezquita instalada en un garaje; los que limpian las calles y los que son dueños de las calles; los que dan techo a los refugiados y los refugiados mismos. Y todos y cada uno de nosotros, si queremos que el planeta tierra sea aún un lugar habitable. Y una canción, hace algo más de cuarenta años no se podía cantar en España, pero como la libertad tiene un precio, la ira que no tuvimos fue el que pagamos los españoles. El tiempo nos ha dado la razón.


martes, 17 de noviembre de 2015

Libertad vigilada

    Dice François Hollande, en un discurso tan bien escrito como conmovedor (busquenlo en Youtube) que estamos en guerra y que en esta ocasión, las armas tradicionales no valen. El presidente francés  estaba ayer lunes cargado de razones para pronunciar estas solemnes palabras, y todos los demás tenemos serias razones para preocuparnos después de oirlas. "Guerra", pronunciada con todas sus letras y sin sacarla del contexto ("qué guerra me dan los niños", "un abrigo de antes de la guerra" etc) es una palabra que hace setenta años que los europeos no pronunciábamos con todas sus letras, y que yo creo que todos hubiéramos preferido no pronunciar.

    De esta guerra peculiar, que se libra no sólo en los lejanos desiertos de Siria, sino sobre todo en Internet, y en los campos de petroleo de Arabia Saudí, no vamos a salir indemnes, aunque no nos cueste la vida ni media gota de sangre. A partir de ahora el miedo es gratis. Cogemos el metro con la misma tranquilidad que hace tres días? No, y además va medio vacío. Nos resulta tranquilizador que nuestros chicos vayan solos por las calles? Tampoco. Nos damos alegremente a la vida viajera y reservamos aviones y trenes sin parar? No con tanta alegría, en las próximas semanas al menos. Sospechamos de los calvos con largas barbas, de los coches con ciertas matrículas y de los paquetes y maletas abandonados? Claro que sí. Nos apetece ir al fútbol, a un concierto de Madonna o a una manifestación ciudadana? Nos apetecerá, pero seguro que nos lo vamos a pensar dos veces antes de sacar la entrada. Qué nombre recibe todo ésto? libertad vigilada. 

    Ay de nosotros! Pobres europeos que creíamos que el mundo ya no tenía fronteras, y que con nuestra moneda única, nuestros idiomas conocidos y nuestras reglas del juego democrático podíamos tener un salvoconducto tan eficaz como el perdón de los pecados o la tarjeta del Corte Inglés...Tanta confianza en nosotros y en nuestro elevado grado de civismo nos ha hecho morir de éxito y, por supuesto, caer del burro de forma aparatosa. Y no lo digo yo, sino personas mucho más inteligentes que yo, como Dominique de Villepin, antiguo primer ministro francés, que en los seis minutos de mayor clarividencia política que han transmitido las televisiones en los últimos años así lo ha explicado:


    Búsquense quién se lo traduzca si no hablan francés, porque esta emisión es de septiembre del 2014 y, por desgracia, de rabiosa actualidad. Y por si les da pereza, les dejo un par de frases de este señor, que además de inteligente y atractivo, es un pacifista militante y poeta en sus ratos libres: "el estado islámico es, en buena parte, una creación nuestra" (ya sé que ésto levantará muchas ampollas) y "el terrorismo es una mano invisible, y no se derrota a una mano invisibe con las armas tradicionales de la guerra". Que cómo hemos creado nosotros este monstruo de siete cabezas encapuchadas, mano invisible y explosivo candente? pues volviendo la cara hacia otro lado delante de la pobreza que, como  dice siempre mi amiga extremeña  de la playa (que no anda cada día precisamente rodeada de diplomáticos) es malísima y hay que salir de ella como sea. 

    Si, queridos lectores muchos y amigos algunos, nosotros hemos creado esta mano invisible consintiendo una pobreza que al mezclarse con otras cosas casi tan malas como la pobreza (la religión, el fanatismo, la ceguera política) han producido lo que nos está pasando y nos van a dejar durante una buena temporada en libertad vigilada. Y cuando alguien es capaz de meter en un bote de remos a merced de las olas a su mujer, sus hijos, su madre y unos niños de corta edad, es porque la tierra que deja atrás es aún más peligrosa que ese mar embravecido. La pobreza es malísima y produce monstruos; y como consecuencia de ella, los ricos, a veces también tenemos que llorar.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Hay días así

    Hay días en los que no sale el sol, en las latitudes que habito bastante a menudo; o sale el sol y es como si no lo viéramos. Hay días aciagos, en los que se estropean las cosas, se paran los trenes y los aviones, y llueve cuando te has echado a la calle sin paraguas; pero también hay días de suerte, en los que parece que te ha tocado la lotería aunque no hayas jugado ni un Euro. Hay días luminosos que nos pillan con la neblina en el corazón y días tenebrosos que sacan la luz que llevamos dentro. Hay días en los que mas hubiera valido no salir de la cama y días en los que 24 horas sin dormir dan para vivir siete vidas y gozarlas todas. Hay días señalados en el calendario y otros marcados en nuestra memoria; días de fiesta con pereza y días laborables sin fin. Hay días que pasan por nuestras vidas como un terremoto que lo pone todo patas arriba y días tediosos que parecen no acabar nunca. Afortunadamente la vida es larga, se cuenta por años, y cada año tiene 365 días para contarlos, amarlos, vivirlos y, a veces, hasta detestarlos. 

    Hay días que caen en viernes trece, y traen el gato negro ya pintado en el calendario. Días que preparan un fin de semana y que, sin embargo nos traen pesadumbre, preocupación y llanto. Hay días en los que Paris no vale ni una misa y la vida humana no más que una refriega de balas. Hay días en los que rezar se confunde con matar y pensar no es un verbo conjugable. hay días en los que ir a un partido de fútbol, tomarte una copa en una terraza en buena compañía o romperte los tímpanos en un concierto de rock duro son operaciones que te pueden costar la vida...Y nadie te avisa por la mañana que ese día será el día en el que todo eso ocurrirá. Porque en la lotería de los días aciagos, uno a veces saca el premio, pero tantas veces también el boleto que te manda no ya a la casilla de salida, sino fuera del tablero.

    Hay días en los que hay que preguntarse si verdaderamente somos un "homo sapiens" hecho y derecho, y si el destino de nuestros antecesores cavernarios, ese que dice que cada día hay que vivir luchando para no morir, y que eso implica matar o que te maten, si ese destino ha vuelto para no abandonarnos; o si se convertirá en nuestra regla de vida. Hay días en los que la civilización deja de ser civilizada, la selva se encuentra por todas partes y nuestras vidas se rigen por esa ley de la selva, atroz, sanguinaria y paleolítica. Hay días en los que las orquestas tocan en el escenario el Vals Triste de Sibelius, que suena más triste y tristemente bello que nunca, y los músicos se secan sus lágrimas con el pañuelo cuando acaban de tocar...Si les cuento ésto es porque ayer yo viví esa tristeza en directo y esa música a pocos metros de ese escenario:


    Hay días que pasan con el silencio de las calles, el rugir de los noticieros y la preocupación de los adultos ante la inocencia de los niños. Hay días en los que hacer bizcochos en casa y ver una episodio de Star Wars son dos fiestas para los sentidos, comparado con lo que nos aguarda ahí afuera. Hoy ha sido uno de esos días de silencio, de pensar y dar gracias por estar vivos; y mañana será uno de esos días en los que algunos, por circusntancias especiales nuestras, iremos a trabajar con miedo, rebajaremos nuestras expectativas de grandes acontecimientos y sólo esperaremos volver a casa por la noche y encontrarnos el desorden habitual y hasta una pila de platos y vasos por fregar. Hay días que son como fue el viernes, lamentablemente, y hay otros que no lo son, también por suerte. Y nosotros, todos los que caminamos por las calles, no somos nadie...o nada.

jueves, 12 de noviembre de 2015

En casa de Bertín

    Estoy en Luxemburgo (el lugar esdrújulo, recuerdan?) y tengo que matar muchos ratos de soledad viendo todo lo que no tengo tiempo de ver en las pantallas a diario. Anoche me dí un intensivo de programas atrasados de Bertín Osborne y la verdad,  mejor hubiera sido ver una película, pero la insistencia de muchos de mis lectores y las muchas preguntas y comentarios que me hacen sobre este señor en su nueva faceta de entrevistador a domicilio ha picado mi curiosidad. Por supuesto elegí los episodios de aquellos personajes que me resultan simpáticos (Lolita Flores, Los Morancos) o peculiares (Carmen Martínez Bordiu) y me ahorré los programas de Jesulín o Pablo Alborán: a ver si me entienden, hablar una buena entrevista a Jesulín es como hablar del Chopped de buena calidad...Que sigue siendo Chopped, qué le vamos a hacer. Y por supuesto contemplé con especial atención el episodio de Adolfo Suarez hijo, que inmerecidamente le ha valido a Bertín el título de entrevistador del año y casi casi un premio Pulitzer, a tenor de lo que los internautas proclaman. 
    A ver si me explico: Bertín es un simpaticón y polifacético hombre del espectáculo a quien le da lo mismo cantar rancheras que presentar programas infantiles o hacer entrevistas a folclóricas o prohombres de estado si se los ponen delante. De ahí a cualificarlo como gran entrevistador y a su programa como momentazo televisivo hay una distancia kilométrica que en estos tiempos de confusión cultural (léanse "La civilización del espectáculo" de Vargas Llosa, nunca me cansaré de recomendarlo) algunos intentan reducir a centímetros.Bertín no es un entrevistador, sino un señor que da muy bien en la pantalla y tiene muchas tablas; y su programa, un buen conjunto de imágenes y conversación hábilmente hilvanadas y producidas. 
     Si quieren saber lo que es una entrevista con impacto, busquen en Youtube la que le hizo en 1977 David Frost a Richard Nixon (de ella salió hasta una película de Hollywood) o la de Oprah Winfrey a Michael Jackson en 1993; y si prefieren quedarse en suelo patrio, busquen en los archivos de RTVE las entrevistas que hacían   años  atrás  Victoria Prego, Mercedes Milà Jesús Quintero  y hasta el mismísimo José María Iñigo. Y luegon comparen con lo que hace Bertín:  como comparar  el jamón de Pata  Negra  con el chorizo industrial.Y yo con el periodismo no bromeo,  porque es el oficio que en esta vida mas me hubiera  gustado desempeñar. 

martes, 10 de noviembre de 2015

Lo que de verdad importa

    Supongo que pertenezco a ese 90 % de la humanidad que pasa la vida preocupándose de cosas que no tienen importancia y pasando de largo sobre lo que de verdad importa. El porcentaje me lo he sacado yo de la manga, porque sin que haya estadísticas sobre la materia, estoy convencida que en este grupo entramos casi todos los humanos, incapaces de discernir en muchos momentos de nuestra vida lo que tiene enjundia y lo que no, y sólo conscientes de ello cuando le vemos las orejas al lobo o estamos con un pie en la tumba y ya es demasiado tarde. Qué triste destino. 

    Será posible tener la inspiración necesaria en cada momento de tu vida para saber lo que de verdad importa? Es difícil. Y no podríamos tener todos y cada uno un Pepito Grillo como el de la película que nos avisara cuando nos metemos por vericuetos oscuros y, sobre todo, que nos avisara de que estamos perdiendo tiempo y energía en batallas inútiles? Yo, desde luego, si existierna los Pepitos Grillos en venta libre, estaría dispuesto a pagarles su peso en oro!

    Servidora es peleona por naturaleza. A ver si me explico: no creo haberle dado una bofetada a nadie en mi vida, ni disparado un tiro a un miserable pajarillo; pero soy capaz de dejarme todas las neuronas de mi cerebro para reclamarle a la compañía telefónica una factura cobrada con exceso o a una compañía aérea una indemnización por una maleta perdida. Soy capaz de llevar cuatro años escribiendo este blog repitiendo cosas tan elementales como que hay que votar o sino callarse, y soy capaz de perseguir a mis herederos hasta el catre cuando me dejan el cuarto de baño hecho un pantano. Llamo a la policia municipal cuando los coches aparcan delante de mi garaje, les doy la brasa a los vecinos que sacan la bolsa de basura a la calle cuando no toca y más de una vez, en mis años de vida española tiré un cubo de agua por la ventana a los que se empeñaban en cantar "el vino que tiene Asunción" a las cuatro de la mañana debajo de la misma. He firmado manifiestos a puñados, me llegan peticiones varias de www.change.org y dos de cada tres las firmo también, y hasta hace poco, me manifestaba por las calles sin que me lo tuvieran que pedir con mucha insistencia. Y como a  toda persona peleona, me está llegando la hora de reflexionar sobre la utilidad de tanta batalla, que no sobre su buen fundamento. 

    Y digo yo que, a ver si con tanta batalla por lo ajeno, por intentar educar al prójimo como a tí mismo y por pensar (inútilmente) que el mundo es un lugar mejorable gracias al esfuerzo propio (mala influencia de los scouts a los que pertenecí en mi infancia) no me estaré perdiendo alguna batalla que me está pasando cerca y que requerirá todos mis esfuerzos de aguerrida luchadora. Digo yo igualmente, que lo que de verdad importa es, unas  veces tan nimio, y otras tan obvio que los seres atropellados como yo tendemos a no verlo. Lo que de verdad importa son ese conjunto de cosas que damos por sentadas y que el día que nos faltan, ay!...Mejor no pensarlo. Lo que de verdad importa es, para nuestra desgracia, lo que en el día a día nos viene gratis y por eso mismo no parece tener ninguna importancia. Y todo lo que no importa son ese magma de litigios, rabietas, multas por pagar, recibos por reclamar, pagas extras, ropa de rebajas, exámenes de las criaturas, horas extraescolares, listas de supermercado, fotos en redes sociales, entradas de cine y conciertos, llamadas por contestar, citas en el dentista, regalos de Navidad, averías y desagües, calcetines desparejados, garbanzos en remojo, abonos de metro perdido, llaves extraviadas, medicinas caducadas y jerseys encogidos y me paro por el momento. Cuando consigamos de una maldita vez quitarnos ese peso de encima, llegaremos por fin a lo que de verdad importa...Digo yo!

    Y a la hora en la que esto escribo, dice Cataluña que se va a ir desconectando de España y haciéndose una república, con su presidente, su  bandera, su himno y todo...No sé si eso, en este momento, forma parte de la lista de lo que de verdad importa, me queda la duda.

   

viernes, 6 de noviembre de 2015

Esforzados electores

   Miro el buzón de mi casa cada mañana, antes y después de ir a trabajar, nada por ahora. No crean que estoy esperando alegremente un regalo de Amazon o fatalmente una multa de tráfico, hace tiempo que nadie me escribe una maldita carta, no es época de postales veraniegas (que tampoco escribe nadie, para eso están los selfies) y tampoco creo que me persiga la agencia tributaria. Cada mañana contemplo mi buzón dramáticamente vacío ante mi desesperación. Qué espero? algo tan simple como mi convocatoria electoral; por si ustedes no lo saben, los casi dos millones de electores del censo español que vivimos fuera de España resulta que para votar tenemos que realizar un trámite previo, consistente precisamente en comunicarle al estado español nuestra intención de votar. Y para manifestar esa intención necesitamos que, previamente, la Oficina del Censo Electoral se ponga en contacto con nosotros (por carta en pleno siglo XXI) y que nosotros respondamos afirmativamente (por carta también) con fotocopia del DNI por medio y esperar a que las papeletas lleguen a tiempo. 

    Pongamos que la papeletas llegan a tiempo, algo que no siempre ocurre y que, concretamente a mí en mis 25 años de extranjería me ha ocurrido lo contrario  ya varias veces; hay que votar con un procedimiento de sobres superpuestos, estilo muñecas rusas, explicado de forma bastante farragosa. Los expatriados, insisto, dos millones de votantes, somos en gran mayoría gente que sabemos juntar dos números y unas cuantas letras, pero aún con esa premisa, si no se lee uno al menos dos veces las instrucciones, lo más común es que el sobre que tenía que ir dentro del otro lo coloquemos mal y que el voto sea nulo. Bien, pongamos que todos los sobres están convenientemente encajados; lo siguiente es encaminarse a una oficina de correos (otro recuerdo del siglo pasado) y enviar la total a la Junta electoral Provincial, de la provincia de cada uno. Envío certificado con portes pagados en destino que, hasta no hace mucho pagábamos los sufridos votantes que debíamos rellenar simultáneamente un impreso en el cual reclamábamos el coste del envío certificado, unos cuatro o cinco Euros que meses después el estado español nos devolvía vía giro postal: seguimos retrocediendo y estamos ya en el siglo XIX .Terminadas todas estas operaciones, sólo queda enconmendarse al cielo, los santos o a Buda si se tercia para que el sobre llegue a tiempo o no se pierda por el camino, aunque he de decir que servidora, llegada al punto de hacer el envío desde la oficina de correos, (que en mi caso es un mostrador dentro de un supermercado Carrefour) ya da el voto por emitido y el deber ciudadano por cumplido. Este es el absurdo procedimiento que se sacaron de la manga los dos partidos mayoritarios en el 2011 y que se está convirtiendo en un martirio para muchos españoles por el mundo.

    Si quieren unas cifras que acompañen este bonito procedimiento se las doy. De los dos millones de esforzados electores, redondeando cifras, la mayor concentración se encuentra en Argentina (392.000) seguida de Francia (194.000) y Venezuela (159.000). No les extrañará a ustedes, que en las últimas campañas electorales, nuestros viejos políticos de viejos partidos sólo se desplazaran a Buenos Aires a pedir el voto de esos paisanos que desde tiempos remotos reciben en aquellos países del Cono Sur (Argentina, Chile y Uruguay) el apelativo de "Gallegos", aunque alguno que otro venga de Huelva. O que en las autonómicas gallegas el voto de los residentes  en el extranjero se corteje con especial mimo, como no se hace en las demás ocasiones. Yo desde luego no me siento en absoluto cortejada y sí profundamente despreciada por las autoridades que manejan el censo de mi país, porque a día de hoy la convocatoria no me ha llegado, el plazo de las reclamaciones se cierra el lunes y por medio transcurre un fin de semana. Es más, como creo que votar es mi derecho y el único poder del que dispongo para decirle a los que me gobiernan que me gusta o no me gusta lo que hacen o han hecho, así que en este preciso momento me siento una ciudadana de segunda clase.

    Habrá quién me diga que cosas más graves hay en la vida y que si no tengo otra cosa de la que preocuparme;  pues da la casualidad que, en este preciso momento sí tengo cosas más importantes de las que ocuparme y preocuparme, pero si comienza a no importarnos el ejercer un derecho por el que nuestros mayores pelearon y que hay a quién le ha costado la vida, mal vamos. Y peor ejemplo damos a toda esa tropa juvenil que ya nos mira de reojo sólo porque votar nos parece importante.  Por lo demás, me quedo esperando al cartero, y rumiando mi rabia.

   

martes, 3 de noviembre de 2015

Visto y oído

    Lo que sigue es un ejercicio de supervivencia ante lo que se me avecina en forma de hojas caídas, adolescentes con exámenes y noches que se alargan encogiendo los días más que un jersey de Zara lavado a 40°; simples anotaciones de esas libretas y cuadernillos que siempre llevo encima. 

    Paseo por Madrid y veo unos carteles de Greenpeace donde sale un niño que se parece asombrosamente a Rajoy, la foto es lo de menos, pero el lema es impactante porque va directamente a la mandíbula de nuestra clase política: "que el niño que fuiste no se avergüence del adulto que eres hoy". Muy logrado. Como logrado es este refrán que soltó un carnicero el otro día por la radio, vista la polémica que ha organizado la OMS por decirnos algo que todos sabíamos (que hay que comer menos carne) : "la carne en calceta para el que la meta" ...Hablando de hamburguesas, claro. 

    En la radio local de mi provincia he escuchado estos días perlas varias, desde esquelas radiadas y anuncios de quiebras hasta una publicidad de un almacén de disfraces que echando el resto en vísperas de esa pesadilla llamada Halloween, que se ha merendado nuestros buñuelos y huesos de santo decía "somos especialistas en disfraces y artículos de coña"...Tal cual, como si la palabra "broma" fuera demasiado fina. 

   Voy a renovar mi DNI y el fotógrafo que me retrata el día antes me pide que sonría. Sin decirle que vivo fuera de España, le hago notar que las instrucciones del DNI dicen claramente que no hay que sonreir en la foto. Me contesta muy serio que eso será "por ahí fuera" , "porque aquí nos gusta la gente sonriente". Punto primero: tanto se me nota que soy una expatriada? Y en qué? Y punto segundo: me arrugo ante el fotógrafo y no le contesto así que, temiendo que al día siguiente no den por buena la foto en la comisaría, hago una leve mueca a modo de leve sonrisita que me va a dejar con una cara de perfecta idiota imitando a la Mona Lisa para los próximos diez años de mi vida. A veces mis paisanos consiguen neutralizar el Pitbull que habita en mí, no sé como lo hacen.

    Y vuelvo a casa encastrada en mi asiento de avión viajando con mi bolso y mi abrigo sobre las piernas (sólo me faltaba el cesto con la gallina) porque los portaequipajes están llenos de maletas de esas personas que no quieren separarse de sus maletas, y porque los aviones del 2015 parecen autobuses de 1960, para que nos quede claro a los que volvemos a nuestro lugar de trabajo que, por mucho pisto que nos demos, no somos más que emigrantes.

jueves, 29 de octubre de 2015

A la capital

    Mañana se acaban mis días de asueto en esta capital de provincias que es la que me vio nacer y donde, de verdad, uno se retira del mundanal ruido, como dijo Fray Luis de León, que además adorna una de sus plazas más bonitas. Por suerte no se acaban de repente las vacaciones en Barajas, que empieza a ser un sitio al que le tengo manía, sino que haremos parada y fonda en Madrid, capital de éste que todavía es reino. 
   Lo que es hacerse mayor...Cuando yo vivía permanentemente en la provincia, pasar 48 horas en la capital me parecía la repera. Ahora que vivo en otra capital, y que disfruto temporalmente de la vida provinciana, lo de ir a Madrid tiene el aliciente de ver amigos y parientes queridos y visitar pinacotecas, pero poco más. Voy a salir del armario aunque mi amigo madrileño se enfade conmigo: no me gusta Madrid, y me pregunto qué hubiera sido de ella si no fuera la capital desde hace más de cuatro siglos. La próxima vez que vayan ustedes a Madrid en avión, asómense a la ventanilla cuando el avión se aproxima a la pista y entenderán de qué les hablo. 
    Madrid es una ciudad grande pero me queda la duda de si es una gran ciudad, si ha habido ese esfuerzo estético y urbanista que ha habido en otras capitales europeas. Madrid tiene que agradecerle eternamente a Felipe IV y sus descendientes el haberse convertido en la ciudad de los museos de pintura por excelencia; como tendrá que agradecerle a muchos de sus alcaldes disfrutar de uno de los mejores servicios de taxi y transporte público de Europa. A los madrileños hay que agradecerles que sean gente poco nacionalista y bastante tolerante y hay que reprocharles que se dediquen los fines de semana a invadir las provincias limítrofes con cualquier excusa, ya sea el turismo rural y cultural como esa pesadilla llamada despedidas de solteros. 
    Se me nota que me cuesta salir de mi tierra castellana para ir a una tierra fronteriza que ni siquiera me parece Castilla, porque cuando llegas te recibe una bandera con estrellas que parece más bien de una república africana. Pero no quisiera parecer  vetusta ni pueblerina, aunque mañana me sienta como Paco Martínez Soria camino de la capital.

martes, 27 de octubre de 2015

Jubilados cabreados

    En este país que está envejeciendo vertiginosamente, el cuarto poder de verdad no son la banca ni los medios de comunicación, sino los jubilados, que ademàs votan sin perderse una. Los políticos lo saben y los cortejan sin disimulo, aunque parece que en este asunto quizás tengamos que empezar a hablar en pretérito, visto los que veo en la prensa estos días. Abro un inciso: cada vez estoy más convencida de que pasar las vacaciones en lugares sin Internet, aunque desespere a tus herederos te convierte en una persona mejor informada, lo que se lee en la prensa escrita se nos escapa miles de veces en la prensa on line. Se cierra el paréntesis.
    Otros años, a estas alturas, un millón de jubilados españoles lleva ya un mes bailando los pajaritos en Benidorm o buscando pareja con ciática por Fuengirola. Otros años, digo, porque éste, por culpa de un lío de contratos públicos y una pelea de recursos judiciales en el que está enzarzadas dos empresas de viajes que concursaban para hacerse con un pastel de 1.300 millones de Euros, los alegres y viajeros jubilados se han quedado en tierra. Todo ello, además, con la inestimable colaboración de Ministerio de Sanidad y Asuntos Sociales, que sacó la licitación tarde y mal provocando que entre fallos y recursos, las vacaciones INSERSO de este año no hayan tenido lugar. 
    Y va Rajoy, y convoca elecciones para el 20 de diciembre sin haber resuelto las vacaciones de un millón de sus votantes, esos que forman parte de los diez millones que no le fallan nunca. Una audacia como otra cualquiera porque estos abueletes intrépidos y fiesteros, le perdonarán más fácilmente al PP la corrupción y los fraudes varios que el no poder jugar a la petanca en las playas del Mediterraneo, o soñar despiertos con la posibilidad de encontrar una nueva media naranja al son de "Paquito chocolatero". Lo tendrá en cuenta el presidente? Se lo habrá consultado a su gurú Arriola? O quizás, siguiendo la tendencia imperante, esté tomando clases de baile para salir haciendo lo propio en algún programa televisivo, y ha decidido que los jubilados ya no le interesan. Este hombre es un misterio insondable.


domingo, 25 de octubre de 2015

Castilla

    Aterricé ayer en Barajas sentada en la ventanilla por cortesía de mis herederos; según me voy acercando a la pista contemplo el erial  que rodea la capital de España y me digo que Madrid es lo que es porque alrededor no hay nada. Y también me digo que su católica  majestad Felipe II le hizo un gran favor a esta ciudad  trasladando la capital a este lugar en medio de la nada, que sigue estando en medio aunque ahora de un mar de urbanizaciones de adosados, complejos de ocio, depósitos industriales y nudos de autopistas.
    Sigo ruta por carretera hasta mi ciudad natal, cruzando otros eriales a partir de la sierra madrileña. Razón tenía Machado cuando decía que Castilla es ancha y plana como el pecho de un varón; como la tiene el sacrosanto refranero popular cuando proclama que ancha es Castilla. Es ancha y es amarilla la mayor parte del año, tierra dura, fría, cubierta de pedregales salvo en ese paraíso llamdo dehesa donde se hacen a golpe de bellota esos jamones de antología que, con perdón de los de Jabugo, son los mejores del mundo. 
    Castilla es ancha, larga, plana y adusta; fría en invierno y tórrida en verano. Es esa tierra que cría toros bravos y gorrinos de Pata Negra, animales ambos predestinados al sacrificio y al aprovechamiento ajeno; es esa tierra olvidada por el AVE y los aeropuertos, poblada de viejos y gentes tan adustas como la propia tierra, tan austeras como sus alimentos, tan de pocas palabras como sus poetas. 
    Esa es Castilla y así somos los castellanos. Esa es la tierra que me rodea desde ayer y que esta mañana me ha recibido con una hogaza de pan blanco y una lluvia de otras latitudes, quizás para que no eche de menos nada de lo que dejé atràs. Esa es Castilla, la que la Frikipedia (curioso texto muchas veces cargado de razón) describe como la tierra de donde procedían  los Jedi, aunque  George Lucas no se enteró y donde sus naturales son una mezcla de Homer Simpson y un legionario...Bien pensado puede que tengan razón estos de la Frikipedia. Y como dijo Unamuno (que era vasco): "tú me levantas, tierra de Castilla, en la rugosa palma de tu mano" .Así es.

jueves, 22 de octubre de 2015

Mens sana in corpore corrupto

    Mi padre y mi abuelo solían decir que hay una enfermedad de la que se muere todo el mundo y que se llama carnet de identidad y, concretamente, se muere uno cuando ya no queda otra de esa línea donde viene escrita la fecha de nacimiento. En lo que el DNI se pone malo y nos lleva al huerto de los callados cada cual intentamos engañarlo como podemos.   Sin ir más lejos, hoy mismo en el gimnasio donde me ejercito, ahora que definitivamente la lluvia me impide correr por las calles (y de paso intento también engañar al DNI) el programa informático de entrenamiento me ha propuesto calcular mi verdadera edad biológica metiendo toda una serie de parámetros que no he metido porque a los cinco minutos ya me había cansado de leerlos; y porque me asusta que me digan que tengo más años biológicos de los que ponen mis documentos, a pesar de lo que me esfuerzo en lo contrario.
   Temo admitir que, ahora sí, señoras y señoras, que esta fortaleza de mi cuerpo, que en los últimos años he armado con todas las armas posibles para que sea joven y atlético está asediada por las fuerzas del maligno en forma de achaques varios. No voy a rendirme a la primera de cambio, pero me están dando la batalla desde que volví del verano, qye ya saben ustedes que, en mi caso no sólo es una estación metereológica sino también un lugar. Me asedian al principio de esta temporada otoño-invierno porque es cuando servidora se pone en manos de los galenos para que me saquen sangre,  me revisen los dientes, los ojos, mis atributos femeninos y la glándula tiroidea que, en mi caso es bastante dura de pelar y está revoltosa ella. El balance final es medianamente satisfactorio, pero veo cada año como se va estrechando el peligroso cerco de las goteras corporales a mi alrededor. No les cuento las últimas sorpresas porque tampoco voy a airear mi expediente médico en la plaza pública pero vamos, para todo lo que me esfuerzo, los resultados podrían ser mejores, qué caramba!

    Como acto de rebeldía hoy me he zampado dos marron-glacés, el dulce favorito (e intraducible)  de Maria Antonieta (por si no lo sabían) y de todas las mujeres de mi familia; y el único dulce por el que yo pierdo la cabeza, siendo como soy más amante de las aceitunas que de los caramelos. Y porque estoy en donde estoy, que si no hubiera vaciado una churrería entera, acompañados todos los churros y porras posible e imaginables de unos cuantos cafés...Ya ven que al final me he dado un homenaje bastante modesto para lo que podía haber sido. Veo que esto de cuidarse está muy bien pero veo así mismo que las goteras de la edad acechan las desgraciadas de manera que los esfuerzos por evitarlas a veces sean estériles.

    Y ya que me confieso, pues resulta que también me he zampado unos higos envueltos en chocolate negro que me ha traido mi vecina a ese lugar donde ya no somos vecinas sino colegas de trabajo; y me los he tomado con gusto y hasta con concupiscencia, porque el higo es mu fruta favorita y envuelto en chocolate ni se lo imaginan como está. Y al colesterol, a las dioptrías, a los triglicéridos, a las hormonas oscilantes y a todas esas cosas horribles que a partir de ahora nos van a ir sucediendo poco a poco a las mujeres en edad interesante como es la mía, pues un buen corte de mangas! Y a hacer deporte, sólo y exclusivamente porque genera endorfinas que son relajantes. Aunque estoy segura que los churros también generan endorfinas, seguro.


domingo, 18 de octubre de 2015

El indicador económico perdido

    Se supone que los economistas saben de economía, aunque llevan unos años equivocándose tanto que la cosa da que pensar. También es verdad que creemos que los economistas son unos adivinadores que, en vez de bolas de cristal y cartas del Tarot, utilizan ordenadores y series interminables de números, lo cual le da a su oficio adivinatorio  cierto halo de seriedad, aunque en el fondo muchos piensen que entre Rappel y la Escuela de Chicago no hay tanta distancia. A su favor hay que decir que en tiempo de bonanza era más difícil equivocarse y que a nadie le gusta dar malas noticias; los que las anunciaron con antelación como Stiglitz o Krugman, acertando de pleno, tuvieron en los años de opulencia tantos detractores como tienen ahora seguidores. Así de injusta es la ciencia. 

    Se supone también, que en cada país civilizado, hay un economista que sabe de economía y que recibe el encargo de ser el ministro del ramo. En el caso español, se nombran hasta dos al tiempo, que además de economía, están demostrando saber latín, porque uno ya se ha apeado de la política rindiéndose a la evidencia de que en cualquier consultora estaría mejor pagado y el otro, el recaudador, se ha puesto a largar por esa boquita todas las lindezas que pensaba de sus jefes y que hasta ahora no se había atrevido a largar. Dice Don Cristóbal que eso de la "economía con alma" es una falacia, y creo yo que dice muy acertadadmente. La economía es una ciencia inexacta, indeterminada y donde entran en juego muchas variables entre las cuales me parece que el alma no tiene mucho peso. Eso de la economía con alma me suena a frase idiota pergeñada por algún experto en marketing electoral y me recuerda al "conservadurismo compasivo" de George W. Bush, que se inventó este lema para lograr su reelección justo antes de bombardear Irak y pasear a los presos de Guantánamo en pelotas y atados como perros sin longaniza, todo ello sin compasión ninguna. 

    Don Cristóbal se puso las botas el domingo pasado en El País, y le hizo un pequeño regalo a su gobierno, pues dio una serie de datos que, según él,  demostraban que la economía de forma "evidente"  (evidente: que se puede ver sin esfuerzo) se estaba recuperando. A mi juicio, se le pasó el dato fundamental: que los divorcios han aumentado en un 3% en el último año, cosa en absoluto baladí. Si la gente se vuelve a divorciar oficialmente, con papeles, abogados y pensiones alimenticias por medio, es que es verdad que la cosa está mejorando. O si no, ya me dirán ustedes qué mileurista o parado, por muy a matar que se lleve con su ex lo que sea, puede permitirse una segunda casa con todas sus facturas sin dejar de contribuir al mantenimiento de la primera y de los que viven en ella. 

    Que los divorcios se redujeron de golpe a partir del 2010 es un hecho demostrado que no corresponde a un arrebato religioso ni a que de repente todos los matrimonios fueran muy felices. En pleno siglo XXI  ya nadie vive gratuitamente el infierno que supone un matrimonio roto y un hogar devorado por el desamor y la inquina mutua entre los cónyuges. Pero el divorcion lleva aparejados unos costes que muchos hogares infierno de la España en crisis no podían asumir. Así que una de dos: o el infierno era talmente insoportable que se endeudaron para pagar el divorcio  o las maltrechas finanzas de esa gente han mejorado lo mínimamente necesario para afrontarlo. Yo me quedo con la segunda explicación, francamente. La economía doméstica es un gran indicador económico que los sesudos adivinadores tienden a desdeñar. A ver si el próximo que venga tiene una bola de cristal más limpia o más transparente y acierta un poco más,  por difícil que sea...

viernes, 9 de octubre de 2015

El saber sí ocupa lugar

    Estoy cada vez más convencida de la razón que tiene el refranero castellano y a la vez, la poca razón que tiene ciertas frases hechas que lanzamos al aire sin ton ni son. Eso de que el saber no ocupa lugar es una auténtica falacia. Yo se lo sigo diciendo noche y día a mis herederos porque es un público al que hay que machacar  con ciertas cantinelas estando en la edad que están; y de todas maneras algún día, descubrirán como yo que el saber ocupa lugar, tiempo, gasta energía y a veces hasta produce dolores de cabeza.  Sin ir más lejos, hoy mismo servidora ha tenido que seguir un cursillo en su puesto de trabajo, y el saldo contable del cursillo ha sido de un gramo de Paracetamol...A favor del cursillo, claro. 

    A poco que me conozcan, ya intuirán ustedes que el cursillito de marras versaba sobre materia informática, destinado a ampliar mis siempre escasos conocimientos  en la materia. Yo en mi trabajo soy una persona sumamente obediente, y voy siempre donde me dicen que tengo que ir (en la vida civil eso ya es otra cosa) y con la mejor disposición del mundo para aprender, que es un verbo que me encanta conjugar en todos sus tiempos. A la media hora de estar allí, ya sabía yo que me estaba subiendo la presión arterial y que acabaría tres horas después abrumada y con sudores.  Hay cosas que, ni con la mejor voluntad del mundo cieros cerebros son capaces de asimilar y el mío, que ya ha absorbido abundante materia a lo largo de mi vida, más varios idiomas, más el solfeo, más las 1080 recetas de Simone Ortega amén de las instrucciones de empleo de varios aparatos, ya no es capaz de asimilar el lenguaje de las máquinas llamadas ordenadores y dispositivos móviles.O no más de lo que puede asimilar un usuario tan torpe como yo, lo necesario para sobrevivir en un mundo donde las personas han sido sustituidas por las pantallas, para bien o para mal. 

    Hoy, entre sudores y palpitaciones, he constatado que el saber informático es algo que me resulta tan cercano como los ideogramas chinos. Me refiero al saber informático de segunda fase, siendo la primera la de las operaciones básicas (y lúdicas) que sí soy capaz de acometer, como comprar billetes de avión, entradas de conciertos, libros en Amazon, reservar hoteles o vender cacharros en eBay. Y como me conozco a mí misma bastante bien, creo comprender el porqué de mi cerrazón: pretendo encontrar la lógica que gobierna las decisiones que toman las máquinas para permitirte hacer o no hacer ciertas cosas, y eso no es posible. Y no es posible porque las máquinas no razonan como las personas y,  qué le vamos a hacer, yo comprendo bastante más a las personas que a las máquinas. 

    Si miro en mi bola de cristal, veo un futuro en el que quizás las personas hayan comprendido cómo funcionan las máquinas y las máquinas dialoguen entre ellas bastante más de lo que lo hacen las personas; eso que llaman "el Internet de las cosas", que por fin lo he entendido. Me parece una película de terror y me estremece tanto como cuando vi en la tele y a escondidas de mis padres (porque tenía dos rombos)  hace como casi cuarenta años, "Farenheit 451" de Truffaut, y me dio mucho susto pensar que llegaría un día en que leer estaría prohibido y los libros los quemarían, que de eso iba la película, que era una película de terror, como lo ha sido la mañana de  hoy. Brrrrr!

miércoles, 7 de octubre de 2015

A las urnas, ciudadanos. Primer aviso

    Estoy leyendo un maravilloso ensayo titulado "La agonía de Francia". Lo escribió en 1940 Manuel Chaves Nogales, un insigne periodista y brillante escritor que murió en el exilio en 1944, privándonos de su sabiduría y dejando apenas un puñado de libros que son parte de las mejores crónicas que se han escrito sobre la España del primer tercio del siglo XX. Suya es así mismo la biografía de Juan Belmonte que, más allá de la fascinación que suscita el protagonista, es además un soberbio retrato de la España de los años '20, cuando para ser torero había que estar muy hambriento. Nunca le agradeceré lo suficiente a mi vecina el haberme descubierto a este autor, del que me he vuelto todo lo incondicional que permiten las pocas cosas que pudo publicar antes de su muerte temprana, apenas una decena de libros. 

    Y qué tiene de fascinante un libro titulado "La agonía de Francia"? Pues aparte de que está muy bien escrito, que es de rabiosa actualidad, y que se podría titular "La agonía de España" o de Italia, o de Grecia, o de cualquier otro país donde los ciudadanos se han hartado de su clase política y de paso, han decidido que la democracia nos la han traído los Reyes Magos incluso sin haberla pedido ni escrito la carta. Chaves Nogales escribió este libro después de haber tenido que marcharse de España por ser republicano y en el momento en el que de nuevo tiene que marcharse, esta vez de Francia donde residía, pues con la llegada de Hitler presiente que su vida corre peligro; les suena esto de ir saltando de un país a otro por culpa de la guerra? Ya les digo, de rabiosa actualidad:    ..."A Francia llegaban entonces grandes masas humanas que buscaban en ella amparo frente a la nueva barbarie que se desencadenaba en Europa a cambio de ofrendarle sus vidas, su trabajo y sus hijos"...(Página  11)

    Posteriormente, el autor relatará su desilusión ante la capitulación de un país que él creía la eterna salvaguardia de los valores democráticos y que tardó poco en rendirse ante el ejército de III Reich; cuando Goebbels gritaba (literalmente) por la radio que la democracia, la república y el régimen parlamentario estaban podridos, muchos franceses de a pie le dieron la razón y con ello, como decía Chaves Nogales "el gobernado pasó a valer aún menos que el gobernante". Otra perla de sabiduría? Vean ésta:  ..."y pensaban los enemigos que un régimen que convierte a los profesores y los científicos en viles servidores de los intereses particulares, es positivamente inferior a un régimen que sabe convertir en estadistas a los gángsteres"...(página 61)

    Y digo yo, que lo que ocurrió en la Francia de 1940 puede volver a ocurrir en cualquier otro país donde las masas de votantes claudiquen de su derecho a votar amparándose en una falacia: que la democracia no vale nada porque es un gobierno corrupto, o de personas que se corrompen automáticamente al llegar al poder; frase que, desgraciadamente, escucho más veces de las que quisiera en los últimos tiempos. 

    Mariano nos va a llamar a las urnas al mismo tiempo que espera el Gordo de Navidad que, en su caso, son esos diez millones de electores que le dan siempre la victoria porque son una masa votante fiel que jamás se abstiene. A los que piensan que recorrer el camino que los separa de la urna no merece la pena, hay que convencerles de lo contrario, como ya hizo Chaves Nogales en 1940, porque ya ven ustedes que ciertas circunstancias tampoco han cambiado tanto. y porque, como decía Pio Baroja " a una colectividad se le engaña siempre  mejor que a un hombre". Vamos Mariano, saca ya la fecha oficialmente y nosotros, a las urnas ciudadanos!

lunes, 5 de octubre de 2015

Divagaciones sobre el egoísmo

    Esa cualidad tan fea que los humanos tantas veces nos reprochamos los unos a los otros, verbigracia el egoísmo, creo que merece una cierta reconsideración sobre todo entre los que ya hemos pasado al otro lado del medio siglo de vida. Yo ya no tengo tan claro que ser egoísta sea una cosa de la que haya que salir huyendo, o un atributo de seres mezquinos y horrendos; es más, veo con sorpresa a mi alrededor una cierta cantidad de seres profundamente egoístas que tienen buen carácter, están felizmente casados y son padres de familia, tienen amigos y la vida parece sonreirles...Si ser egoísta fuera una cosa tan horrible, toda esta gente debería ser profundamente desgraciada, no creen ustedes? Huelga decir que también he conocido y conozco seres de pesadilla que son profundamente egoístas y viven solos y amargados como consecuencia de ello; pero no crean, los del primer grupo son más numerosos. 

    Sí señoras y señores, parece que he descubierto América pero no, he descubierto simplemente que hay una serie de personas que viven como les da la gana sin rendir cuentas a nadie, hacen más o menos lo que les place en cualquier momento del año, van y vienen por todos lados y se divierten de lo lindo sin pararse en más consideraciones que las que les incumben a ellos y así se ahorran muchos disgustos. He descubierto que hay circulando por el planeta tierra, no sólo veinte mil tontos que se levantan cada día (como decía mi padre) sino también un número considerable de egoístas diplomados que no son uraños ni trogloditas, sino gente simpática (que no siempre amable) y socialmente aceptable. Tentada estoy de poner que algunos de ellos son mis amigos, pero retiro lo dicho porque como mis amigos me leen, no tengo ganas que a partir de mañana todos me manden un mensaje preguntándome si están o no están ellos en la lista de los egoístas de turno. Digamos entonces que tengo muchos conocidos en ese grupo.

   Cómo identificarlos? Pues son esos a los que invitas a cenar con todo el cariño del mundo y te contestan que ese día no pueden porque tienen yoga; aquellos que cuando nacieron tus hijos te prometieron que podrías contar con ellos para cuidarlos en cualquier momento de necesidad pero que, cuando llegó alguno de esos momentos de pánico, resulta que tenían compromisos ineludibles y tuviste que llamar a una niñera de pago. Son los que no llaman a nadie por sus cumpleaños porque dicen ellos que lo tienen como norma cuando la verdad es que lo han olvidado o no les importa recordarlo; los que faltan en la foto de tus momentos importantes porque ese día ya habían preparado otra actividad, pero que al mismo tiempo te piden prestado el coche cuando el suyo se avería y a los que has acompañado a operaciones varias que van desde una visita al abogado porque están a punto de divorciarse hasta elegir las baldosas del nuevo cuarto de baño. Curiosamente, cuando tú les acompañas a todas esas molestas gestiones, tus propios asuntos pasan a segundo plano, incluido el yoga. E insisto, a pesar de todo ello, no son una copia de Satanás, viven tranquilos y relajados y siempre te aconsejan que practiques deporte, comas mejor y te tomes la vida de otra manera menos tremenda. He comprobado que los egoístas tienen una gran panoplia de actividades que poco tienen que ver con el trabajo y que consideran a menudo que los demás seres, los trabajadores, compasivos y empáticos, lo que somos es una panda de tremendistas.

    Y como veo que la internacional de los egoístas crece a mi alrededor a medida que envejezco, me pregunto si no seré yo la que no ha entendido nada y debería matricularme en algún curso "on line" donde me enseñen a ser egoísta de esa manera sutil que te permite seguir conservando ciertos amigos y no ser un apestado. Les aseguro que si existiera una facultad donde ir a aprenderlo, me matricularía; es más, ahora que están tan de moda las carreras dobles, me matricularía gustosa en una que se titulara "doble grado en egoísmo" y egoísmo sin remordimientos". Porque a mi lo que me falla es el remordimiento, que debe ser culpa de la educación católica y apostólica que recibí; y si algún día me decidiera a pasar del lado egoísta recalcitrante, voy a tener que contratar un psicoanalista a tiempo completo que me enseñe a  asumir que lo que le pase a los que me rodean no me importe, ni las consecuencias que pueda tener mi falta de atención con ellos Se aprenderá eso? Y dónde? 

    Urge respuesta rápida, porque aparentemente los egoístas viven felices y yo vivo permanentemente en un tumulto emocional; claro que ellos no tienen miedo a morir solos...Y yo sí. Buenas noches.