domingo, 11 de marzo de 2018

No es país para niños

    Será porque le hago demasiado caso a lo que publican los periódicos, porque gracias a Dios y a Netflix, la televisión no la veo; o será porque las redes sociales, especialmente la de los carrozas como yo, que es Facebook, se han llenado de periodistas y voceros aficionados, pero tengo la impresión que esa España, país de mi infancia, ya no es un país para niños. 

    Ese país donde supuestamente los niños pueden jugar en calles y plazuelas porque el clima acompaña y todos nos conocemos se ha convertido en una trampa para muchos de estos niños que juegan al fútbol contra cualquier tapia. Niños que se utilizan como armas arrojadizas en las disputas entre padres y madres y que se convierten en las víctimas elegidas por los maltratadores para hacer daño a las maltratadas con lo que más quieren. Niños que se drogan demasiado pronto, o que beben demasiado y demasiado pronto también. Niños de famosos que salen en las revistas sin más motivo que el dinero que sus famosillos padres pueden embolsarse por enseñarlos. Niños que en la televisión cantan, bailan, cocinan menús completos y hacen de todo con tal de salir en pantalla (fuimos los inventores de Marisol, de eso sabemos un rato largo). Y en los casos y las casas  donde no pasa nada especial, hay niños que se acuestan a las tantas porque se cena tarde, los padres trabajan en un Corte Inglés abierto hasta las diez de la noche y son obesos y sedentarios a golpe de merendar Bollycaos, o pan Bimbo co Nocilla y no menearse del asiento desde donde ven a sus Youtubers favoritos durante horas y horas. 

    Y la última víctima, ese pobre niño Gabriel, nos va a traer además una oleada de comentarios racistas y xenófobos; porque a la hora que ésto escribo, la detenida y principal sospechosa del crimen, tiene la desgracia añadida de ser dominicana, inmigrante y de cierto color. Ya tienen tela que cortar los tertulianos, los periodistas de la prensa rosa, amarilla y de cualquier color, los noticieros, los periódicos en versión papel o digital, y cualquiera que pretenda tener una opinión sobre el caso. Y ya tienen carroña los buitres oportunistas que piden a gritos que se cierren nuestras fronteras y que les demos una patada en el trasero a todos los que viven en nuestros países, en muchos casos, limpiando esos lugares donde nosotros mismos asentamos nuestros traseros. Ya verán ustedes ya, aquellos que siguen los telediarios y lo que viene antes y después de los mismos: les aguarda una semana de telenovela con final dramático, asesinato, crimen pasional y desapasionado, a saber. 

    Yo, sintiendo enormemente la muerte del chiquillo, hubiera preferido que la presunta asesina fuera un tipo con DNI, cuatro apellidos castellanos (u ocho vascos) rubio y de ojos claros. Más que nada para ahorrarnos todos los comentarios y las opiniones de todos esos periodistas aficionados de las redes sociales (alguno que otro me toca de cerca por parentela o amistad...) y poder concentrarnos en lo esencial: en España hay demasiadas muertes de seres inocentes en circusntancias truculentas, y eso, era hasta hace poco más propio de Suecia que de nuestras latitudes meridionales, donde hay sol y buenos alimentos. Ultimamente, no somos un país para niños, no...


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