martes, 31 de mayo de 2016

Los amigos que perdí

    Volviendo a mi antigua costumbre de robar los títulos de mis entradas a escritores consagrados, el de hoy, para que vean que soy una ladrona honrada y que cito a mis víctimas, pertenece a  una novela de Jaime Bayly, ni mucho menos la mejor de las muchas que él ha escrito con inmenso talento y yo he leído con inmenso deleite. Viene al pelo el título porque el pasado domingo, Javier Marías publicó en su contraportada del País Semanal, un bonito artículo titulado "Las amistades desaparecidas" que varios de mis amigos (curiosamente casi todos expatriados como yo) se apresuraron a colgar en Facebook porque, evidentemente,  nos sentíamos muy bien retratados en sus líneas. 

    No es Javier Marías santo de mis devociones literarias. Encuentro sus novelas aburridas hasta la exasperación y sus artículos peridísticos, bien escritos y casi siempre acertados, son frecuentemente una mezcla de rabia, encono, mal genio y lamentos varios que reconozco muchas veces  en mí misma, así que prefiero no leerlos escritos por otro, aunque este otro sea académico de la lengua y escritor de renombre. Me da la impresión  que este señor está en un estado de enfurruñamiento permanente que no es lo mejor para leer un domingo por la noche, con la perspectiva de una semana de cinco días laborables por delante. Pero este domingo, se ha dedicado hablar de la amistad con un sentido melancólico y real como la vida misma con el que me he sentido más que identificada. Hace unos días alguien dijo a mi alrededor que la nostagia es la esperanza vista al revés, y creo que la columna de Marías le da todo el sentido del mundo a esta frase. 

    En mi nostalgia particular, se han ido quedando por el camino muchas personas que otrora consideré indispensables para mi existencia, y no hablo de muertos, sino de olvidados o perdidos. Gente que conocí viajando, la mayoría de las veces; zascandilenado por esta Europa que quiere dejar de serlo con una mochila, un saco de dormir, un paquete de pan de molde y poquísimo dinero en el bolsillo. Gente con la que hablaba hasta las primeras luces del día, con la que compartí protestas callejeras (me doy cuenta que apenas guardo contacto con mis amigos de la Universidad) cañas repartidas en dos vasos, proyectos de una vida de adultos trabajadores que querían cambiar el mundo y ya es bastante si hemos conseguido no empeorarlo. Gente que me prestó su hombro para llorar, y muchos ratos de su vida para reir; gente que me enseñó a ser de otros lugares, a hablar otras lenguas, a disfutar con otros paisajes; pero también gente que pertenece a mi propio paisaje infantil, a mi vida en mi tierra antes de salir en busca de otras tierras; aunque diré a mi favor que algo de lo que me siento orgullosa y presumo es de seguir manteniendo a mis amigas del colegio, con las que empecé el preescolar y con las que,  a día de hoy, sigo disfrutando de muy buenos ratos cuando las veo, verdad Susi, María, Lola, Merce, Adela y Paloma? Menos mal que a vosotras no os he perdido de vista, ni de oído.

   Pero qué fue de todos aquellos a los que ya ni Facebook consigue encontrar? Qué fue de los compañeros del Interrail? Y de los ingleses que vivían en mi casa italiana y plantaban geranios en el bidé? Qué pasó con todos aquellos becarios Erasmus, madres y padres fundadores del invento como yo? Y de nuestros profesores que se hicieron amigos? A dónde han ido a parar los teléfonos de mis compañeras del equipo de baloncesto? Y de mi patrulla scout? Y de mis muchos primos hermanos que también fueron en muchas fases de mi vida más amigos que primos?

    Sé que mis amigos expatriados se hacen las mismas preguntas que yo. Ya sé que el perder y dejar de frecuentar amigos no es patrimonio de quienes no vivimos donde nacimos, pero les aseguro que somos sujetos de riesgo en este asunto. Y cuando llueve y llueve, como ocurre detrás de mi ventana desde hace dos días y dos noches, pues sí, es inevitable, como bien dice Javier Marías (por una vez sin rezungar y sin reclamar sus derechos como fumador) que "produzca vértigo acordarse de las personas dejadas por el camino"... La cita es literal. La nostalgia, o la esperanza vista al revés, es gratis, y muy propia de mi edad!

jueves, 26 de mayo de 2016

Ciudadano contra catetos

    Tengo un amigo que ha dado un paso al frente y se va a presentar a las elecciones al congreso de los diputados. Verdaderamente, hay pasos al frente que son más bien un salto al vacío y por ello, mi amigo se merece no sólo mi amistad sino también mi más profunda admiración y respeto.

    Mi amigo, que es bastante más joven que yo, está  en esa franja de edad en la que se toman decisiones o se convierte uno mismo en decisivo. En realidad, esa franja de edad es la mía, pero como ahora padecemos todos de "juvenilismo" (el entrecomillado es mío porque me da que me acabo de inventar la palabra) pues la ardua tarea de hacer que las cosas cambien y se mueva lo inmóvil recae en los de cuarenta, porque los de cincuenta ya estamos para sopitas, según el sentir electoral. Ya le he dicho que lo admiro, porque además esta aventura tiene muchos más inconvenientes que ventajas: deja atrás un trabajo fijo y bien pagado, una vida cómoda y  bien construida en una capital del norte de Europa, una cierta rutina placentera, un entorno cosmopolita, amigos, aficiones;  y lo deja, insisto,  para hacer lo que muchos de los que protestamos por cómo anda de mal nuestro país y cuán ruin es nuestra clase (que no casta) política no somos capaces de hacer: ponernos nosotros mismos manos a la obra para cambiar lo que no funciona. O al menos intentarlo. Y como no son buenos tiempos para la lírica, y mucho menos para la política, ahí está lo admirable de la gesta. 

    Intentando ponerme en su pellejo, y teniendo en cuenta que su ciudad de destino es vecina de la mía, me imagino perfectamente estrechando manos por la calle y visitando mercados y plazuelas; proclamando un amor infinito por la tierra que me vió nacer, porque lo tengo, y  declarando por mi honor que vengo a intentar mejorar la vida de mis conciudadanos. Me veo escuchando las quejas de pensionistas y amas de casa, de parados de larga duración y jóvenes desesperanzados, de agricultores y ganaderos y de pequeñísimos comerciantes frente a Mercadona y el Corte Inglés, que es lo que va quedando en nuestras capitales de provincia. Me veo perfectamente contestando preguntas de oyentes en la radio y ante las cámaras de la televisión local, recorriendo pueblos mañana y tarde y contemplando mi foto pegada en las farolas y muros desconchados; a pesar de que todos pidamos una campaña de bajo coste, alguna foto del candidato hay que poner en alguna parte, digo yo! Sobre todo en esas ciudades meseteñas donde los jubilados, analfabetos digitales buena parte de ellos, son casi el cincuenta por ciento de la población. Creo que a todo eso podría llegar, no digo que divirtiéndome, pero podría. 

    A lo que yo no podría llegar es a esa otra parte desagradecida y oscura de la política, en la que hay que cultivar anchas espaldas y estar preparado para todo tipo de puñaladas que a veces vienen del ángulo que menos te esperas. A ese otro capítulo desagradable que el Nuevo Testamento resolvió diciendo que pusiéramos la otra mejilla (San Mateo 5, 38-42) pero que incluso a los que presumimos de templados y tolerantes se nos hace difícil; a no perder las formas ni las maneras aunque a tu alrededor no haya más lenguaje que el soez y tabernario. Y aún le quedará el salir en la prensa cada día, porque para eso uno es candidato,  y ver cómo te insultan facilmente los que no te conocen y te recuerdan que no vives allí desde hace tiempo e incluso te echan en cara que seas un tipo inteligente, políglota y bien preparado. Ay sí! En el fuero interno de buena parte de los que votan (e incluso de los que ni votan pero se quejan) siempre hay una cierta preferencia por el casticismo mal entendido: votamos a uno de los nuestros, amargado y cateto, y probablemente ávido de medrar y susceptible de corromperse. Más vale cateto conocido que ciudadano competente por conocer. 

    Deseo que las anchas espaldas de mi amigo soporten todo lo tremendo e injusto que tiene la política y le den una satisfacción en forma de escaño. Independientemente de si estoy de acuerdo o no con sus ideas y las del partido por el que se presenta, creo que es un hombre honrado, capaz y deseoso de servir a sus conciudadanos. Hay un librito que le convendría en esta coyuntura, lo escribió  Quinto Tulio, el hermano pequeño de Cicerón, en el año 64 para ayudarle en su campaña electoral para el consulado romano. Se llama "Commentariolum petitionis", pero no se me asusten, hay una traducción al castellano publicada por la editorial Acantilado en el 2003, con el título de  "Breviario de campaña electoral". Si puedo se lo haré llegar, y de él se sacan perlas como ésta que les dejo: 

" si pones en práctica lo que generosamente te han concedido la naturaleza y el estudio, y si haces lo que las circunstancias exigen de tí, lo que puedes y lo que debes, no te será difícil hacer frente a unos rivales cuya fama por sus vicios es mayor que por sus virtudes". 

    Suerte Diego, la vas a necesitar y además, te la mereces.

jueves, 19 de mayo de 2016

El empacho

    Yo de pequeña era una glotona, comía tanto como respiraba y claro, más de una vez los atracones me pasaron factura; aún recuerdo uno de rosquillas fritas que me dí en casa de unas primas y que aunque debía tener unos diez años arriba o abajo, consiguió que no las haya vuelto a probar hasta la fecha. No se crean que me he curado; sigo siendo, tendencialmente, bastante glotona, pero cierto sentido estético y de la salud me impiden dar rienda suelta a mi ser natural devorador.

    Afortunadamente, hay muchas cosas en la vida de las que empacharse sin tener que pasar por los molestos entripados y sus consecuencias. En los últimos cinco días, y aprovechando una fugaz visita a mi tierra me he empachado de muchas cosas que no engordan y que, a pesar de todo,  te dan bienestar. El contacto con las piedras y su historia: las ciudades monumentales de la Meseta castellana son una biblia en piedra que no me canso de leer e interpretar;  según la luz del día me van contando unas cosas u otras y según me voy haciendo mayor comienzo a entenderlas mejor que nunca, e incluso a echarlas de menos cuando no las tengo cerca. Me he empachado de amigos, de esos que conozco desde que aprendimos a leer juntos, que no piden cuentas ni se molestan si no les llamas o les felicitas su cumpleaños; de esos con los que me bebí mi primera caña y me tomé mis primeras patatas bravas; y no puedo decir de esos con los que fumé mi primer cigarrillo porque nunca he fumado, aunque ellos sí lo hacen  abundantemente, y tampoco se molestan cuando les ruego que lo dejen antes de que se les quemen los pulmones por dentro. Me he empachado de sol, sin por ello tener que broncearme, y de gente que habla y habla por las esquinas, y de fruteras y pescaderos que te venden el puesto entero a la que te descuidas y les das carrete. 

     No todo es espiritual, no crean, también me he empachado de pan en el desayuno, de esas hogazas de pan blanco que sólo saben hacer y cocer en Castilla, y de pimientos del bar de mi amiga Merce y del tocinillo de cielo de mi madre, que  lleva treinta años probando recetas y, eureka! parece que ya por fin ha dado con una que es infalible, de lo cual doy fe.

    Pero el empacho es muchas veces molesto, y por desgracia, de este viaje a la patria he vuelto empachada de política (si es que no lo estaba ya) y de vuelta la burra al carro de las elecciones, con cuatro jinetes del apocalipsis que se presentan de nuevo como si tal cosa sin media reflexión de todo lo que ha ocurrido, y de todo lo que han dicho y estropeado en estos seis meses. El sábado pasado pasé por Avila y a punto estuve de parar en la Catedral,  bajarme del coche e ir a echar un rato a la tumba de Suarez y contarle con calma todo lo que nos está pasando; más que nada para evitarle que se revuelva él en su propia tumba! También me he dado un empacho de Almodóvar; o dicho de mejor manera: he ido a ver "Julieta" y he decidido que con Almodóvar he llegado al punto del empacho y que ya no voy a ver ni una más de las suyas, porque le perderé el respeto y la admiración que le he profesado hasta "Los abrazos rotos", a partir de la cual, no da una el hombre. 

    Ya ven ustedes que empacharse, de según qué cosas no es malo. De las buenas, se soporta hasta el cólico subsiguiente;  de las malas, ni medio retortijón. Llegando a ciertas edades una empieza a ser selectiva.

   

viernes, 13 de mayo de 2016

Cosas de mujeres

    En los últimos días, contemplo con gran asombro como la menstruación femenina se ha convertido en materia de atención mediática y hasta de debate político. No sé si aquello de darle a las mujeres mayor visibilidad iba por ese lado, la verdad...

    Primero fue la CUP de Manresa, y su ocurrencia de legislar sobre la regla.  Para los que sólo siguen tangencialmente este blog porque no son españoles, que los hay,  diré que es el partido de esa señora catalana que lleva el corte de pelo de la Kale Borroka, equivocándose o de autonomía o de peluquero, a saber. La CUP manresana propone "fomentar el uso de copas menstruales, compresas de telas o (atiza!) esponjas marinas en vez de los métodos tradicionales de contención del sangrado, pues aquellas son menos agresivas para el cuerpo de la mujer y para el medio ambiente". Lo del medio ambiente quizás sea verdad; en cuanto a la agresividad, yo creía que lo agresivo era tener que lavar paños todos los meses como hacían nuestras abuelas y madres y no digamos lo de introducirse una esponja marina por "el lugar del regocijo", que decía el Arcipreste de Hita...Y  dicho sea de paso, y por lo que recuerdo de mis visitas a Grecia, las tales esponjas no son baratas, precisamente. Por no meternos con esa sempiterna manía que tiene el comunismo entendido a la antigua de legislar sobre todos y cada uno de los aspectos de la vida cotidiana. Vade retro!

    Pocos días después de esta ocurrencia, oigo en la radio mientras desayuno a una estudiante de mi país de residencia  que, en estos días en vez de estudiar que es lo propio de la estación, se está paseando por radios y televisiones recogiendo firmas para hacer llegar al parlamento un impuesto llamado "la tasa tampón", consistente en rebajar el IVA exageradamente alto que sufren los productos de higiene femenina que no son un capricho sino una necesidad. Y cuando me pongo a investigar por mi cuenta, descubro que la tal tasa ya fue objeto de debate en Francia (donde se aprobó en diciembre del 2015) y que en varios estados de USA es también asunto candente porque sólo Pensilvania, Maryland y Nueva Jersey tienen imposición cero para esas molestas compras femeninas de una vez al mes. Qué pensará Donald Trump al respecto? Lo habrá incluido Hillary en su campaña?

    Ya ven ustedes que lo de legislar sobre las mujeres en sus días clave no es cosa del Antiguo Testamento ni del Corán ni de rancios Ayatollas. Nunca pensé que nosotros y nuestros días que aquellos llamaban impuros, nos convertiríamos en tal centro de atención desde el punto de vista económico,  más allá del marketing de costumbre. Se acuerdan ustedes de aquel chiste tan malo en el que un niño le decía a otro que le iba a pedir un Tampax a los Reyes Magos? el amigo le preguntaba que para qué servía y éste le contestaba: "exactamente no sé, pero sirve para bañarse en el mar, para ir en bici, para  montar a caballo, para esquiar"...  Yo, que ya voy contando mis estrógenos por lo poco que se manifiestan, no pienso gastar en esponjas marinas más que para usarlas en la ducha; ahora bien, lo de la "tasa tampón" no es ninguna bobada:  echen cuentas las interesadas y verán que a lo largo de la vida activa de los dichosos estrógenos, el presupuesto que se han comido Evax, Always y demás primas hermanas no es nada desdeñable. Ya que volvemos a las urnas, a ver si a alguien se le ocurre proponerla!

lunes, 9 de mayo de 2016

Razones para no escribir

Ya, ya, que llevo casi uan semana de vaguería bloguera; pero es que, a veces, aunque afortunadamente son pocas esas veces, no hay nada de qué escribir. 

    De qué se puede escribir si no se quiere escribir de política? De esa que nos tiene a todos cansados y preocupados a la vez, que nos llena los periódicos de noticias que nos suben la presión arterial y que, inevitablemente va a ser de nuevo tema de conversación en las próximas seis semanas. De esa política que ahora promete hacer una campaña electoral de bajo coste pero no nos promete que en caso de empate, cosa harto probable, se remangará hasta conseguir un pacto, como sea. Ya ven que ahí no hay tema, o por lo menos a mi, ahora mismo no me interesa, estoy harta!

    De qué se puede escribir cuando no se quiere (y además en mi caso no se sabe) escribir de fútbol? A una semana de que acabe esta pesadilla de Liga, aquí tengo a mi heredero viviendo sin vivir en sí porque es Culé (a veces en las familias se dan fenómenos paranormales) y me cuenta toda una ristra de cálculos de puntos y de diferencia de goles que me interesan poco pero que, de cumplirse, harán de nuevo campeón al equipo de sus amores. Lo siento, no puedo ni sé escribir de fútbol, y mucho menos de futbolistas, que son esos seres tatuados y con el pelo afeitado con cortacésped que ganan millones por tener cierto talento con el balón en los pies y mucha destreza para escupir. Se han fijado ustedes que desde que las retrasmisiones televisivas de los partidos mejoraron y nos regalan primeros planos de los jugadores rara es la vez que no les pillan escupiendo? Y se han fijado que hoy día los que escupen por las calles no son los viejos que salen del dentista o fuman tabaco liado sino los jovencitos que imitan a sus ídolos balompédicos? Bonito ejemplo una vez más. Nada, no me vale el fútbol. 

   De qué se puede escribir cuando una intenta olvidar las bombas, el terrorismo, los terroristas suicidas, el ejército a la puerta de mi casa y de mi oficina, los toques de queda, los heridos, el ruido de ambulancias, la desconfianza de quienes comparten contigo el vagón del metro, la guerra de Siria, los desvaríos del gobierno turco y el insulto que es para el mundo occidental que existan reinos como el Saudí y encima les tengamos que hacer la pelota? Fuera este tema también. 

    De qué se puede escribir cuando no quiero escribir de gentuza como Mario Conde, aunque admiro a otros como el señor Amancio, que con los mismos millones da de comer a media España y, si me apuran a buena parte del planeta. Se puede escribir de algo cuando ya no veo la última temporada de "Masterchef", la semana pasada se suicidó Maurín en "Cuéntame" y aún no he conseguido que nadie me preste la sexta de "Downton Abbey"? Poca cosa. 

    Y si, a todo ésto le añaden ustedes que acabo de pasar un puente de cuatro días, tumbada en mi sofá, y paseando por las calles de la ciudad donde vivo, semidesierta porque nadie viene a perderse por ella, y con un tiempo de locura, no me pidan encima que me ponga a escribir, caramba!

martes, 3 de mayo de 2016

El atontamiento

    Desde hace años, y por razones profesionales,  me las tengo que ver con el vocabulario y los procedimientos veterinarios. Cuando entramos en el apasionante campo del bienestar animal, hay una palabra que sale una y otra vez y que me hace gracia, porque en los otros idiomas suena muy solemne (stunning, étourdissement, stornamento, ) y en el nuestro se llama "atontamiento". Es la descarga eléctrica  que se les atiza a los animales cuando llegan al matadero para que estén insconcientes en el momento de sacrificarlos.

    Digamos que atontamiento también debe ser ese momento de no saber qué hacer que tienen los animales que se pierden en las carreteras de provincias, de noche, y los faros de cualquier coche los dejan cegados en medio de la calzada sin saber si tienen que ir a la derecha o a la izquierda. Yo recuerdo muchos de ellos en los viajes de mi infancia: alguna vaca,  conejos, jabalíes y algún que otro venado en las carreteras extremeñas se nos quedaron mirando con cara de sorpresa hasta que mi padre, en una de esas, se llevó a uno de ellos por delante y le costó un accidente que nos cundió mucho en las conversaciones familiares. 

    El atontamiento es el despertar de las anestesias, yo he tenido pocas pero siempre recuerdo de ellas esa sensación de ser y no estar en este mundo, ese mareo mezclado con un extraña placidez. Atontamiento es el de nuestros adolescentes cuando se enamoran (y algunos sin necesidad de enamorarse) o el de los niños pequeños al levantarse de la siesta. O el de los porteros de los edificios cuando se les despertaba de  los sueños que se echaban en sus garitas para decirles que había una fuga de agua en el piso de arriba del nuestro. Vaya, empecé con los animales en los mataderos y veo que de atontamiento y sus ejemplos vamos bien servidos. 

    Yo, en este momento, vivo en una ciudad, pobrecilla ella, que ha padecido la zarpa del terrorismo. Sus autoridades se han quedado así, como los venados encallados en las carreteras de pueblo, no saben qué hacer, no dan una al derecho, un día tiran para la derecha y otro para la izquierda, y cualquier cosa que se les ocurre es peor que la anterior. Los intuyo asustados,  y con sus palos de ciego, han conseguido también asustarnos a la población, y sobre todo preguntarnos en qué manos estamos. Independientemente de que alguno arrime su sardina al ascua y se aproveche del atontamiento ajeno.

    Pero también vengo de un país con políticos y gobernantes en estado de atontamiento supino. Casi mejor que no abran la boca (y no les queda otro remedio porque están en campaña electoral permanente) porque cada vez que lo hacen sube el pan. No es que sean como adolescentes enamorados, es que son como niños de primaria peleándose por unas canicas abolladas, con un atontamiento tal que la pelea no les permite ver lo que hay que hacer para llevarse la bola gorda del premio. 

    El atontamiento está muy bien como práctica caritativa para evitar el sufrimiento animal. Cuando lo practican los que deben trabajar para evitar el sufrimiento humano es hasta peligroso. Y yo, en este momento de mi vida, vivo entre dos países de gobernantes atontados... Tendré que marcharme a un tercero para sobrevivir? No quisiera.

lunes, 2 de mayo de 2016

...Y se armó el Dos de Mayo

   Me he alejado unos días de estas páginas, siempre con excusa. Para empezar, una semana zen por ausencia de mis herederos, que han dejado un vacío, para nada existencial, que su padre y yo nos  hemos empleado a fondo en llenar con todo aquello que dos adolescentes, fuentes perpetuas de ruido ambiental nos impiden hacer; verbigracia: disfrutar del silencio.

   Después celebré mi cumpleaños y sobre todo, celebré este domingo no el 1 de mayo (aquel San José Obrero inventado por Franco) sino el que hace 25 años un grupo de jóvenes españoles, cuando otra crisis nos echó de nuestro país,  llegamos a esta ciudad en la que vivimos, trabajamos, nos casamos, nos hipotecamos, criamos prole y envejecemos juntos. Finalmente, como dice mi amiga la Budista (que también es del grupo) no hay nada mejor que envejecer con tus amigos. 

    Tanto calor en el alma se me ha enfriado hoy, dos de mayo, día de tanto significado para los que creemos que la libertad es el valor defendible por encima de todos los demás cuando ya van quedando pocos que defender. Hoy se disuelven las cortes que debían haber dado a luz al primer gobierno de coalición de la España post-dictadura; hecho que, ahora sí, nos hubiera dado la mayoría de edad democrática que parece que no alcanzamos ni a empujones. Mi gozo en un pozo: la falta de gobierno y los meses transcurridos desde el 20 de diciembre nos han mostrado cómo somos los españoles y a la postre, por qué no podemos tener un gobierno de coalición.

    En primer lugar, porque no sabemos dialogar; porque cuando discutimos ya nos cuesta escuchar lo que nos dicen y, esperamos secretamente poder decir la última palabra y acabar teniendo razón. Esto, en una situación política de mayorías poco viables, es imposible de sostener. Ya que los obispos vetaron la educación a la ciudadanía en los colegios (en la próxima ocasión estoy dispuesta a votar a ciegas al partido que le cierre el pico a los obispos y cancele el Concordato con la Santa Sede) podríamos proponer como sustituto "educación al diálogo" que nos vendría a todos muy bien.

    Segunda conclusión: la corrupción no nos importa nada. Por mucho que se nos llene la boca bramando contra ella, que hagamos circular por las redes sociales mil mensajes que tratan a nuestros gobernantes de ladrones y por mucho que nos rasguemos las vestiduras denunciándola. Al final, el corrupto que llevamos dentro, ese que se cuela en las colas, copia en los exámenes, busca medrar por enchufe y le defrauda a Hacienda aunque sean diez euros, es el que sale a la luz en el momento de votar. La corrupción no le importa nada al 50 % del censo (unos pocos millones de ciudadanos) que está dispuesto a votar de nuevo a los grandes partidos que se han merendado el país con Nocilla y han metido las manos en la caja ajena cuando y como han querido. Y ésto no me lo invento yo, miren los datos del sondeo del País de ayer domingo...

    Tercera conclusión: la española, a pesar de los cuarenta años que han pasado, sigue siendo una democracia imberbe, donde aún no se sabe hilar un discurso coherente, no se sabe hablar con el enemigo sin insultarle, no hay grandes parlamentarios y el propio parlamento es un patio de vecinos. Los de toda la vida siguen cometiendo los mismos pecados y los que vienen nuevos a limpiar la casa no son capaces de aprender de los errores de sus mayores. 

    Y mi conclusión personal es que yo soy una ingenua, que pensaba que en esta legislatura aprenderíamos, por fin, a ser votantes mayores de edad con políticos crecidos en democracia y liberados del pasado? Craso error: los españoles tenemos la falta de gobierno que nos merecemos, porque digan lo que digan aquellos jovencitos mesiánicos del 15M, los que están dentro del hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo SI nos representan.