jueves, 8 de marzo de 2018

Mentiras piadosas para el 8 de marzo

    Como cada año sin faltar ninguno, aquí tienen mi entrada, ciertamente reivindicativa,  del 8 de marzo, día de la mujer TRABAJADORA.  Y lo pongo con mayúsculas, porque no es el día de Tamara Falcó ni de Belén Esteban, ni de las Kardashian o de Paris Hilton (aunque bien pensado todo lo que estas señoras hacen para vivir sin trabajar es ya de por sí un trabajo) sino el día de todas las que como yo, mis hermanas, mis amigas, mis compañeras laborales y media humanidad, se levantan cada mañana y se echan a la calle a ganarse un jornal, sin que por ello trabajen menos en sus casas respectivas. Y añado esta puntualización porque cuando yo era niña, y vivía en una provincia castellana, bonita pero pequeñoburguesa a más no poder, más de una vez escuché en las conversaciones de mis mayores que tal o cual señora trabajaba fuera para no estar en casa (querida Sección Femenina, qué bien hiciste tu trabajo!) y desde aquella pequeñez mía no he hecho otra cosa en la vida que intentar demostrar lo absurdo de aquel postulado. 

    El 8 de marzo las mujeres no necesitamos que nos manden flores, ni nos hagan una reverencia por los pasillos; no nos hacen falta declaraciones institucionales ni que las marcas de compresas y tampones o las de bolsos y zapatos nos hagan un anuncio ad-hoc o un descuento en sus tiendas (si lo digo es porque ocurre); no nos hacen falta actos simbólicos en los parlamentos ni debates en la televisión. Lo único que pedimos es precisamente lo que no conseguiremos inmediatamente, aunque vamos por buen camino: que la mitad de esos parlamentarios y gobernantes sean mujeres, que la mitad de los consejeros de esas empresas también lo sean (y que para llegar ahí no hayan tenido que comportarse como hombres); que nuestros sueldos sean exactamente iguales que los de ellos a igualdad de trabajo; que el reloj biológico no sea una sentencia de muerte laboral,  y que nuestras hijas no tengan que seguir peleando por las mismas cosas que pelearon sus madres e incluso sus abuelas. 

    Y cuando veo a mi hija, tan espabilada, tan echada para adelante, tan llena de iniciativas y con tantas ganas de comerse el mundo como yo tenía a su edad,  me digo que para que siga avnazando por la vida con esa energía es necesario contarle un buen montón de mentiras piadosas, justamente para eso, para que siga peleando como peleamos otras muchas antes que ella. Mentiras como que le pagarán lo mismo que a un hombre haga el trabajo que haga, incluyendo el mundo de la farándula que se que le atrae; y que precisamente en ese mundo tan cruel a veces, no será necesario que demuestre más que lo que vale, y que no tendrá que levantar metro setenta del suelo o tener ciertas medidas de cintura y cadera y sacudirse a algún pulpo de encima. Que tendrá los hijos que quiera y cuando quiera, y que éstos no serán un freno para su vida profesional; que no tendrá miedo cuando vuelva sola por la noche a casa  ni justificar que va vestida enseñando más o menos pierna en caso de problemas con el sexo opuesto; y que no tendrá que pegar la espalda a la pared del vagón del metro para evitar ciertas manos despistadas. Me gustaría decirle que será indispensable y nunca invisible; que su papel en el mundo será exactamente el mismo que si fuera un hombre; y que llegará tan lejos como quiera y cuando quiera...Y me temo que todas estas mentiras piadosas sólo serán verdades cuando le toque a ella contárselas a sus hijas, o a las hijas de sus hijas. 

    Y mientras tanto, como dice mi poeta favorito (y es un hombre, si) se hace camino al andar: Renfe acaba de anunciar que 304 trenes tanto de cercanías como de larga distancia no podrán circular porque las mujeres maquinistas (la primera salió en uno de los telediarios de mi adolescencia) mañana no conducen. Porque como dice el lema de este año: si nosotras paramos, se para el mundo. Ciertamente si ellos se paran, también se para el mundo, sólo que lo de ellos está reconocido y lo nuestro no. Y este año, sin chiste de Forges para celebrarlo, ese sí que es un drama! Les dejo uno antiguo, que de todos modos es de rabiosa actualidad.

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