miércoles, 30 de agosto de 2017

Nuevos amigos, nuevos enemigos

    Queridos amigos, bienvenidos a la séptima temporada de "Qué he hecho yo para merecer ésto". De tanto ver series televisivas quizás esté contagiándome de ciertas maneras televisivas, quién sabe; o estoy dispuesta a casi cualquier cosa con tal de no perder lectores, seis años y cinco días escribiendo de casi todo lo que se puede escribir gastan mucha neurona, y no sé si el séptimo año será tan fructífero como los seis anteriores! Advertidos quedan. 

    Por lo pronto les voy a contar que el verano me ha traido de visita a muchos amigos queridos a los que solo veo en verano y de paso, he hecho tres nuevos amigos. Los dos primeros son artistas, gente que no frecuento mucho, no por nada en especial, probablemente porque yo de artista no tengo nada. Ella es pintora, se llama Virginia y tiene un talento como yo he visto pocos para captar la luz de la costa andaluza y las escenas de la vida cotidiana que se perfilan dentro de esos chorros de luz, que ella llama desordenada, pero que de desordenada solo tiene el título. Tiene su propia página web (www.virginiapintora.com) donde pueden comprobar todo lo que les cuento, y tiene una casa maravillosa donde pinta esos cuadros de luz insultante y desde donde se divisan los mejores atardeceres de la desembocadura del Guadiana. Su pareja es Tomás, otro artistazo. Hace fotos con alma, con detalle y con un sentido artístico y no cursi de algo tan poco artístico y tan cursi como puede ser una boda. También tiene su página web (www;entrefotoyfoto.com). Que si ahora me dedico a la promoción de artistas vía blog? Llámenlo como quieran, llevo seis años escribiendo sin desmayo y creo que me puedo permitir ciertas licencias. Cuánto más, que los supuestamente promocionados son seres encantadores, llenos de talentos que admiro (porque además soy negada para ellos) y me han procurado varios ratos de amable charla y buena mesa en mis vacaciones. 

   El tercero es un nino pequeño, así que por respeto a su identidad como menor, le voy a llamar Jota. Tiene unos cinco años, es un querubín de ojos azules, pelo rubio y hechuras de matón cuartelero a pesar de su corta edad. Le pillé un día arrancando unas plantas de mi jardín y le prometí que la próxima vez le metería las plantas por cierto orificio. Desde aquel día, cada vez que me cruzaba con él (y eran varias a lo largo del día porque éramos vecinos) me lanzaba miradas de odio y resquemor que poco a poco fui atajando a fuerza de interesarme por su vida hiperactiva. Este Jota lo mismo cazaba cangrejos en un lodazal de la marisma que se tiraba de cabeza en la piscina a dos milímetros del bordillo para desesperación de su madre, que lo es de familia numerosa; tan pronto organizaba una expedición punitiva a una casa con Playstation como se iba a arrancar plantas a otros jardines visto que si las arrancaba en el mío corría ciertos riesgos. Con el paso de los días, Jota y yo dejamos de lanzarnos miradas asesinas y comenzó a contarme sus penas playeras, y las promesas no cumplidas de sus progenitores. Cuando le mostré toda mi solidaridad con su llanto (nada hay más cruel que hacerle una promesa a un niño y no cumplirla reiteradamente) creo que dejé de tener un enemigo y pasé a tener un amigo que ya no arrancará más mis plantas y velará porque los demás no las arranquen!

   Y para acabar, también he terminado el verano con un enemigo nuevo en una lista escasa como es la mía. Iberia me debe 600 euros desde hace dos meses porque me dejó varada en tierra cancelando uno de mis vuelos y se niega a pagármelos. No es que yo le reclame 600 euros por daños y perjuicios, es que hay un reglamento europeo en vigor (el  261/2004, "Derechos de los pasajeros aéereos")  que les obligaa pagar esas compensaciones, y ellos, se lo pasan por la entrepierna y esperan que yo me canse de reclamárselos. Por ahora las redes sociales son testigo de mi enfado, y como veo que no les conmueve gran cosa, pasaré a otros foros menos digitales y más judiciales. Esto es la guerra! que diría Groucho. Yo digo que tienen una cara que se la pisan y que son una banda de chorizos que se dedican a llevar personas por los aires...Piénsenselo antes de comprar el próximo billete; a mi no me gusta viajar en manos de delincuentes. 

    Y mañana se termina el mes de agosto y el verano comienza a inclinar la cabeza, el sol cae media hora antes y los espíritus guerrilleros se levantan...El mío, por lo menos. Buenas noches.

lunes, 28 de agosto de 2017

Yo sigo...

    Como cada 26 de agosto, este año con dos días de retraso por culpa de la vuelta casa, les recuerdo que seis años después de haber tenido la ocurrencia de escribir un blog, aquí sigo.

    Pues sí, amados lectores (los que quedan) después de 542 entradas, cincuenta mil visitas, muchos amigos que me felicitan, muchos otros que me critican, también amigos y siempre bien recibidos; muchos descubrimientos y no pocas sorpresas; aqui sigo, escribiendo no contra viento y marea porque afortunadamente vivo en una Europa libre, democrática y librepensante donde se puede escribir y hablar de lo que a uno le de la gana, sino con gusto, con reflexión y en muchos casos con desahogo. 

    Aquí sigo hablando de todo y de nada, con la única cortapisa que me puse desde el principio: no faltarle el respeto a nadie, no escribir lo que otros me pidieran escribir y no renunciar a los poquísimos principios que la suma de los días, la acumulación de canas y una cierta sabiduría que otorga la edad me han ido dando. No se los voy a enumerar, basta que se lean dos o tres entradas en años alternos para que los descubran ustedes mismos. Si quieren algunas pistas  como soy buena se las voy a dar: no soporto el racismo ni el fanatismo religioso (de cualquier religión, ojito) no soporto a los machistas irredentos y a los maltratadores ni a los negacionistas de la Transición española, la única religión que practico es la de viajar todo lo posible y votar en las elecciones, adoro a mi familia y a mis amigos a partes iguales y muchas veces me cuesta delimitar donde empiezan unos y se acaban los otros. No les gustan estos principios? Pues siento no poder decirles como Groucho Marx que tengo otros, porque no los tengo. En ese caso limítense a no leerme más. 

    Aquí sigo seis años después de que una amiga me dijera "te cansarás a la quinta entrada"...Sigue siendo mi amiga, pero en aquel entonces demostró conocerme poco. En estos años he visto de todo y he escrito sobre una cosa y su contraria, he escrito dedicatorias a novias y novios que se han divorciado, dedicado entradas a niños que ya van camino de la Universidad o incluso terminándola, he escrito, para mi desgracia, hasta elegías fúnebres de personas cercanas. Y aquí estoy, a veces dudando de si merece la pena cultivar este huerto que ni siquiera se puede llamar literario, y respondiéndome que merece la pena porque si no lo hiciera, machacaría vivos a mis cohabitantes porque yo, todo lo que no escribo lo cuento de viva voz, y reconozco que puedo ser pesadita. 

   Así que inauguro la séptima temporada de este folletín no televisivo que es la vida misma, relatada por Concha Torres, una señora cincuentona que tiene a bien contarles a ustedes lo que se le pasa por la cabeza a lo largo de los días y no pocas noches. Tengan paciencia con ella, llegará un día en el que se cansará...

viernes, 25 de agosto de 2017

La playa sí que somos todos

    La terrible frase, gramaticalmente incorrecta, no ha saltado esta vez al ruedo de las frases gramaticalmente incorrectas y un punto idiotas: esta vez Barcelona no somos todos, vaya usted a saber si por el hecho diferencial catalán, por el flequillo CUP o porque realmente la gente se ha dado cuenta que la frase era incorrecta. 

    Con las mismas, yo he decidido emplearla en este mi blog de mis entretelas porque me he dado cuenta que la playa sí somos todos. Para ello, he tenido que pasar casi cuatro semanas de intensa playa, en la que no vivo porque también paso muchas horas en una terraza desde la que también contemplo la playa y en un pueblo con la mejor churrería de España. Pasando muchas horas en la playa se puede llegar a la conclusión (aún incorrectamente formulada) que la playa somos todos. Porque la playa, para empezar, es el lugar más democrático del mundo cuando no es playa privada, ni pertenece a un hotel, ni está constituido como esos terribles Lidos italianos con hamacas como enjambres en los que hay que pagar. 

    En la playa todos somos iguales, o como gustaba decir mi abuela, todos hijos de Dios y herederos de su gloria. Sin atender a cuerpos más o menos esbeltos, o más o menos depilados (en el caso de los hombres españoles actuales, más depilados); sin discriminar entre quienes llevan un bañador de moda y pareo de leopardo o quien sale a pasear sus carnes en el bañador que se compró cuando el Alzamiento Nacional; sin dejar de lado a ninguna familia, ni antigua ni moderna, a ninguna pareja, compuesta por quién lo esté. En la playa caben los vendedores de latas de refrescos y los de vestidos ibicencos, las niñas de buen ver y las que hacen buen caldo por ser gallinas viejas; cabes los honrados padres de familia y los chorizos de la Gürtel, aunque éstos últimos no deberían estar en la playa sino en chirona. Incluso en la playa más pija posible, en la cala más atascada de yates de Formentera, puede aterrizar una familia de Móstoles y plantar su toldo con cortavientos con sus tappers de filetes empanados y su gaseosa de litro y a ver quién es el guapo que se atreve a decirles que se vayan! 

     El campo no tiene esa cosa igualitaria que tiene la playa, porque en muchos casos es una finca o un terreno acotado. Tampoco lo tiene la montaña, porque a la montaña hay que tener muchas ganas de ir y no padecer de vértigos, hipertensión ni otras muchas cosas. A la playa casi todo el mundo va, y al que no le gusta la arena, siempre le queda el recurso de contemplar el mar desde una terraza o de templarse a tintos de verano en un chiringuito. Esa misma cosa igualitaria tiene su desventaja: la playa también es de los dueños de perros que no los llevan atados y asustan al personal que se los cruza (servidora, cada mañana cuando sale a correr) de los desalmados con altavoz portátil donde suena "despacito", de las madres de bebés con el vientre suelto que olvidan tirar los pañales en las papeleras, de los que fuman y tiran las colillas aún encendidas en la arena, de Mercadona y sus bolsas, que pueblan las costas españolas en mayor abundancia que las sardinas, de los chiringuitos que anuncian eventos varios con octavillas y de los aviones con publicidad. La playa es de los gritones y los que insultan de la misma manera que lo es de los que sonríen y te dan los buenos días cuando te los cruzas; es de moros y cristianos, del Madrid y del Barça, de izquierda, derecha y hasta de Podemos cuando no sabían de qué lado eran. 

     Eso es lo bueno de la playa...Y también lo malo. Pero a mí se me está acabando y solo quienes me conocen saben lo que la voy a echar de menos los siguientes once meses de mi vida! 

lunes, 21 de agosto de 2017

Desparramados

    "La furgoneta blanca dejó a su paso un rastro de cadáveres desparramados". Ni sé las veces que he leído y oído esta frase en los últimos días, y en todas se me quedaba enganchada en la vista u oído este adjetivo que, francamente yo no hubiera utilizado para referirme a los cadáveres de unas pobres víctimas de una masacre terrorista, a la que otros llaman "atropello" qué le vamos a hacer. 

    Yo me levanto temprano cada mañana, aquí en mi modesto paraíso terrenal (al que he llegado sin necesidad de matar a nadie) y veo algún que otro jovenzuelo desparramado en la playa donde voy a correr y comprar calorías a crédito. Supongo que duermen la mona de la noche anterior. Cuando mis criaturas se desperezan por la mañana, están desparramadas por los sofás de casa mientras su padre y yo nos alistamos para ir a la playa y de paso, caminar unos kilómetros.  En esa misma playa, por las tardes, hay decenas de adolescentes desparramados en torno a un altavoz portátil (esa sí que es un arma de destrucción masiva) donde con un poco de suerte no se escucha "despacito", y sin suerte, en sesión contínua. A última hora de la tarde, cuando el sol comienza a caer, yo misma me desparramo muchas veces contemplando la bola enrojecida que se marcha por el horizonte y dando gracias a quien corresponda por vivir un verano más como a mí me gusta. Y hay muchos días en los que la vida me ofrece tantos platos en el menú, y tantas cosas que hacer y disfrutar, que ni tiempo me queda para el desparrame. 

    Yo, ya saben ustedes, librepensadora hasta el tuétano y fiel adoradora del Dios de los viajes y las vacaciones. Un punto hiperactiva, lo reconozco, pero capaz de vivir y dejar vivir al prójimo, algo que llevo como cincuenta años aprendiendo y no siempre lo consigo. Me digo que si estos adolescentes desparramados, le concedieran a sus cabezas un poquito de lectura, otro poco de música (entendiendo por música todo lo que emite un instrumento, voz incluida, y se escribe en un pentagrama) algo de atención al prójimo, cero religión con mandamientos extraños (y sí, tapar a las mujeres de las cejas hasta las canillas es un mandamiento extraño) bastante deporte y a ser posible de equipo y no balompédico; si escucharan lo que les cuentan sus mayores que no han tenido oportunidad de desparramarse, vieran menos la televisión, y todavía menos esos canales de Youtube que les envenenan los pensamientos y se han convertido en una nueva manera de predicar ciertos evangelios; si hicieron sólo la mitad de todo eso, no creo que llegase el día en el que con una furgoneta blanca sembraran las calles de cadáveres desparramados. 

    A los que no nos desparramamos nos toca poner de nuestra parte, no crean: no ceder al odio y al racismo primario y simplón ya es un buen comienzo. Y con esta frase lapidaria, cierro la emisión, pues me voy a la playa a hacer unos kilómetros en los que mis piernas se ejercitan y mi cerebro se regenera y se limpia. Y con ello, un abrazo fuerte y emocionado a todos mis amigos de Barcelona, que los tengo, y los adoro. 

martes, 15 de agosto de 2017

Ferragosto

    En una de mis películas italianas favoritas, Nanni Moretti se pasea con su Vespa por las calles de Roma donde no hay nadie un 15 de agosto


    En sacrosanto Ferragosto italiano, que se aplica también a otros países como el nuestro, donde a todo el mundo le parece que pasarse el mes de agosto en tu ciudad es una maldición gitana. A mí no me lo parece, que conste en acta. 

    Cuando he salido a correr esta mañana he visto un tremendo baile de maletas, padres enojados porque no caben las maletas, madres enojadas porque nadie les ayuda a cerrar las maletas y niños con caras de pocos amigos por el madrugón. Hace un rato, he visto el mismo baile pero a la inversa, gentes que se van y otras que vienen, y yo aquí, apurando mi café con hielo (que me perdonen mis amigos italianos pero en verano me gusta así) como si fuera el guardián de la playa a la que estas nuevas maletas y sus dueños, llegan esperando huir de esas ciudades agosteñas que les agobian. 

    Cuando mis hijos eran pequeños y viajábamos en verano, ellos decían que venían "a las vacaciones" como si éstas fueran no sólo un tiempo del año y un paréntesis necesario sino además un lugar geográfico! Pues bien, yo me he instalado en las vacaciones como un estado mental e incluso sentimental del que no quiero salir, aunque bien sé que me tocará, en unos días, que voy contando y desgranando como cuentas del rosario que no rezo. En este lugar (da igual si físico o mental de las vacaciones) no existen la CUP, ni Cristiano Ronaldo, ni el aeropuerto del Prat y sus vigilantes, ni Trump, ni el Daesh ni  esas gentes absurdas de Sabadell que equiparan a Antonio Machado con los generales franquistas que otrora poblaran sus calles. En las vacaciones solo existen playas infinitas para salir a correr por las mañanas, churreros de sonrisa amable y bondad inmensa, paellas cocinadas con amor, tintos de verano caseros y amigos que te dan conversación y cariño para hacer almacén de ambas cosas para el invierno. 

    Por eso todo el mundo se escapa de algún lado intentando  llegar a otro lado al que denominar "vacaciones", con maletas o sin ellas, con hijos, suegra, perro de compañía y lo que haga falta. Porque son necesarias, y en muchos casos, imprescindibles para hacerle frente al invierno, a ese invierno que como la novela de Isabel Allende dice, más allá de él mismo nos anuncia que habita en nosotros un verano invencible. Feliz quince de agosto para todos. 

sábado, 12 de agosto de 2017

Turistas a puñados

    En este verano patrio, el turista tiene el papel estelar, como le corresponde. Este año, dicen, serán algo más de ochenta millones los que vengan a probar aquello que inventó (o mandó inventar) Fraga de "Spain is different". Que no es porque se le ocurriera a Fraga, pero lo es. Ochenta son muchos millones de personas, bastantes más de las que habitan regularmente el suelo patrio, incluso contando a los que no lo habitamos regularmente y nos convierten en cuidadanos de segunda porque no nos dejan votar; pero no me meto por esa vereda que no es el tema de hoy. 

    Los turistas sí lo son, y este año son muchos. Dice Mariano que el turista es rey, en un país cada día más republicano, porque a unos chiquillos de la Kale Borroka versión catalana se les ha ocurrido que tirar huevos a las terrazas de los bares y prenderle fuego a los autobuses de turistas que (ciertamente) invaden Barcelona, es un buen pasatiempo a falta de represión policial antiterrorista o violación de los derechos fundamentales. Y aquí sí tengo que hacer un inciso: los peluqueros vascos de la Kale Borroka se han mudado a Cataluña? Veo un sospechoso parecido en los flequillos...Cierro el inciso. En cualquier caso, sea o no sea el turista un rey al que hay que rendir pleitesía, es un ciudadano que viene en son de paz (excepto los que vienen a Magalluf) a gastar sus dineros, sean muchos o pocos, en un país que no anda sobrado de ellos. Barcelona se ha empeñado durante años en ser la ciudad más atractiva del país al que todavía pertenece y eso conlleva apechugar con las consecuencias, me parece a mí. 

    No sé si estos ataques, lanzamientos y pintadas de una panda de descerebrados van a conseguir apartar a los turistas de nuestras ciudades y playas. En España somos muy hábiles atacando al turismo con métodos no violentos: clavadas en los restaurantes por paellas que servirían de cimiento para una casa, sangrías de a millón hechas con vinazo y garrafón, apartamentos playeros que parecen zulos, ruido medioambiental al límite de lo soportable y hoteles que se pintan solos las estrellas que no tienen. Nos hemos cargado a conciencia la costa mediterránea, que apenas tienen ya dos o tres sitios que merezcan la pena sin una selva de cemento que los oculte; las Baleares se convertirán dentro de poco en un paraíso para ricos que aparcan sus yates y en un infierno para sus habitantes, si es que quedan vistos los precios del metro cuadrado; Marbella es una provincia rusa y las playas de Cádiz comienzan a padecer el síndrome de los hoteles con todo incluído, que deberían estar prohibidos por ley. Hasta en mi rinconcito veraniego, ese que mis hijos tratan de antediluviano, otrora habitado por gentes de pueblo costero y unos pocos habituales, se nos ha llenado de madrileños gracias a los cuales, los lugareños  han descubierto que el turista es un ser destinado a comer poco y mal y ser expoliado de lo que honradamente gana el resto del año para pagarse unas humildes vacaciones. 

    El turismo es un gran invento, y una fuente de ingresos y divisas no desdeñable; ahora bien, los países que sólo viven del turismo, curiosamente están en el hemisferio sur y, curiosamente, tienen ciertos modelos no muy recomendables de gobierno...Tratemos bien al turista sin convertirlo en el rey que Mariano nos recomienda y hagamos del nuestro un país amable y acogedor, y tan moderno que sea capaz de no vivir solamente del turismo, Italia es un buen ejemplo. Y con éstas, me retiro a mis churros, que me están esperando! 

     

lunes, 7 de agosto de 2017

Sociología del desayuno

    Esta mañana antes de las nueve ya estaba yo saludando a mis churreros favoritos, Olga y Use y acto seguido, desayunando un euro de churros con un café solo largo de agua que Pili y Blanca, del bar del mercado me ponen nada màs aparezco por la puerta del bar. Hace años me costaba explicarles que yo era una terrícola extraña que no tomaba un café con leche para desayunar y menos aún una leche manchada como gustan por estas tierras, pero ahora que ya somos amigas y nos contamos nuestros sinsabores, el café viene solo hasta mi mano. Coste del desayuno: un euro setenta y toneladas de felicidad gratuita. De paso, saludo a pescaderas, carniceros  y fruteros (que también desayunan allí) a los que iré a comprar acto seguido, me entero de las noticias del Canal 24horas que está puesto a todo volumen para que nadie le haga caso y le digo que no quiero cupón al mismo ciego de todos los veranos. Me fascina todo el paisanaje que transita por ese bar donde sólo se toma café y los churros de la churrería cercana y es quizás el único lugar de España donde soporto el ruido ambiental, hasta con buen talante! 

    La semana pasada estuve unos días alojada en el Parador de Cádiz, porque yo, a igualdad de estrellas y precio me alojo siempre en el Parador, que suele ser un lugar bonito y cuyos ingresos van a parar al estado español y no a una cadena hotelera propiedad de un fondo inversor de Quatar. De pisos alquilados por Internet ni hablo: se me ha pasado la edad para eso. Cierro la cuña publicitaria "Paradores" y voy a lo mío: los españoles que se alojan en los hoteles desayunan como ingleses, que ya es un atraso. Es más, desayunan como falsos ingleses, porque puestos a imitarlos, hay que atreverse con las judías con tomate y morcillas varias pero no, estos españoles que quieren ser europeos y se leen siete blogs culinarios, desayunan huevos fritos con jamón de York (había uno excelente de Teruel que nadie tocaba) pasan de churros,  ensaimadas y molletes y se atiborran de Muesli, alpistes varios y pan de centeno envasado. Les aseguro que he visto a una pareja, maduritos ambos, desayunando ensaladilla rusa! A mí que me lo expliquen...

    Un pueblo no debe renegar de sus tradiciones culinarias,  sobre todo si son sanas. El desayuno del parador, si uno se atenía al producto patrio era excelente pero, ay! Los churros con café de mi bar de pueblo, esos juegan en otra liga!

jueves, 3 de agosto de 2017

Cádiz

    Son la nueve de la tarde, con la luz que me rodea no me atrevo a decir noche. Estoy sentada en un balcón mirando la playa de la Caleta, donde los gaditanos, y sobre todo las gaditanas, acuden a refrescarse al final de la jornada. Esta ciudad que me ha robado el corazón desde hace tres días no es sólo una ciudad, sino un estado de ánimo. El mío, gracias a ella, feliz, sereno y repuesto de sinsabores y agitaciones del pasado reciente. 

    Las señoras  mayores en corro juegan al bingo apostando un Euro por cartón, y dàndonos una lección de saber criar amistades a todos los practicantes de los grupos de Whatsapp. Viéndolas, con su buen color, su buen humor y sus ganas de hacer de cada número cantado una chirigota, me digo que envejecer en estas tierras amables del sur de España es un proyecto a tener en cuenta. No lejos de ellas, sus coetàneos masculinos ponen a caldo al último fichaje del Càdiz CF, que ni siquiera sé si está en primera divisón o en tercera Regional, aunque a estos señores les vaya la vida en ello. 

   Los niños que se llaman Kevin, Alba y Luna chapotean en el mismo lugar donde antes chapotearon las Vanessas e Ivanes y donde antes lo hicieron Pedros, Pablos y Dionisios y vírgenes del Rocio y de Regla entre alguna que otra Asunción; el aire de poniente trae un aroma conocido, de fritanga y boquerón, y por suerte no se escucha "despacito" por ningún altavoz.  El sol cae a la velocidad del Tai-Chi que practica otro grupo de viejos saludables al fondo de la playa. La vida se cuela por las rendijas de la Caleta, donde los gaditanos se la comen, se la beben y guardan los restos para el día siguiente. Cádiz no es una ciudad, es un chorro de vida con un color especial que ya quisiera la Sevilla postalera que cantan los del Río! 

   Cádiz es como esta canción que les dejo, en versión de la insuperable Pradera, porque me gusta más que la de Carlos Cano. A Antonio Burgos le han dedicado una calle los gaditanos por haberla escrito, yo le hubiera hasta dado el bastón de mando de la ciudad, porque no se puede describir mejor una ciudad en tres estrofas y media. Con ella les dejo: