domingo, 8 de octubre de 2017

En boca cerrada...

    Termina hoy una semana en la que me he propuesto, no sin pena, ver, oir y callar. Muchos lectores y sobre todo, muchos amigos y parientes me reclamaban una opinión, una declaración, un decir algo a favor de unos o en contra de los demás; y sobre todo me siguen y persiguen con esa frase que detesto: "claro, como tú vives fuera"... En tiempos de globalización desmedida, convendrán ustedes conmigo que la frasecita, sobra. Sé lo que pasa en mi país (incluso sé lo que no pasa) porque me leo al día ni se sabe cuántos periódicos y en el caso que nos ocupa, me he leído los que no son de mi país, que ha sido la mejor manera de informarse, me parece.

    Que si tengo una opinión? Por supuesto que la tengo, y como ésto es un blog y no una columna de periódico, no estoy obligada a compartirla. Que ya no me van a leer a partir de ahora los que están molestos o desconcertados porque no les hago saber mi opinión? Francamente, no me preocupa. Los que me leen atentamente y saben hacer un comentario de texto (nacidos antes de 1990, principalmente)  pueden hacerse una idea de lo que pienso de todo este asunto de Cataluña, sin necesidad de que yo me manifieste con rotundidad y con golpes de pecho y amor patrio, algo que no he hecho en mi vida y de lo cual huyo como de la peste.

    Que si estoy preocupada? Pues sí, profundamente;  pero no tanto por la cuestión secesionista y sus avatares y sí por lo fácil que es llevarse al huerto a las gentes que uno supone inteligentes, formadas e informadas en pleno siglo XXI y en plena era digital; que existieran Hitler y Mussolini en los años 30 se explicaba, que a día de hoy gentes absurdas como los dos anteriores tengan cancha, es como para llorar.  Me preocupan la irracionalidad, el romanticismo político,  y la adolescencia permanente de tantos adultos en edad de votar. Me  preocupa  que la voz de los iletrados (aunque sepan leer) sea más fuerte  que la de los ilustrados; y me preocupa que las banderas, con los colores,  las estrellas y las barras que les den la gana tomen la calle,  porque cuando los balcones tienen geranios y no banderas es signo de paz, y cuando empiezan a ondear y a airearse con cualquier pretexto, malo, malo..

    Que si me preocupa mi país, dado que vivo fuera y según unos cuantos eso me vacuna contra el derecho a opinar? Pues es evidente que sí porque, miren ustedes por donde, en ese país viven unos cuantos de mis seres queridos, a ese país voy de vacaciones en cuanto puedo, a gastarme dentro todo lo que gano fuera;  en ese país tengo un hijo estudiando una carrera que podría haber estudiado en otros tres o cuatro países, dado que es políglota, pero que ha elegido hacerlo allí; y a ese país de gentes exaltadas, enrabietadas y gobernadas por una tropa indecente (a ambos lados de la frontera lingüística) cuento volver muy a menudo incluso cuando sea sólo un macetero lleno de cenizas porque así lo he dispuesto en mi testamento. La única ventaja que contemplo en estos momentos por no estar allí, es el poder reflexionar con calma, leer para informarme (y no precisamente todo lo que aparece en las redes sociales) y formarme una opinión que no pienso sacar a la palestra porque solo me importa a mí. 

   Y en estos momentos, me acuerdo del viejo Azaña cuando decía que en ese país llamado España, si la gente se dedicara a opinar de lo que sabe, y sólo de aquello que sabe, se haría un enorme silencio que algunos aprovecharíamos para leer, estudiar y reflexionar. Razón tenía el hombre! Les auguro una semana más de ruido y banderas, no me pregunten más lo que opino de ello.

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