martes, 13 de marzo de 2018

Yo acuso

    Pues resulta que yo tenía escrita otra entrada para hoy, de esas que llevo ya un tiempo pensando y que voy repasando a media voz cuando cada mañana que no llueve, enfilo con alegría la media hora andando que me separa de mi lugar de trabajo. Guardada queda, porque hoy, abrumada como estoy por lo que ahora les cuento, he tenido que cambiar la entrada pensada, reflexionada y escrita en borrador por esta otra,  escrita con las tripas. 

    Como bien diría García Márquez: yo no vengo a decir un discurso (aunque él comenzó con estas palabras su discurso de aceptación del Nobel y miren ustedes a cuantas galaxias de distancia me encuentro) pero hoy el discurso se impone ante una panda de racistas consumados a la par de ignorantes,  que han tomado por asalto las redes sociales para declarar todo eso que, probablemente piensan desde siempre,  pero que como no existía Facebook (y similares)  nunca se atrevieron a proclamar. Será que las barbaridades dichas en Internet lo son menos y yo no me he enterado?  Será que los católicos pueden pedir en Facebook la pena de muerte para una presunta asesina y que si lo hacen así no es pecado? (el Papa dice que sí, pero bueno); será que los asesinos y asesinas negras lo son más que si fueran blancos o blancas? Será que, por fin ya tenemos todos las excusa perfecta para quitarnos las caretas de la caridad cristiana y decir en alto que queremos que todas esas personas que vinieron de fuera a trabajar en lo que no nos gustaba tienen que marcharse ya? O incluso molerlas a palos?  Será que la cárcel son unas vacaciones pagadas (así me lo han puesto en mi muro esta tarde...) y yo aún no he reservado para el próximo verano? 

   Pues bien, amados lectores, como creo que aún no he perdido la cabeza, me permito utilizar la literatura, y como Emile Zola, y salvando la enorme distancia, yo acuso. Y acuso a un buen montón de españoles de racismo, xenofobia, ignorancia, crueldad, falta de respeto a los derechos humanos, odio exacerbado, rencor, difamación, y no sé si me estoy quedando corta. No acuso a esa señora que ella misma se ha acusado de asesinar a un niño,  porque ya la acusará un juez de primera instancia y después un tribunal le aplicará una sentencia. Acuso a los que piden para ella la pena de muerte porque ella misma ya es una muerta en vida;  y porque la pena de muerte no se pide para nadie: los católicos lo tienen prohibido por su religión, y el resto de la humanidad, por sentido común y humanidad, valga la redundancia. Acuso a Facebook de convertirse en prensa amarilla y a los que lo utilizan para volcar su odio me gustaría que les cerraran sus perfiles, porque la libertad de expresión tiene sus límites. Acuso a los que quieren matarla y lo van proclamando, porque tal y como lo dicen hasta me creo que sean capaces de hacerlo; y acuso a los que están aprovechándose de un crimen, y del dolor de unos padres para sacar a pasear toda la amargura que llevan dentro. Acuso a los que acusaron a Ana Julia antes de que ella misma confesara y a los que aprovechando la coyuntura quieren cargarse la justicia y el estado de derecho que tanto nos costó conseguir. Acuso a los que quieren que vivamos bajo la ley del Talión y les deseo que algún día recapaciten y ninguno de sus seres queridos sea acusado de un crimen, no vaya a ser que ya no pidan la pena de muerte con la misma alegría. 

    Y también me acuso, yo;  sí, yo misma, de entrar al trapo de toda esta panda de gente insultante, insensible,  inhumana, ignorante e ignominiosa que puebla esa nación aparte que son las redes sociales;  nación de la que reniego para volver a la república de los libros...De la que nunca debí salir.

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